“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 13 de marzo de 2011

Los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno solo, Jesucristo.

(Rm 5, 12-19)

Jesús, tú eres "justicia de Dios, indulto y vida para todos"; "gracias a ti, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todo"; la gracias ha acabado en indulto, en amnistía"; por ti "recibimos a raudales el don gratuiro" del amor divino, que nos conduce a "vivir y reinar" en este mundo. ¡Qué contraste con nuestra situación personal y eclesial!

Nuestra vida, centrada en nosotros, vive para acumular cosas. Nos mordemos continuamente para anularnos y sobresalir; aspiramos a dominar en poder y vanagloria; nos desmenuza la envidia y la pereza; sólo nuestras heridas perciben compasión.

Tampoco las comunidades cristianas y la Iglesia sintonizan mucho con tu "gracia", viven obsesionadas por su apariencia y "gloria" mundana, hay lucha soterrada por el poder y el honor, reina más el miedo que la libertad sincera, observamos más la ley canónica que el Evangelio, los más amigos de los pobres son marginados y mal vistos, pedir reformas evangélicas es considerado como desafección a la institución, hablar de democracia evangélica es signo de soberbia y desobediencia, los sacramentos se ejercen para el egoísmo:

Se bautiza para evitar problemas, por miedo al castigo; la Penitencia es un ajuste de cuentas que nos deja tranquilos; la Eucaristía intenta acumular méritos para el Cielo; nuestras oraciones, "indulgencias plenarias", promesas, bendiciones... buscan atraernos la mirada de Dios. Suponen a un dios distraído, anotador de méritos, un dios fácil de camelar y entrar en trueque con nosotros, un dios sádico y vengativo con el rebelde religioso.

Jesús del amor gratuito, ayúdanos a centrar nuestra vida en tu Reino: el sueño de la fraternidad que busca el abrazo y la colaboración; el sueño que se alegra con la verdad y la investigación creativa; el sueño que mira y socorre a los más débiles; el sueño que valora todo lo bueno y lo agradece; el sueño que llora y lamenta las desgracias que sobrevienen.

Tú, Jesús de la vida desbordante, sufriste nuestras mismas tentaciones, supiste encontrar el camino para superarlas, tu gloria era ayudar , curar, reconocer la dignidad, vivir para los demás. "Los reyes de las naciones las dominan y se hacen llamar bienhechores"; "no ha de ser así entre vosotros, yo estoy entre vosotros como el que sirve"; tú fuiste libre y creativo frente a las tradiciones religiosas, tu conciencia estaba por encima de cualquier ley, el culto a Dios era entrar en su amor generador de vida, en su amor perdonador y paciente, en la mesa de la participación y entrega a los más necesitados.

Que tu Espíritu, Jesús de la gracia sin medida, nos ilumine a todos. A los críticos, disidentes, reformadores y profetas para que descubran tu voluntad. A los pastores para que "no apaguen el Espíritu, no menosprecien las profecías, sino que revisen todo y se queden con lo bueno", a toda comunidad cristiana para que seamos "un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz".

jueves, 10 de marzo de 2011

¡Tristeza! Otro suicidio, esta vez en México

¡Tristeza, sí mucha tristeza! Una vida más que es arrebatada de forma injusta e impune. No nos cansaremos de decir que en el futuro cercano todo va a cambiar, no nos cansaremos de luchar hasta que estas situaciones cesen. Ruego a Dios para que su alma encuentre el descanso y la paz eterna en su Misericordia, pues el tormentó que vivió aquí lo obligó a cometer este gran error. A los que todavía viven, no se detengan, no paren de luchar. Verán que todo cambiará para mejor y al final nuestros padres y seres queridos entenderán la voluntad de Dios y estarán contentos con ella. Descanse en paz, Jorge Víctor Hernández.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Miércoles de Ceniza

Primera Lectura: Jl. 2, 12-18 Enluten su corazón y no sus vestidos.
Salmo: 50 Misericordia, Señor, hemos pecado.
Segunda Lectura: Cor. 5-20, 6-2 Aprovechen este tiempo favorable para reconciliarse con Dios.
Evangelio: Mt. 6, 1-6. 16-18 Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Hoy empieza el tiempo favorable para hacer buen uso de la misericordia y gracia divinas. Ha terminado la primera parte del tiempo ordinario, en el cual escuchamos cada domingo el sermón del monte, en el que Jesús nos indica cuáles son los puntos que como cristianos hemos de seguir para dar una vida llena de testimonio y así alcanzar la salvación.

Pero hoy la liturgia nos invita a dejar de mirar hacia afuera y empezar a hacerlo hacia adentro. Ser cristiano es un gran compromiso que significa velar por el bien del prójimo. Pero también hay que ver hacia adentro y conocernos mejor en un clima de crecimiento espiritual. Lo más importante es reconocer que somos pecadores. A veces pecamos de orgullo, otras de vanidad, ira, envidia, egoísmo, gula, promiscuidad, una larga lista de pecados. Ya nos lo dice la Biblia en Proverbios: "porque el justo cae siete veces", pero también nos aclara: "y vuelve a levantarse".

Por eso es siempre recomendable, y no solo en la cuaresma, que todo lo que hagamos para aumentar nuestra santidad sea en lo secreto y con una sonrisa en la boca y el corazón. La oración, el ayuno y dar limosna son obras de piedad que más que pensadas en alabar a un Dios que no es vanidoso, sirven para ayudar a fortalecer el espíritu del ser humano y así tomar más fuerza para poder tener éxito en las pruebas y situaciones complicadas de la vida. Son acciones que nos distraen de la tentación y nos acercan a la gracia por su propia naturaleza.

Hoy empezamos un tiempo de recogimiento que nos invita a conocernos personalmente para poder acercanos más a Dios y servir mejor a la humanidad. La Cuaresma es un tiempo de preparación para disfrutar de la alegría de la Pascua de Resurrección; un tiempo de arrepentimiento por nuestros pecados mortales y veniales, y también para confesarlos y recibir la absolución. Pero también es un tiempo para perdonar a quienes nos hicieron daño y pedir perdón a quienes se lo hemos hecho.

Las cenizas que hoy recibimos en la frente son el signo más claro de la fragilidad de nuestra naturaleza. No solo como pecadores ante la gracia, sino como mortales ante la vida del cuerpo. Pedir perdón y perdonar es el primer paso para estar bien con la gente que nos rodea y el mundo. Predispone al cuerpo a una buena salud y ayuda a ver las cosas de una forma más sana, para poder pensar más claramente y tomar mejores decisiones.

Si hoy decimos que nos arrepentimos de nuestros pecados y creemos en el Evangelio, significa que actuaremos en consecuencia. Seremos humanos mucho más cercanos a Dios y nos manifestaremos como hijos suyos practicando no solo las obras de piedad, sino también las de misericordia. Por eso, no demos espacio en nuestros corazones a la lucha encarnizada contra los homofóbos ni ningún otro enemigo, solo deseemos que Dios los bendiga. De esa forma nos distraeremos del pecado y nos fortaleceremos como comunidad. Y si alguna otra tentación se acerca a nosotros, solo oremos para que nuestra fuerza aumente y lleguemos con mucho éxito al fin de esta cuaresma.

Empecemos a vivir como comunidad y en nuestras oraciones incluyamos a todos los hermanos y hermanas LGBT que están tristes, enojados, son orgullosos o están humillados, para que nazca en ellos el sentimiento del perdón y aprendan a practicarlo.

martes, 8 de marzo de 2011

La Cuaresma, actitudes para el camino.

En muchos ambientes cristianos la Cuaresma es presentada como un espacio para desarrollar la religiosidad popular o como un tiempo triste. Sin embargo, también, podemos descubrir que la Cuaresma es el tiempo de remover nuestras cenizas de esclavitud y recuperar la auténtica libertad ... que nos acerca al Dios del amor y al hermano necesitado. Puede ser para nosotros el tiempo en el que descubramos que “en Dios somos, nos movemos y existimos” (Hech. 17,28) como expresa S. Pablo en el Areópago de Atenas, apoyándose en lo que los filósofos y poetas griegos habían descubierto: si Dios es Dios, estamos en Él como el niño en el regazo de su madre.

Tomemos conciencia en esta Cuaresma de todo lo que nos esclaviza y descubramos el camino que nos permite peregrinar hacia la experiencia renovada de la Pascua, plenitud de la expresión del amor que Dios nos tiene, en Cristo Jesús.

En este camino, tres actitudes deben ir con nosotros:

1.- AMOR A LA VERDAD

Bombardeados de noticias tan dispares en los medios de comunicación, en los coloquios entre amigos…, llegamos a un momento que nos cuesta saber donde se encuentra la verdad. La confusión, las medias verdades, las mentiras revolotean en nuestra mente y en nuestros labios y a veces seguimos con más facilidad a la confusión que a la Verdad hecha Amor.

Este es el momento de liberar un tiempo para acoger la Palabra de Dios y su presencia en el corazón. Hay que buscar ratos, tiempos de oración. También en familia, ¿por qué no? Rezar en familia, poner una vela, un poco de música… No se puede ser cristiano sin oración.

Buscar tiempos para que la verdad de Dios llene nuestras vidas.

2.- AMOR AL HERMANO

¡Qué dolor cuando nos encontramos con hermanos solos, tristes, abatidos por la crisis económica, o rotos por la violencia de género! ¡Qué dolor cuando en nuestra sociedad la “solidaridad” queda como un cartel colgado de la pared o manifestada en declaraciones públicas, pero es un signo vacío de contenido!

Es tiempo de abstenerse de probarlo todo, de satisfacer los sentimientos sin sentido y de vivir la locura sin límites. Necesitamos límites para ser y para que el otro sea. No ponerse límites es atropellarnos y atropellar al otro.

El ayuno y la abstinencia tienen como meta una reconversión personal al evangelio y a los otros. Lo que nos quitamos en tener lo ganamos en ser. Esto es conversión y evangelio.

Debemos buscar momentos y gestos que desde los límites que nos ponemos nos acerquen al hermano.

3.- AMOR A LA IGLESIA

No son tiempos fáciles para los cristianos. “El todo es igual”, “yo hablo directamente con mi dios”…, está haciendo estragos en muchos creyentes. Tomemos conciencia que en la Iglesia recibimos el bautismo y nos hacemos peregrinos hacia la experiencia renovada de la Pascua que nace de la conversión, para vivir la alegría de la comunión de los hijos de Dios.

El Dios bueno aprovecha todas las ocasiones para encontrarse con el ser humano. Nosotros tenemos la oportunidad de ponernos en camino, al igual que hizo S. Pablo en el camino de Damasco, para descubrir con asombro y alegría el sentido profundo de la presencia amorosa de Dios que nos quiere y nos ayuda a vivir en libertad y amor desbordado, aunque haya que pasar por la incomprensión. Que el Señor nos quite las “escamas” de nuestros ojos y veamos las maravillas que puede hacer en cada uno de nosotros, si nos dejamos amar.

Que éste sea un tiempo que nos acerque a la experiencia comunitaria del Señor, a esa Iglesia donde Él se nos manifiesta a diario.

lunes, 7 de marzo de 2011

Pixar: "Todo mejorará"



Un mensaje dee los creadores de "Toy Story", "Los increíbles, "Monsters Inc." y "Wall-E" para todos aquellos que sienten que no encuentran su lugar en el mundo y se les viene todo encima:

Jonás es enviado por Dios a Nínive

Dijo Dios a Jonás: "Levántate y ve a Nínive, la ciudad grande, y anúnciales que su maldad ha subido ante mí." Levantose Jonás, pero no quiso ir a Nínive. Bajó al puerto de Jope y halló un barco que estaba listo para zarpar a Tarsis. Dios levantó en el mar un violento huracán y fue tal la tormenta en el mar que creyeron se rompería la nave.

Llenos de miedo, los marineros invocaban cada uno a su dios y echaron al mar lo que llevaban en la nave para aligerarla de ella. Jonás, que había bajado al fondo de la nave, se había acostado y dormía profundamente. Le despertó el patrón y le dijo: "Levántate y clama a tu Dios."

Luego se dijeron unos a otros: "Vamos a echar a suertes a ver por quién nos viene este mal." Echaron a suertes y la suerte cayó sobre Jonás. Aquellos hombres se atemorizaron sobremanera y le dijeron: "¿Porqué has hecho eso?" Pues sabían que iba huyendo de Dios porque Jonás lo había declarado. Como el mar iba embraveciéndose cada vez más, les dijo Jonás: "Cogedme y echadme al mar y el mar se aquietará."

Le cogieron y le echaron al mar, y el mar se aquietó en su furia. Dios había dispuesto un pez muy grande para que tragase a Jonás y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. Desde el vientre del pez dirigió Jonás su plegaria a Dios, diciendo: "Clamé a Dios en mi angustia y El me oyó. Cuando desfallecía mi alma, me acordé de Yavé, y mi súplica llegó a su santo templo." Por orden de Dios el pez vomitó a Jonás en la playa.

Llegó por segunda vez a hablar Dios a Jonás, diciéndole: "Levántate y ve a Nínive, la ciudad grande, y pregona en ella lo que yo te diré." Jonás fue a Nínive, segun la orden de Dios. Era Nínive una ciudad grande sobremanera, de tres días de andadura. Comenzó Jonás a penetrar en la ciudad y pregonaba diciendo: "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida."

Las gentes de Nínive creyeron a Dios y guardaron ayuno y se vistieron de saco desde el más grande al más pequeño. Llegó la noticia al rey de Nínive y, levantándose de su trono, se desnudo de sus vestiduras, se vistió de saco y se sentó sobre el polvo e hizo pregonar una orden del rey y de sus príncipes, diciendo: "Hombres y animales, bueyes y ovejas, no probarán bocado, no comerán nada, ni beberán agua.

Cúbranse de saco hombres y animales y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña y de sus manos. ¡Quién sabe si se volverá Dios y se arrepentirá del furor de su ira y no pereceremos!"

Ante su arrepentimiento, Dios tuvo, pues, misericordia con Nínive y a sus habitantes no los castigó. Jonás ya suponía que Dios iba a perdonar a Nínive por el ayuno y penitencia que iba a hacer, por eso dijo al Señor. "Sabía que eres Dios clemente y piadoso, tardo a la ira, de gran misericordia y que te arrepientes del mal".

El cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia es: "Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia."

Si nos fijamos bien, la Iglesia no es triste porque nos obligue a ayunos y abstinencias. Eso no es verdad. Por ejemplo, cuando estamos en la Navidad, en la Nochebuena del 24 de diciembre, día grande y alegre, la celebramos con gozo y alegría. Construimos belenes o nacimientos, cantamos villancicos al son de panderetas, guitarras y música, comemos turrón. Y todo ello lo hacemos por festejar al Salvador que nos ha nacido.

Luego viene la cuaresma en que guardamos ayunos y abstinencias con el fin de santificar el alma y también la preparamos mejor para la Semana Santa. Y a continuación vienen la, alegrías de la resurrección del Señor, en que la misma Iglesia, con su liturgia, se regocija de la resurrección de Cristo Con el ayuno y abstinencia fortalecemos el alma para vencer al pecado, al mundo, al demonio y a la carne.

El Señor nos recomendó el ayuno y Él mismo nos dio ejemplo ayunando cuarenta días. Una vez Jesús arrojó al demonio de un muchacho que estaba endemoniado y les dijo a sus discípulos: "Esta especie no puede ser lanzada, sino por la oración y el ayuno." (Mateo, 17.) Aquí vemos la fuerza poderosa que tiene la oración con el ayuno.
______________________
"Recuerda que eres polvo y al polvo volverás. ¿Cómo me acordaré de dónde vengo y a dónde voy? Basta que me vea al espejo. Por más que lo limpie siempre me reflejará como ser que no vale nada.... soy polvo. Me miraré al espejo y me sacaré la lengua por ridículo al creer que soy más que polvo".

Sobre la Penitencia

Nociones para una buena confesión.
Examen de conciencia.

Dios providentísimo ha salido al paso del hombre caído en pecado, después del pecado original. Si para éste nos dio la primera tabla de salvación, el Santo Bautismo, que nos regenera y nos convierte en hijos adoptivos de Dios y herederos de la gloria, para el pecado actual cometido después del Bautismo nos ofrece una segunda tabla de salvación, a saber, el Sacramento de la Penitencia o la confesión.
Los efectos principales de este Sacramento son:
  • Remisión de los pecados.
  • Reincorporación al alma de la Iglesia mediante el estado de gracia; y con esto , el derecho a participar del Sacramento de la Eucaristía.
  • La reviviscencia de los méritos por el pecado mortal.

Manifestar la misericordia del Señor.
Este sacramento ha sido más conocido con el nombre de Confesión. Y al usar este término con exclusividad, se ha reducido su sentido. La Confesión, es decir, la declaración de los propios pecados ante el sacerdote, es sólo uno de los elementos del sacramento de la Penitencia. Como en el Bautismo, también aquí, antes de nuestra respuesta, está la acción de Dios: Él siempre apresura su perdón ante un corazón arrepentido.
Más que para confesar los pecados, Jesús quiso este sacramento para manifestar la misericordia de Dios. El primer anuncio de Jesús resucitado a sus discípulos fue precisamente éste: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán  perdonados, y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar" (Jn 20, 21-22).
Jesús no murió en la cruz para satisfacer las exigencias de justicia de una divinidad vengadora, sino para que ya no tengamos más dudas sobre el amor infinito del Padre, y para el perdón de los pecados de todos los hombres, Él ha vertido su sangre, como se recuerda en cada Misa.
El sacramento de la Penitencia es el instrumento ordinario, por medio del cual ese amor que perdona, se manifiesta. Es un regalo de Cristo y de la Iglesia para todos los bautizados, que con mayor o menor gravedad han sido infieles a sus compromisos bautismales.

No obstante su sincera elección fundamental, el cristiano puede fallar en su alianza con Dios. Y precisamente la experiencia diaria de la fragilidad humana ha alentado a la Iglesia a través de los siglos a estructurar litúrgicamente este sacramento, para expresar visiblemente y comunicar repetidamente a todos el amor infinito de ese Dios que perdona.

Expresar la propia conversión.

Hoy, para facilitar la comprensión de este rito, se prefiere usar distinitos nombres además del de Confesión. Se le llama sacramento de la conversión, del perdón, de la reconciliación y, sobre todo, sacramento de la Penitencia, para subrayar el hecho de que en este sacramento se da en un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

Cuando un cristiano ha tomado actitudes que lo alejan de Jesús, de la comunidad eclesial; cuando ha dañado su relación con Dios, ha faltado contra el prójimo pisoteando su dignidad; cuando ha hecho norma de su vida el bienestar individual, ignorando los derechos y necesidades de los demás, rompe su compromiso bautismal y destruye la comunión con los hermanos.

Pero el pecado no tiene la última palabra. Mucho mayor es la misericordia de Dios, capaz de tender nuevos puentes para que la relación rota vuelva a establecerse. Por medio del sacramento de la Penitencia, el crisitano que se reconoce pecador y necesitado de restablecer vínculos con el Padre, puede acercarse para perdirle perdón en la persona del sacerdote. Para continuar este ministerio de perdón, hoy la Iglesia tiene distintos ritos:
  • La reconciliación de cada uno de los penitentes (que es la más conocida), subraya la responsabilidad y la relación única de cada uno de nosotros con Dios.
  • La reconciliación de varios penitentes, con la confesión y la absolución individual, subraya el aspecto eclesial de la Penitencia, la solidaridad en el pecado y en el perdón.
  • Por último, la reconciliación de varios penitentes con la confesión y la absolución general, rito reservado a circunstancias especiales, subraya la supremacía de la conversión sincera por encima de la confesión material de cada uno de los pecados, si bien se mantiene la obligación de la confesión privada con el sacerdote, tan pronto como sea posible, cuando se va a recibir la absolución de pecados mortales.

El sacramento de la Penitencia, no es un castigo, sino como un regalo de la misericordia de Dios para devolverle al hombre pecador la gracia y darla más confianza, más paz interior, más serenidad. El amor de Dios siempre es más grande que todos los pecados del mundo.

domingo, 6 de marzo de 2011

9º Domingo Ordinario

Primera Lectura: Dt. 11, 18. 6-28. 32 Hoy pongo ante ustedes la bendición y la maldición.
Salmo: 30 Sé Tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio.
Segunda Lectura: Rm 3, 21-25. 28 El hombre es justificado por la fe y no por cumplir la ley de Moisés.
Evangelio: Mt. 7, 21-27 La casa edificada sobre la roca y la casa edificada sobre la arena.

Esta vez seré breve. Veamos primero lo que nos dice el diccionario sobre la prudencia.
"La Prudencia es la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, definida por los Escolásticos como la recta ratio agibilium, para diferenciarla del arte recta ratio factibilium. También se entiende como la virtud de comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado, así como actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas. Actualmente se ha impuesto el significado de actuar con precaución para evitar posibles daños, aunque la RAE mantiene la definición antigua. Para la ética católica, la prudencia dispone la razón a discernir, en cada circunstancia, el verdadero bien del mal, y a elegir los medios adecuados para realizarlo. Es una de las cuatro virtudes cardinales. Es guía de las demás virtudes, indicándoles su regla y medida".
Pues bien hermanos, seamos como el hombre prudente que construye su casa sobre las rocas. Que nuestra vida se eleve y se construya sobre una base firme y sólida capaz de soportar todos los embates de la ira del enemigo. Dejemos que esa roca que nos salvará de la inundación y la tormenta sea el cumplimiento fiel y cabal de la Palabra de Dios. Por que en su Palabra encontramos lecciones que nos han de ayudar para todos los momentos de nuestra vida, para celebrar los buenos y aceptar los aparentemente malos con la cristiana resignación de que estamos siendo testigos de cómo se cumple la voluntad de Dios, que está más allá de lo bueno y lo malo.

Recordemos también que nada en esta vida sucede como por arte de magia. Todo lo que nos pasa es efecto de alguna decisión que hemos tomado en el pasado, cercano o lejano. Refiramonos al bien como una pila de agua fresca y al mal como una estufa encendida. Si bebemos del agua nos refrescaremos y ayudaremos a nuestro cuerpo a recibir la nutrición que recibimos por nuestros alimentos. Si tocamos la estufa encendida, irremediablemente nos quemaremos. No importa si somos personas religiosas o no, irremediablemente tendremos siempre el mismo resultado ante estas dos situaciones.

Y una vez más el Evangelio nos habla sobre la justicia social para poner en acción su palabra. Quien se acerca a los excluidos, a los pobres, a los enfermos, a los discriminados y les hace recordar que son humanos y por tanto hijos de Dios, ese es el que cumple la voluntad del Padre. Rezar el Rosario, ir a Misa, asisitir a las procesiones y alabar al Señor son actos que definitivamente demuestran que tenemos Fe, pero no basta con esas acciones, sino que habrá que ser consecuentes, pues quien tenga Fe en esa Palabra de Dios, necesariamente realizará buenas acciones, acciones que además demuestren que amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos y a Dios sobre todas las cosas.

La actividad salvadora de Dios se ha manifestado ahora

Reflexión para el 9º Domingo Ordinario (Rom. 3, 21-28)

Jesús, justicia de Dios, aministía, vida, libertad, paz, bondad nuestras: "hoy", "ahora", sigues alentando en todo el mundo; sigue habiendo entre nosotros personas "convencidas" de tu amor. Tenemos testigos de tu justicia, capaces de vivir hasta la muerte lo que rezan:

"Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede economizar en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver; gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad. Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador. Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia. No podemos caer en el vacío".

Testigos que prefieren, como Tú, Jesús de Nazaret, estar con los más débiles: "Una vez más, me reúno con los trabajadores sin papeles de la construcción, centro de París. De lejos, diviso las banderas de los sindicatos que flotan al viento y las pancartas reclamando la legalización de estos asalariados sin derechos. En la acera, un frupo de africanos charlan entre ellos, llevas pasquines de información... Disfruto estando y hablando con ellos. A pesar de su situación tan precaria, saben mostrarse acogedores y fraternos. Mahamadou me propone ir a tomar un te antes de ir a visitar el sótano. Descubro el lugar y saludo personalmente a todos los que se encuentran allí".

Testigos de tu sinceridad, que reconocen la verdad de nuestra vida: "Me asalta la sospecha de que los llamados a ser profetas del Altísimo nos reducimos una y otra vez al papel de ideólogos de Dios y de la religión, ideólogos carentes de oído, mera apariencia de profetas... Si escuchas como profeta, saldrás a los caminos de los hombres sin pan, ni alforja, ni dinero en la faja; saldrán con la palabra del que te envía, con el pan de su vida para repartir, con su autoridad para liberar, con el aceite de su misericordia para curar".

Jesús, profeta audaz, más amigo de los excluidos, convencido del amor divino, aviva en nosotros "la fuerza de salvación" que es tu puro amor; haz de nosotros hermanos de cualquier persona; danos fe para hacer tu "justicia", tu evangelio, en nuestra familia, en nuestro barrio y pueblo, en nuestro trabajo, en nuestras iglesias.

martes, 1 de marzo de 2011

Una conversión en el quirófano.

A una niña de diez a doce años había que operarla de un quiste en el pecho. Todos estaban dispuestos para la operación: el cirujano, el anestesista, ayudantes, enfermeras y la monjita. La niña, extendida en la mesa de operaciones, esperaba el momento en que empezaran la operación.

Se acercó a ella el anestesista con la inyección en la mano con el fin de dormirla. El anestesista se conmovió ante aquella niña tan pura e inocente y le dijo: "A ver, cierra los ojos, que vas a dormir." Ella, con mucha serenidad, le dijo: "Yo nunca duermo de día". "No importa, ahora tienes que dormir para curarte." Insistió ella que de día no podría dormir. Pero el médico insistió en que cerrara los ojos para dormir. Entonces la niña, con gran sencillez, dijo: "Yo siempre, antes de dormir, rezo las tres Avemarías a la Virgen. ¿Me deja ahora rezar las tres Avemarías antes de dormirme?

El anestesista le contestó: "Puedes rezar tus tres Avemarías." La niña puso las manos cruzadas sobre el pecho y rezó como siempre lo había hecho. Todos los presentes sintieron una profunda impresión de ternura y emoción ante aquel rezo de las tres Avemarías.

Acabado el rezo, cerró la niña los ojos para dormirse. El médico, entonces, le puso la anestesia. La operación transcurrió con toda normalidad. De pronto, el médico anestesista dijo a sus compañeros: "Todo va bien, yo no les hago falta." Y abandonó la sala de operaciones.

Bajó a su despacho, cerró con llave, se quitó la bata y rompiendo a llorar, cayó al suelo de rodillas. La causa era, que aquella niña, con su rezo, había despertado en él el recuerdo de que él también había rezado hacía muchos años las tres Avemarías, y comulgaba y estaba en gracia de Dios. Diecisiete años llevaba alejado totalmente de Dios. "¿Cómo vivo yo ahora?" Repetía el doctor. Y las palabras de la niña parecían que le gritaban muy adentro de su corazón. "Yo rezo siempre las tres Avemarías antes de dormir."

No podía sufrir más aquella angustia. Se secó las lágrimas, abrió la puerta y salió a la calle. Buscó una iglesia y entró en ella para confesarse y volver a la amistad con Dios. Aquí tenemos la maravillosa vida de una niña que por rezar con fervor tres Avemarías convirtió a un pecador que vivía alejado de Dios.

Esta niña fue verdadero apóstol en su ambiente.

Explicación Doctrinal:

El quinto mandamiento de la Iglesia es: "Ayudar a la Iglesia en sus necesidades." La principal misión de la Iglesia es santificar a las almas, enseñar el Evangelio a las gentes.

Y los católicos tenemos el deber de contribuir en la medida de nuestras posibilidades al sostenimiento de las obras de la Iglesia. Ella necesita de sacerdotes, seminarios, de apóstoles seglares. Podemos pertenecer a algunas asociaciones, pero sobre todo hacer apostolado personal en los ambientes donde nos movemos. ¿A cuántas personas les haz hablado de Dios en el último mes?

No olvidemos que ayudar a la Iglesia es prestar a Dios. Un hermoso apostolado es el del propio ambiente en que se vive, como la familia, la empresa donde se trabaja, en la calle, con los amigos, llevando a todos la verdad y el amor de Cristo y de la Iglesia.

Una palabra amable, un libro bueno que prestamos, un servicio que hacemos, una vida ejemplarmente cristiana que llevamos contribuye a realizar un hermoso apostolado seglar. Viendo un día Jesús a la muchedumbre, se estremeció de compasión por ella, porque estaban como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es mucha, pero los operarlos pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. (Mateo, 9.)