“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 7 de octubre de 2012

El 11 de octubre comienza el año de la fe


El Año de la fe se celebrará desde el jueves, 11 de octubre, hasta el 24 de noviembre de 2013. Su finalidad es contribuir a la conversión y a redescubrir la fe para que los cristianos seamos testigos creíbles, capaces de indicar la puerta de la fe a los que buscan. Su inicio coincide con el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. En los actos que participe Benedicto XVI, especialmente durante la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013, se favorecerá la unidad entre todos los cristianos. Las Conferencias Episcopales fueron invitadas a mejorar la calidad de la formación y a utilizar los nuevos lenguajes de comunicación y del arte. A las diócesis se propuso impulsar congresos, jornadas y celebraciones penitenciales. A las parroquias y movimientos religiosos se les propuso celebrar la Misa en comunidad porque “es allí donde se proclama, se celebra y se fortalece la fe de la Iglesia”.

DESDE EL PRINCIPIO

7 de octubre de 2012


PRIMERA LECTURA Gn 2, 4b. 7a. 18-24
SALMO Sal 127, 1-6
SEGUNDA LECTURA Heb 2, 9-11
EVANGELIO Mc 10, 2-16


El gran desafío que nos presenta este pasaje del Evangelio es lograr que continúe siendo Evangelio, es decir, que siga siendo un anuncio de una buena noticia y protegerla de quienes pretenden transformarlo en Ley. Los comentarios y el posicionamiento de muchas comunidades de fe frente a este debate reflejan claramente ese peligro y esa tentación. Toda la reflexión de este día tiene como objetivo mantener su naturaleza de Evangelio y evitar con todas las fuerzas la gran tentación de transformarlo en el anuncio de una nueva Ley en labios de Jesús de Nazaret. Toda la predicación tiene como objetivo proteger el Evangelio para que nadie lo transforme en ley y mostrar que Jesús de Nazaret no es Moisés.

Es por ello que importa en gran manera redescubrir el contexto y la intencionalidad que subyace detrás de este dialogo y debate con quienes representan la autoridad interpretativa que encuadraba en aquel tiempo la comprensión de las Escrituras. Este es el primer desafío.

También es importante destacar que el debate sobre los diversos modelos de familia no es un tema exclusivamente moderno. Ya en aquel momento existe un similar y acalorado debate. Dentro del mundo mental judío, tenemos dos escuelas interpretativas: una liberal y otra conservadora tal como ocurre aún hoy entre los líderes sociales y de las comunidades de fe. Frente a esa diversidad interna se alza la otra diversidad externa entre la comprensión de familia y sexualidad del mundo cultural judío y la del mundo que se rige por las pautas culturales romanas.

El siguiente elemento que es importante destacar en este desafiante texto del Evangelio es la libertad con la cual Jesús de Nazaret interpreta la Ley. Nos enfrentamos con dos conceptos interpretativos sobre el concepto de familia. Por un lado Jesús tiene una comprensión constructivista sobre ese tema y por ello siente que aquello que construyó Moisés se puede modificar porque en esa área no se define la relación con Dios sino que es un elemento que define y regula las relaciones de justicia y equidad de los seres humanos entre si. Frente a esa libertad de entender que las reglas relacionadas con el matrimonio y la familia es una construcción que se ha realizado y varia a lo largo de la historia y del tiempo y, que así como se construyó ese concepto se puede deconstruir y volver a construir. Pero en la base y fundamento de esa diversidad y cambios hay un elemento que es esencial y que no es negociable y al cual todo siempre y en toda circunstancia, esas normas y reglas se deben subordinar. Ese valor esencial es la igualdad de los seres humanos fundamentado en perspectiva de creación. Allí está el escándalo evangélico porque esa equidad e igualdad de origen es lo que toda legislación debe proteger, manifestar y a lo cual se debe subordinar. Muchas veces hemos ocultado ese valor indiscutible bajo estructuras familiares patriarcales, machistas y heterosexistas que han desconocido y aún desconoce esa igualdad y muy por el contrario nos hemos ocupado de un tema secundario como es el debate de la legitimidad del divorcio.

Como se refleja en el texto, el derecho al divorcio lo gozaban solo y exclusivamente los varones. No era un derecho que pudieran ejercer en igualdad de situación las mujeres porque detrás la concepción cultural de adulterio, divorcio y relaciones familiares subyace un concepto de propiedad. Es ese concepto de propiedad el que relaciona estos dos momentos de la lectura del Evangelio porque mujeres y niños eran propiedades del patriarca y toda la legislación y costumbres sociales estaban construidas para garantizar y proteger ese ejercicio de propiedad.

Es por ello que Jesús de Nazaret enfrenta en este debate dos lecturas enfrentadas de las Escrituras. Están quienes no aceptan el anuncio de las buenas noticias a los excluidos y para ello se fundamentan en algunos textos tomados de la Ley de Moisés. Frente a esa interpretación Jesús de Nazaret tiene un posicionamiento claro de ruptura de esa lectura de las Escrituras. Toda legislación se debe subordinarse a la intencionalidad primera y primordial de la creación: la igualdad de todos los seres humanos, la equidad de hombres y mujeres en el ejercicio de los derechos y obligaciones en el contexto la vida familiar y en espacial de la asociación matrimonial. Jesús de Nazaret descalifica los poderes que esa legislación le concede en exclusividad a los varones y les obliga a tratar en un pie de igualdad y equidad a las mujeres. Ese es el núcleo de la buena nueva escandalosa anunciada a los miembros vulnerables y débiles de ese contrato y de esa situación. Allí está la palabra central sobre la cual debemos profundizar nuestra reflexión.

También es totalmente nueva y escandalosa la comprensión de adulterio que tiene Jesús de Nazaret y que también es una ruptura. En el antiguo sistema toda la legislación que encontramos en las Escrituras tenía la finalidad de proteger la propiedad de los patriarcas y evitar luchas entre ellos. Por eso no se consideraba adulterio las relaciones de un varón con sus propias esclavas, con sus diversas concubinas y otras mujeres que estaban bajo su propiedad o con mujeres que no fueran propiedad de otros patriarcas. Si esas relaciones sexuales de los varones no desconocían el derecho de propiedad de otros patriarcas la relación sexual no se consideraba como adulterio. Aquí nuevamente Jesús de Nazaret coloca los valores y criterios de ese sistema literalmente patas para arriba y equipara escandalosamente la situación de hombres y mujeres. Esa equidad e igualdad es el tema que tenemos que debatir, proteger y promover.

En consecuencia, hoy no podemos hacer una lectura literal de este pasaje porque en todo momento tenemos que pensar en que toda legislación se debe subordinar a ese criterio de igualdad porque lo que se está discutiendo no es lo que hoy entendemos como divorcio sino que es el repudio como derecho exclusivo de varones que coloca en situación de vulnerabilidad a las mujeres. En su declaración Jesús de Nazaret da por terminado el privilegio de los varones patriarcas de familia, de repudiar a sus esposas que las empujaba a una total marginación. Se termina con los privilegios que gozaban en ese sistema exclusivamente los varones.

Nosotros también hoy tenemos que estar atentos a subordinar toda legislación social, eclesial y familiar a esa radical igualdad. Es necesario reconocer los cambios sociales, culturales y religiosos que se han producido entre nuestro contexto y aquel que transitaba Jesús de Nazaret y en todo debemos tener la misma respuesta fundamentada en la justicia, la igualdad y la misericordia. No podemos olvidar que este texto tiene que ser Evangelio, es decir, un anuncio del amor incondicional de Dios que no se lo puede someter a ninguna Ley que desconozca la gracia sorprendente de Aquel que nos ha creado iguales.

Es en este contexto de un concepto de propiedad ejercida como privilegio por los patriarcas de aquel entonces, que debemos comprender la siguiente escena cuando algunas personas, en una actitud realmente escandalosa le traían niños y niñas para que los tocara. Esos niños y niñas eran propiedad absoluta del patriarca y estaban colocados en el nivel más bajo de la escala jerárquica que tenía a esos mismos patriarcas en la cúspide de la piramide. Este gesto simple y sencillo cuestiona esa jerarquía y esos criterios de valorar a las personas. Nuevamente esos criterios son puestos patas para arriba. Estos niños y niñas son el signo y símbolo de quienes nuestros sistemas sociales, culturales y religiosos colocan en situación de marginación y vulnerabilidad. Nuevamente estamos frente a criterios de igualdad ya no basados en argumentos legales que desconocen la esencial fundamentación en la creación de los derechos humanos.

Indudablemente muchos discípulos de Jesús de Nazaret no han comprendido este gesto revolucionario y siguen reprendiendo a quienes aproximan a la comunidad de fe, para que sean tocados por la gracia radicalmente inclusiva de Dios a personas colocadas por el sistema en el nivel más bajo de la construcción jerárquica. Las personas y grupos en situación de vulnerabilidad  conocen muy bien la actitud de muchos de esos discípulos que aún discuten la legitimidad de muchas identidades para participar de la mesa sacramental y compartir el mismo espacio de comunión.

Jesús de Nazaret se enojó entonces y seguramente nunca permitirá que el sol se ponga sobre su enojo frente a quienes reprendían a  los discípulos que traían a los marginados, vulnerados por los sistemas teológicos y sociales, para que sean tocados por él. Jesús de Nazaret nos dice que tenemos que facilitar y dejar que los excluidos,  aquellos a quienes nuestros sistemas de poder no les reconoce ningún derecho, a que se acerquen a él. Tenemos que revisar leyes y reglamentos que actualmente no permiten el pleno ejercicio de sus derechos de proximidad a tantas identidades de hombres y mujeres y sobre quienes nos consideramos con el derecho de facilitar u obstaculizar que puedan ser tocados por Jesús de Nazaret. El Reino de Dios le pertenece justamente a quienes les negamos esos derechos y dignidades. Nuevamente nuestros criterios son puestas totalmente patas para arriba ¡Este es el tema que tenemos que debatir y no distraernos en situaciones bastantes secundarias a esta propuesta escandalosa!

Y en esto no terminan las exigencias de Jesús de Nazaret porque nos pide como condición para entrar en ese Espacio de soberanía de Dios que quienes desean formar parte del mismo tenemos que despojarnos, tal como lo deben hacer los patriarcas machistas y heterosexista, de todo privilegio y poder. Sin ese despojo no podemos entrar en el espacio que reconoce como único poder la voluntad de igualdad y equidad de Dios en su acto de creación.

Tenemos que preguntarnos si como personas y como comunidades de fe estamos dispuestos y dispuestas a tocar y abrazar a quienes son tocados y abrazados por Jesús de Nazaret. Ese abrazo y esa bendición que hace Jesús de Nazaret sobre esos niños  es el modelo de abrazo y bendición que debemos llevar a cabo en nuestro encuentro con las personas estigmatizas, invisibilizadas y marginadas por todos los sistemas actuales de poder, para que podamos todas y todos entrar en la nueva dimensión donde todas las personas con todas sus identidades y con todos sus derechos son abrazadas y abrazados con las manos de Jesús mismo, que revela y hace visible el gran abrazo de Dios.

(Jesús de Nazaret, el Cristo del Dios del Reino, tu has enfrentado las dudas, silencios y preguntas tendenciosas de cada generación. Perdónanos por tratar de enjuiciarte en tu ejercicio de una gracias radicalmente inclusiva y concédenos esa fe desafiante que construye comunidades que son santuario de dignidades y derechos, donde todos y todas te puedan reconocer y hacer tu voluntad. Amén.)

Pastor Lisandro Orlov
Buenos Aires, Argentina.



sábado, 6 de octubre de 2012

ALGO HABRÁN HECHO…

Iglesia y estigmatización de personas con VIH y/o Sida, a la luz de Lucas 13,1-5

Por: Lic. Gerardo García Helder
(Teólogo Católico Argentino)


La aparición del VIH y del Sida en los últimos decenios del siglo XX y su rápida propagación hasta alcanzar los actuales niveles ponen a la humanidad nuevamente ante la apremiante y desconcertante pregunta acerca del sentido del sufrimiento y desafían a quienes nos llamamos teólogas o teólogos a dar una respuesta desde nuestra fe y las Sagradas Escrituras a esta nueva realidad.


Ante esta situación, algunos discursos eclesiales –tal vez con el piadoso deseo de no cuestionar la bondad de Dios o por no atreverse a abandonar la clásica lógica de causa/efecto– han estigmatizado y culpabilizado a las personas con VIH y/o Sida, entendiendo a la pandemia como un justo castigo de Dios por los pecados de los infectados. El que los primeros infectados pertenecieran a grupos con prácticas sexuales que desafían el binarismo heterosexual y la monogamia favoreció la lógica de ver al VIH como un nuevo flagelo enviado por un Dios vigilante y castigador, empañado en disciplinar a la  humanidad sobre un único modelo cultural.


Y cuando comenzaron a aparecer personas infectadas fuera de los colectivos “hombres que tienen sexo con hombres”, “consumidores de drogas” y “trabajadoras sexuales” se comenzó a hablar de “víctimas inocentes” y a culpabilizar a sus progenitores o transmisores a pesar de que muchas veces estos fueran ignorantes de su condición seropositiva y no tuvieran intención de transmitir el virus.

Este modo de proceder sigue una lógica perversa: Se echa la culpa a la víctima procurando que el mal no resulte tan desestabilizador, irracional y amenazante. Si aquella jovencita que se presenta a la comisaría para denunciar una violación no se hubiera vestido de forma tan provocativa, el violador no la habría atacado… Si aquél judío en vez de tomar el peligroso camino que iba de Jerusalén a Jericó, optaba por otra vía para llegar a su casa, no lo habrían asaltado dejándolo medio muerto al borde del camino. Si estas personas que hoy viven con VIH y/o Sida hubieran frecuentado otros ambientes, se hubieran rodeado de mejores compañías, o hubieran escuchado los consejos de sus mayores…

La creencia en la bondad de Dios y en la armonía de su creación hoy es cuestionada por la presencia del VIH y del Sida como antes lo fue por otras desgracias y sufrimientos, sobre todo cuando caían imprevistamente sobre personas tenidas por justas y honestas. ¿Hoy podemos seguir afirmando que, a pesar de la pandemia, “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” (Gn 1,31)? ¿Podemos seguir diciéndole a Dios: “Tú lo has dispuesto todo con medida, número y peso” (Sab 11,20)? ¿Podemos creer que Él ha sido fiel a su promesa de no volver a maldecir el suelo por causa del hombre, porque comprendió que los designios del corazón humano son malos desde su juventud, ni querer castigar a todos los seres humanos como lo hizo en tiempos de Noé (cfr. Gn 8,21)?

“Vivimos bajo la ingenua suposición de que la realidad es naturalmente tal como nosotros la vemos y que todo el que la ve de otra manera tiene que ser un malicioso o un demente. (…) La capacidad de vivir con verdades relativas, con preguntas para las que no hay respuesta, con la sabiduría de no saber nada y con las paradójicas incertidumbres de la existencia, todo esto puede ser la esencia de la madurez humana y de la consiguiente tolerancia frente a los demás”. El abandono de la lógica de causa/efecto como único camino posible para interpretar el sufrimiento puede ser la conversión necesaria para que no terminemos estigmatizando al que sufre.
Es cierto que esta creencia, que desemboca de ordinario en actitudes de discriminación, puede apoyarse en algunos textos bíblicos, de los que se nutren también la teología retributiva y, su heredera, la teología de la prosperidad, hoy nuevamente en boga. Pero entiendo que la postura de Jesús ante esta realidad era otra. Por eso, a partir de los versículos 1-5 del capítulo 13 del evangelio de Lucas, que presentan explícitamente el pensamiento del Señor, trataré de desmantelar una manera de pensar que –como mucho– podría ser válida para otras tradiciones, pero que no puede ser tenida como cristiana. Me propongo favorecer una teodicea que sostenga una actitud eclesiológica de compasión e inclusión.

A muchos de los infectados y a sus allegados afectados en forma afectiva, social y económicamente por el VIH y/o el Sida “la tragedia los hizo comprender que la enfermedad y la muerte son trágicas solamente porque la vida es buena y santa”. Tal vez sobre este descubrimiento vivencial deberíamos trabajar pastoralmente para favorecer un cambio de actitud ante el sufrimiento. Así “el rol de las iglesias no [será] de condena, sino más bien el de ofrecer acompañamiento y apoyo, como otro ejemplo del Dios de la esperanza y el amor”.

Las iglesias tienen la obligación ética de hacer oír su voz, la voz de los sin voz: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). Porque estigmatizar es un pecado que atenta directamente contra Dios ya que “el que oprime al débil ultraja a su Creador, [en cambio] el que se apiada del indigente, lo honra” (Prov 14,31).

Juan Pablo II afirmó que “Paralelamente a la difusión del SIDA, se ha venido manifestando una especie de inmunodeficiencia en el plano de los valores existenciales”. Sobre esa inmunodeficiencia es sobre la que deben accionar las Iglesias previniendo todo tipo de estigmatización y discriminación.

Pertinencia del texto para la problemática VIH/SIDA

Las iglesias deben seguir anunciando la buena noticia del amor de Dios y asegurar que, a pesar de las dificultades, el sufrimiento y las desgracias, la vida es preciosa. Si diversas situaciones de la vida hieren y dejan tiradas, medio muertas, al borde del camino a muchas personas, la religión debe compadecerse de ellas, asistirlas, curarlas y ayudarlas a descubrir un sentido a su existencia ya que “Gloria Dei vivens homo et vita hominis visio Dei” (San Ireneo).

Es tarea de las teólogas y los teólogos cristianos ayudar a todas sus hermanas y hermanos en la fe a “tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2,5) que “no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros… y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer” (Heb 4,15.5,8); y alentar el seguimiento del Señor y la continua conversión a su evangelio de vida, abandonando todas aquellas teorías y prácticas que no buscan ayudar al que sufre o explicar el sufrimiento sino, fundamentalmente, defenderse a sí mismos.

EL ARTICULO FUE TOMADO DE LA PAGINA WEB PASTORAL ECUMENICA VIH-SIDA

El desafío de la inclusión en la teología de Jonás 1-4.

Por Sergio Ariel López

Seguramente hemos leído en el Evangelio de Mateo: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí más que Jonás en este lugar.” (Mateo 12,41).

“La originalidad del mensaje de Jonás tiene una relación muy estrecha con el proprium del Nuevo Testamento: el amor de Dios; expresado en su perdón; su universalismo; su ofrecimiento de nuevas posibilidades; su decidida opción por la vida. Jonás constituye una de las proclamaciones más significativas de la soberanía de Dios de todo el Antiguo Testamento; y da un paso gigantesco en dirección a la revelación de Dios en Jesucristo.”

El libro del profeta Jonás integra la lista de los escritos proféticos pero se diferencia en casi todo de los cánones propios de este género, porque básicamente se trata de una narración con algunos elementos típicos del profetismo, tales como el llamado de Dios o la proclamación del mensaje revelado por el Señor.
Jonás es convocado por Dios para llevar adelante una misión: Proclamar contra Nínive, pues su maldad ha subido hasta la presencia de Dios (Jon 1,2). Nínive no era cualquier ciudad, una más entre otras. Nínive era la capital del imperio asirio cerca del 722 a.e.c.
Desde la consigna “Predica contra ella” en Jon 1,2 hasta la proclamación por parte de Jonás de la destrucción de Nínive en Jon 3,4 seguramente que hay muchas posibilidades o alternativas de lo que es posible anunciar; sin embargo, podemos suponer que un mensaje que proclame la destrucción de Nínive sería una oportunidad de placer personal, un anhelo expresado de ver a Nínive destruida y a Dios haciendo justicia a la manera que Jonás esperaba. ¡Por fin Dios hará justicia! Sin embargo, el profeta Jonás huye en dirección opuesta. Hace oídos sordos al encargo de Dios. Nada explica esta reacción en Jonás hasta que la justificación aparece al final del libro. “Y oró al Señor y dijo: Ahora, oh Señor, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.” (Jon 4,2).
Los habitantes de Nínive se arrepienten y creen en Dios. El rey finalmente formula el porqué de su conversión: tal vez, quizás Dios pueda aplacarse y cambiar su decisión.
“La teología del arrepentimiento y de la salvación viene de la voluntad del rey de Nínive. ¿Quién está en lo correcto? ¿Jonás quien anuncia el final de Nínive o el rey de Nínive que espera escapar de la terrible suerte?”
La mayoría de los comentarios sobre el libro de Jonás coincide en destacar que el nombre Jonás no necesariamente concuerda con el autor del libro de Jonás. Se sabe por 2 Re 14,25 de la existencia de un Jonás hijo de Amitay en tiempos de Jeroboam II, pero tampoco podemos vincular a este Jonás con el personaje central del libro del profeta Jonás, pues en ningún momento se afirma que haya sido autor de este libro o contemporáneo a la datación del mismo. Lo que si podemos afirmar siguiendo el pensamiento de René Krüger, que los elementos irónicos y satíricos dan sentido al uso de material legendario como es el nombre del profeta, pero también es un condimento esencial de la obra que cuestiona el particularismo y exclusivismo de Israel. Por lo demás vale lo indicado por Krüger: “La interpretación de Jonás suele moverse entre dos grandes líneas: mensaje de universalismo versus particularismo y egoísmo judíos…”
Por lo tanto la veracidad de los hechos descriptos en el libro de Jonás no marca ni determina la fecha de composición.
“Con respecto a la datación histórica del escrito suele pensarse en tiempos postexílicos, tomando en consideración la dimensión universalista, criterios lingüísticos (arameismos), y datos fantásticos sobre la ciudad de Nínive…”
La teología de la elección exclusiva de Dios a favor del pueblo de Israel y las promesas que le fueron reservadas constituyen a nuestro parecer el hilo conductor del Pentateuco y del mensaje de los Profetas. La investigación intentará descubrir si este paradigma teológico explica todas las realidades y vivencias del pueblo elegido o si resulta ser un corsé teológico para el mismo pueblo.
Nos proponemos considerar la naturalización que hacemos en lenguaje teológico respecto de la elección exclusiva de Dios por un pueblo, como un elemento altamente excluyente. Esta ironía presente en el libro de Jonás, de la que hablamos anteriormente, nos permitirá descubrir nuevas propuestas teológicas escondidas en la obra. ¿Podemos imaginarnos un amor universal de Dios expresado ya en el Antiguo Testamento? O quizás en otro nivel de cuestionamiento ¿la elección de Israel es sinónimo de exclusividad?
Interpretar la acción de Dios, su manera de actuar en acontecimientos históricos que no deberían darse o en lugares donde Dios no debería “meterse” obligan a de-construir una teología cerrada de Dios para abrirse a otras posibilidades, con el riesgo de llegar a convertirse en inviable el esquema de “elección exclusiva”.
Los ninivitas son el símbolo de los paganos opuestos al pueblo de Israel. Merecerían que Dios hiciera justicia a favor de Israel castigando a Nínive y dejando en claro la polaridad existente entre unos y otros. Para Israel, gracia, perdón y protección; para Nínive, exclusión, castigo y condena.
La huida de Jonás en dirección opuesta a Nínive es un motivo que nos lleva a pensar en diferentes direcciones. El anuncio profético de Jonás, ¿será finalmente refrendado por Dios con la destrucción total de Nínive? ¿No quedaría en ridículo su fama de profeta si no acontece la destrucción tal como la anuncia Jonás de parte de Dios? Su negativa de dirigirse a Nínive, ¿podría ser un “quite de colaboración” para que Nínive no se convierta y para que no pueda quedar demostrado que Dios es un Dios de amor universal e inclusivo?
Concretamente el libro de Jonás, ¿sería una reacción a un paradigma teológico que ya no ofrecía respuestas? ¿Se trata de una nueva construcción de un YHVH universal vs un YHVH exclusivo?
¿Es la elección de Nínive un elemento tan antagónico y diametralmente opuesto a la visión de Israel que permitiría albergar cualquier otra realidad social, religiosa e inclusive teológica?
Nos proponemos descubrir en una primera aproximación a la lectura y análisis del texto de Jonás que se trata de una profunda crítica política, social y religiosa de los esquemas de pensamiento y teología vigentes en Israel.
En un segundo momento, nos proponemos descubrir qué imagen, rostro, idea de Dios plantea el autor de Jonás, qué elementos aporta para descubrir el paso de una construcción de un Dios de esquema rígido, omnisciente, abstracto a un Dios “que cambia”, “que se arrepiente” etc. y que paradójicamente es capaz de incluir en su amor también al enemigo tradicional y mayúsculo de su pueblo Israel.
Persiste en nuestras teologías y praxis eclesiales el paradigma de “elección exclusiva de Dios” que albergaría la posibilidad de polarizar la realidad entre “salvos” y “condenados”
En el contexto del VIH y/o SIDA, ¿es posible aplicar el esquema propuesto en el libro de Jonás para reformular la teología y las prácticas eclesiales en nuestro tiempo tan marcadas por fundamentalismos? En Argentina, son muchas las confesiones de fe que desde sus teologías y sus eclesiologías promueven esquemas de exclusión y estigmatización. Polarizan la realidad de unos buenos y salvos versus el resto, los “del mundo” (tan numerosos como Nínive) perdidos y abandonados a su suerte y merecedores de todo castigo.
“El libro no tiene destinatario, hecho que refuerza la dimensión universalista… proyecta una tolerancia sumamente amplia y propaga un amor de Dios, capaz de hacer lo “humanamente posible” para salvar a sus hijos de la destrucción… una señal de advertencia contra todo estrechamiento y esquematismo religioso.”
Queremos elaborar entonces, una reflexión teológica que parta de los excluidos, marginados y estigmatizados en la realidad concreta del VIH y/o SIDA. Nos proponemos descubrir los elementos que deberíamos modificar en nuestras iglesias para no seguir reproduciendo la vieja teología de la “elección exclusiva”, y la imagen de un Dios para pocos que bajo ningún concepto cambia o modifica su parecer. Plantearíamos así que el lugar que Dios elige es el del escándalo, de lo improcedente, de lo inapropiado y que si huimos de allí como Jonás de la misión que Dios le encomendó con Nínive, huimos de Dios.
Finalmente nos proponemos enmarcar esta reflexión en el contexto de la teología de la Gracia que nos permitiría desde la identidad luterana dar una respuesta o al menos dejar una puerta abierta en pos de un nuevo esquema o paradigma que nos posibilite una nueva praxis de apertura e inclusión.

EL ARTICULO FUE TOMADO DE LA PAGINA WEB PASTORAL ECUMENICA VIH-SIDA