“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 21 de diciembre de 2013

Vivir una Navidad políticamente incorrecta.






La reflexión de  hoy es una de esas que incomoda, porque  “falta a lo políticamente correcto”. Sí, y la colocamos justo en medio de estos días cuando lo único que queremos es un poco tranquilidad. ¿Por qué? ¿por qué poner esta lluvia de críticas -que son algo así como una ducha de agua fría- que nos confrontan, nos perturban y nos cuestionan, amenazando nuestra paz justo ahora? ¿No parece acaso fuera de lugar? .

En realidad  lo hacemos porque son estas agudas e incomodas correcciones las que, paradojalmente, se vuelven convenientes, eficaces y seguras para ayudarnos a conseguir esa paz que tanto anhelamos. Porque sacudiéndonos un poco nos permiten mirar más allá de lo rutinario, para volver a lo esencial. Nos despiertan, por así decir, del sueño de lo superficial, de lo mundano, o incluso de lo bueno, pero a fin de cuentas accesorio. Estas críticas nos ayudan a replantear de nuevo el único motivo que puede traernos una auténica “noche de paz y de amor” en estas fiestas. Ese motivo que en realidad funda y da sentido a la fiesta que celebramos. Ya muchos siglos atrás el mismo San Agustín utilizó este método, cuando en uno de sus sermones decía:
«Despierta hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre. Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo.» (Sermón 185: PL 38, 997-999)
Esto es lo que de alguna  manera  decimos hoy: “Despierta tú que solo piensas en los regalos que vas a recibir o a regalar” “Despierta tú que solo te preocupas de que ropa vas a vestir y de lo que pensarán los demás” “Despierta tú que solo esperas un momento de paz y de fiesta pasajeros, o incluso de diversión mundana”… Despierta,  por ti Dios se hizo hombre. Y también para aquellos que se encuentran en el lado opuesto: “Despierta tú que vives sin un sentido y no crees ya en nada ni nadie” “Despierta tú que no tienes ningún motivo para levantarte esta Navidad a celebrar” “Despierta tú que vives en profunda soledad, tú que sufres en el silencio y la incomprensión”  … Despierta, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará.
He aquí la gran y única verdad que resiste toda prueba y que por ende puede traernos una felicidad auténtica: existe Alguien que nos ama con locura, incondicionalmente, sin medidas, y viene a nuestros encuentro en estos días. Es algo que nos recordaba el entonces Papa Benedicto XVI en una bonita homilía del 24 de diciembre del 2011 en la noche, cuando comentando la lectura del profeta Isaías decía: «Nos encontramos ante una visión que va, mucho más allá del momento histórico, hacia algo misterioso que pertenece al futuro. Un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia, es Padre perpetuo. Y la paz será “sin límites”». En estos días de fiestas, viene Aquel que nos promete una paz sin límites. Viene un niño que quiere despertarnos del sueño, del sopor de lo demasiado terreno, de lo demasiado humano, para hacernos mirar como el profeta hacia el futuro. Pero no ya un futuro lejano y oculto, algo así como una promesa que vendrá, mas no todavía. No. Se trata más bien de mirar un futuro que se ha hecho presente, que se ha hecho tangible, que se ha condensado en un punto especifico de la historia, en el nacimiento de un pequeño.
Dios hace algo realmente impensable, toma ese futuro que tanto aguardamos y lo inserta en el presente. Esa vida eterna que tanto anhelamos, es decir, el Amor infinito de Dios, se ha hecho carne y ha venido a habitar en medio de nosotros, en medio de la Historia…de nuestras historias ( de nuestra historia personal; la mía, la tuya). Podemos así desde este momento tocar, ver y abrazar la eternidad. El Amor infinito se ha puesto al alcance de la mano.
He aquí el verdadero motivo de nuestra alegría y de nuestra fiesta: Dios ha tocado con su Amor la historia y el tiempo, abrazando de forma plena e incondicional todo lo nuestro (nuestros dolores, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, nuestras esperanzas…). San Agustín que entendió bien la magnitud de esto, nos exhortaba en el mismo Sermón antes citado: «Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal».

Por Daniel Prieto

“El Circo de la Mariposa”





El Circo de la Mariposa es un corto protagonizado por Eduardo Verástegui y Nick Vujicic que ha sabido condensar en apenas 20 minutos una profunda historia de aceptación, reconciliación y esperanza. La trama gira en torno al Sr. Mendez, quien dirige el Circo de la Mariposa, y Will, un hombre sin extremidades, principal atracción de una feria donde abundan personas con alguna anormalidad física. Cuesta entender el atractivo que tiene para tanta gente el mal y la desgracia ajena que, lamentablemente, no es solo cuestión de ficción, sino que se observa de muchos modos en la sociedad de hoy.
 «Eres magnífico», exclama Mendez al conocer a Will, y este último entiende mal sus palabras y le escupe. No se ofende el director del circo, capaz de valorar a Will por ser quién es y no por sus capacidades o discapacidades. Su actitud será un primer cuestionamiento para Will, que resultará en éste último uniéndose al Circo de la Mariposa, sin comprender realmente lo que está detrás de esta peculiar agrupación de personas.
¡Qué diferencia hay entre el Circo de la Mariposa y las ferias a las que Will estaba acostumbrado! Nada de realmente inspirador había en estas últimas, habituadas a entretener con el morbo y la degradación ajena. Algo empezará a vislumbrar Will al tomar contacto con un mundo nuevo lleno de color y amistad, donde las habilidades están al servicio de la alegría, donde los talentos son desplegados para llevar una sonrisa y despertar el asombro.
 En este punto la obra nos muestra la futilidad de compararnos con los demás, que en tantas ocasiones no es sino fruto de una mirada absurdamente cerrada sobre uno mismo. Es, precisamente, lo que le sucede a Will, lleno de autocompasión al constatar las habilidades de los demás y dar por descontado que no posee ninguna. Mendez tendrá razón al señalarle que su principal problema es haber creído lo que los demás le han dicho. Lo encara, de modo directo, señalándole sin miramientos, pero con gran paciencia y caridad,las ideas irracionales que lo atan. No están los problemas en carecer de extremidades u otras supuestas dificultades, sino en aquellas invisibles cadenas interiores que atan con mayor fuerza que cualquier obstáculo externo.
 Will comprenderá que no es el único en tener problemas ni enfrentar dificultades. Ha sido, por el contrario, la experiencia de todos los integrantes del Circo de la Mariposa. Todos y cada uno han pasado por el capullo de la prueba y el dolor por la propia debilidad o insuficiencia para, transformados, alzar vuelo con belleza y armonía. «¡Mientras más grande el desafío —le explicará Mendez en una frase clave— más grande la gloria!».
 Le costará a Will entender la fuerza y la belleza que brotan del interior de un corazón reconciliado, capaz de convertir la monotonía en espontaneidad, la debilidad en fortaleza, la tristeza en alegría. La clave residirá en no sentir lástima de uno mismo, no pensar que la propia situación es la más miserable de todas —tentación tan frecuente—, ni mirar tanto el talento ajeno para ser ciegos a los propios dones.
El camino para Will no será fácil, y se muestra en ese proceso una hermosa dimensión de la amistad: amigo no es el que procura que nos sintamos cómodos, sino el que nos alienta a vencer nuestros obstáculos, el que nos reta para ser mejores e invita a crecer. Will entonces hallará no solo un horizonte hasta entonces insospechado de autenticidad y libertad, sino también uno de los dones más grandes y hermosos: la posibilidad de llevar alegría y esperanza a otros desdichados de la tierra. 
Por Kenneth Pierce.

sábado, 7 de diciembre de 2013

El reino pacífico: el desafío del Adviento de Dios

8 de diciembre de 2013
Domingo 2º de Adviento. Año A.

Publicado por 

¿Cómo podemos crear un nuevo mundo de justicia para todos, sin tratar de destruir al enemigo?

Aunque Isaías utiliza imágenes de diferentes animales viviendo en armonía (el familiar reino pacífico del león junto al cordero) como una forma de hablar de un ideal de esperanza para el mundo, hoy podrían servirnos mejor ejemplos humanos para este tipo de cambio revolucionario. ¿Qué tal si el reino de Dios se parece a un hombre gay y a una mujer musulmana heterosexual partiendo juntos el pan? ¿O a un pastor heterosexual del Sínodo Luterano de Misuri [o a un cura navarro del Opus] y una lesbiana latina [o gitana] construyendo juntos una casa como hábitat para la humanidad? ¿O a una persona transexual encontrando ayuda para elegir un nuevo vestuario, en un vecino que antes la había mirado con desprecio? Nos anima una promesa de total transformación del mundo heterosexista y homófobo que ahora experimentamos, especialmente porque enemigos estructurales se convertirán en promotores del bienestar mutuo.

En los pasajes del Nuevo Testamento, el problema no es la fuerza opresora que destruye las vidas de la población indígena, sino que el problema más bien es el pueblo mismo. En Romanos 15, Pablo interpreta a Isaías como una justificación para atraer a los gentiles rechazando al propio pueblo de Dios. En Mateo 3, Juan el Bautista identifica a su propio pueblo, a los fariseos y saduceos, como la fuente del problema, y no a la opresión social ejercida por los romanos sobre los judíos colonizados.

Por una parte, uno puede ver a Juan el Bautista como ejemplo de cómo las personas LGBT y otras en los márgenes exigen arrepentimiento y cambio, pero con frecuencia son perseguidos y despedidos como maniáticos. Como Juan, la comunidad LGBT puede causar temor a otros, pero tenemos un mensaje poderoso y necesario: el mundo no es como debería ser, el cambio es posible.

Por otra parte, uno se pregunta si Juan también sirve de ejemplo de cómo la comunidad LGBT, entre otras, podría estar tentada a usar la amenaza contra aquellos que ellos juzgan indeseables o peligrosos. Juan llama a los que no se bautizan "generación de víboras" (Mateo 3: 7), y esto podría sonar igual que un hombre gay privilegiado quejándose: "vosotras tortilleras y drag queens, nos lo ponéis difícil a los demás"; o que un predicador negro diciendo: "vosotros raperos, estáis creando malas dinámicas en la comunidad".

Asumir la responsabilidad mutua incluye reconocer nuestra opresión interiorizada al luchar por crear un mundo donde la opresión no sea ya la norma y donde los oprimidos no inflijamos violencia "justa" sobre los que consideramos nuestros enemigos.

Este Adviento, ¿qué se requiere de las personas heterosexuales para convertirse en aliados leales de las personas LGBT y su movimiento de justicia? Y no menos importante: ¿Qué se requiere de las personas LGBT para hacer avanzar el reino de justicia de Dios?.

Santo Dios, que vienes a estar con nosotros
en nuestras luchas y en nuestras esperanzas,
guíanos, te pedimos, para vivir con integridad y alegría.
Haznos capaces de resistir el impulso,
dentro de nosotros y a nuestro alrededor,
de crear enemigos.
Aumenta nuestro hambre y nuestra sed de relaciones justas
con todas las personas, nosotros mismos incluidos, y con la misma tierra.
Amén.

Que en esta búsqueda sepamos ver la estrella de Belen que nos ilumina en el camino.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Hombres de Paz.


El Papa, en la ventana del ángelus

Francisco clama por un mundo que sienta "la esperanza de la paz"

"¡Es posible que las armas se transformen en instrumentos de trabajo!"

El Papa pide que todos los enfermos de SIDA, "sin excepción, tengan acceso a la atención que necesitan"


Comienza el Adviento, el tiempo de espera y de esperanza. De "esperanza en camino", como apuntó este mediodía el Papa Francisco. Tiempo de vivir, de creer, y también de soñar. De soñar un mundo sin guerras en el que, como decía Isaís, "ninguna nación levante su espada contra otra nación". "¡Es posible que las armas se transformen en instrumentos de trabajo!" clamó el Papa ante el aplauso de miles de fieles.
"El Señor es fiel, Él no nos abandona", aseguró Bergoglio, quien pidió a los asistentes al Angelus dominical que "descubramos la belleza de lo que está en camino. La Iglesia, con su vocación de misión, la Humanidad entera está en camino a través del tiempo".
Un camino, "¿hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Cuál es esta meta?", se preguntó el Pontífice, que recordó cómo el Antiguo Testamente tenía como meta Jerusalén. "La Revelación ha encontrado en Jesucristo su cumplimiento. Jesucristo es el templo del Señor. Jesús es la meta de todo el peregrinaje humano".
Isaías y su llamamiento a la paz mundial. "¿Pero cuándo sucederá esto?". Es posible, "¡es posible que las armas se transformen en instrumentos de trabajo!", en Siria, Oriente Medio, en el mundo que sufre. "Tenemos esperanza en que una paz será posible", dijo el Papa, pero para ello "es necesario renovar siempre el objetivo común, el horizonte de la esperanza, para hacer un buen camino".
Tras el rezo del Angelus, Francisco recordó que "hoy es el Día Mundial de la lucha contra el VIH / SIDA". "Expresamos nuestra cercanía a las personas que se ven afectadas, especialmente los niños", señaló el pontífice, quien agradeció "el trabajo silencioso de muchos misioneros y comerciantes. Oramos por todos, incluso para los médicos e investigadores. Cada persona enferma, sin excepción, tengan acceso a la atención que necesitan".

(Jesús Bastante).- Fuente: PERIODISMO DIGITAL

Adviento, regalo y tarea de paz.

Domingo 1 de diciembre de 2013 
Domingo 1º de Adviento.



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Las lecturas de este primer domingo de Adviento retoman el motivo de los últimos domingos anteriores: el mundo viejo acaba , pero al mismo tiempo ellas anuncian la llegada de un Año Nuevo de Paz, trazando un camino de esperanza que lleva a la “Montaña de Dios”, a la Fraternidad universal de Sión donde, según Isaías 2, hombres y mujeres de todos los pueblos podrán escuchar, aprender y compartir “la ley de la paz”. 

De esa manera, el regalo de la Paz (¡Dios es Shalom) se vuelve tarea de gozo y comunión para los hombres. Hemos aprendido a construir bombas atómicas, hemos sido capaces de explorar casi todas los fuertes y fronteras de la tierra. Ahora nos queda la empresa más fuerte, la más importante: Aprender la lección de la paz y realizarla sobre el mundo. Ése es el don y camino del Adviento que hoy empieza.

Éste es el mensaje central, ésta la esperanza y la tarea del adviento, como en otro plano ha puesto de relieve, estos mismos días, la nueva y sorprendente exhortación del Papa Francisco: Evangelii Gaudium, la alegría de la Buena Nueva del evangelio de la reconciliación universal.
Dios nos invita en Adviento a la alegría de una vida que es gracia (todo es don ), pero que, al mismo tiempo, viene a presentarse como gran tarea: El Dios del Adviento nos llama a su “montaña”, para allí recibir el itinerario de la paz.
Seamos como ese muchacho cargado de globos de colores, que avanza, bicicleta en mano, hacia el horizonte de las ilusiones de la vida.
– Seamos como esa paloma de paz, con el brote de olivo en el pico, para recordar la historia de Noé saliendo del arca del diluvio al ancho espacio de la vida
En esta línea quiero ofrecer hoy mi pequeño manifiesto de Adviento. He presentado estas ideas otras veces en el blog. Pero hoy es un momento especial para hacerlo, con el Papa Francisco, al comienzo del adviento.


La Iglesia está comprometida a ofrecer y enseñar el camino de paz de Jesús, desde los pobres y excluidos, no con pactos de Estado, ni con grandes palabras, sino con el testimonio de su vida. Educar en la paz mesiánica no es para ella algo secundario, una asignatura más, sino su propia esencia. Es importante la doctrina, pero mucho más importante es el testimonio de la Iglesia, que puede y debe presentarse como educadora de paz, no en teoría, sino en la misma calle de la vida, desde los más pobres, como hizo Jesús, iniciando con ellos un camino que lleva a Jerusalén (paz mesiánica). De esta educación para la paz, propia de la Iglesia y de otros grupos religiosos y sociales, depende el futuro de la humanidad. O aprendemos a vivir en (para) la paz o acabamos matándonos todos.
Para educar así en la paz, la Iglesia debe introducir su palabra (introducirse) en el proceso educativo y en la vida social, en la familia y en el mundo y en los medios de comunicación, ofreciendo la alternativa de Jesús encarnada en sus instituciones eclesiales. No se trata de enseñar unos contenidos separados de la vida, ni de una crear una nueva asignatura escolar para los niños, titulada quizá, Educación para la Paz, cosa que puede ser buena (¡mientras los padres seguimos en nuestras guerras!), sino de lograr que los cristianos sean, en particular y como Iglesia, hacedores de paz.


No se puede hacer la paz sin cambio económico y sin superar las instituciones de violencia del Estado y de otros grupos sociales, pero esa superación no se puede hacer por guerra, sino a través de un diálogo entre todos los grupos sociales y con un compromiso especial de los creyentes (los que creen en Dios o en la Realidad suprema, como Paz). No se puede hacer la paz sin un cambio cultural y político… y, sobre todo, sin una transformación radical de las personas.
No hay educación para la paz sin un fuerte desarrollo afectivo y un intenso compromiso a favor de los niños etc. (en esta línea habría que seguir desarrollando todo lo anterior). La educación para la paz no es una asignatura escolar (aunque pueda serlo), sino un proyecto y programa de vida, de niños y mayores, a favor del ser humano, un proyecto que puede y debe expresarse ya como una huelga activa, universal no-violenta, pero muy intensa, en contra de las instituciones y sistemas que se oponen al despliegue de esa paz.
El único realismo es aquí la utopía de la paz. No podemos ser “realistas violentos”, buscando un pacto entre los poderes fácticos (capital, ejército, medios de comunicación…), como se ha venido haciendo, con resultados siempre negativos. Hay que pasar de la política de los pactos a la “ruptura mesiánica de Jesús, a la paz del Monte Sión, fundada en el perdón y la concordia, en el regalo de la vida.

Tiene que tratarse de una insumisión provocadora, como la de Jesús, cuando subió a la Jerusalén armada montado en un asno de paz y entró de esa manera (¡sobre el asno de paz!) en el mismo templo, defendido por la guardia militar de los sacerdotes (cf. Mc 11, 1-11). Sólo si la Iglesia opta de esa forma por una “insumisión provocadora y amorosa”, al servicio de los pobres, en gesto de paz, podrá decirse que ella cree de verdad en su evangelio, es decir, en su oración del Padrenuestro.

Este gesto de insumisión creadora ha de hacerse ya, sin esperar más (este año 2013), culminando así la ruptura del pacto constantiniano, que había vinculado a la iglesia con los poderes políticos y militares (en el imperio romano ambos eran inseparables).
– Antes, quizá, eso no era posible. Sólo algunos profetas como Francisco de Asís veían la necesidad evangélica de superar toda la “política armada”.
– Hoy empezamos a verlo ya todos, sin necesidad de ser profetas, siendo sólo cristianos. En nombre de ellos pido a las iglesias, y en primer lugar a la mía, a la Católica Romana, que rechacen su pacto con las armas, para convertirse en signo y principio de una paz universal.


Para educar así en la paz, la Iglesia debe introducir su palabra (introducirse) en el proceso educativo y en la vida social, en la familia y en el mundo y en los medios de comunicación, ofreciendo la alternativa de Jesús encarnada en sus instituciones eclesiales. No se trata de enseñar unos contenidos separados de la vida, sino de lograr que los cristianos sean, en particular y como Iglesia, hacedores de paz. 

De esta educación para la paz, depende el futuro de la humanidad. O aprendemos a vivir en (para) la paz o acabamos matándonos todos. 

Como he dicho ya, no se puede hacer la paz sin cambio económico y sin superar las instituciones de violencia que nos dominan, pero esa superación no se puede hacer por guerra, sino a través de un diálogo entre todos los grupos sociales y con un compromiso especial de los creyentes (los que creen en Dios o en la Realidad suprema, como Paz).

No se puede hacer la paz sin un cambio cultural y político… y, sobre todo, sin una transformación radical de las personas.


Del blog de Xabier Pikaza.


martes, 19 de noviembre de 2013

Vaticano reconoce a chico por su descubrimiento

Una vez vi en el canal católico una reflexión sobre la forma en que actúa el Espíritu Santo en la Iglesia. En ese pensamiento de un obispo se recalcaba la existencia de las personas aceleradas y las que le ponen freno a las cosas. Ejemplificaba a la Iglesia como un automóvil manejado por el Espíritu Santo, quien a voluntad pisaba el freno o el acelerador para que el avance la de Iglesia Militante sea certero.

Este es momento de acelerar, decía el obispo. Y aquí tenemos una excelente muestra de esa aceleración. La noticia es doble, pues tratamos del descubrimiento de este dispositivo que nos hace dar un gran paso en la ciencia, pero también por el reconocimiento que la cúpula de la Iglesia hace del descubridor, de la misma forma en que Dios nos reconoce diario sin importar nuestra orientación sexual o preferencias.


jueves, 5 de septiembre de 2013

ORACIÓN FRANCISCANA POR LA PAZ


¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.

jueves, 22 de agosto de 2013

Lo mejor de mi para un mejor nosotros.

Cuenta la historia que ...

El rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El roble dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. El pino estaba triste porque no podía dar uvas como la vid. La vid se moría porque no podía florecer como el rosal, que, a su vez, lloraba porque no era fuerte y sólida como el roble.

Entonces, encontró un clavel florecido y lozano como nunca.

El rey le preguntó:
─¿Cómo es posible que crezcas tan saludablemente en medio de este jardín mustio y umbrío?

La flor contestó:
─Siempre pensé que, ya que me plantaste, querías claveles. En aquel momento, me dije: “seré el mejor clavel que pueda”. Aquí me tienes, el más hermoso y bello clavel de tu jardín.

(Autor desconocido)


...


Ser otro, ser uno que no se es tras una máscara preservadora, adoptar un personaje que se supone “encantará” a los demás son una de las tantas conductas que se adoptan por temor a asumir lo que verdaderamente se es.

El “asumir” nos habla de tomar conciencia de algo y a partir de ahí comenzar un proceso de modificación donde se potencia lo positivo y se convierte el error en aprendizaje.
Asumir no es aceptar ni resignarse. Quien se resigna se paraliza: “Esto es lo que me tocó. Así es la vida”. Aceptar es conformarse: “Yo soy así. No voy a cambiar”. Adoptar una de estas posiciones nos habla más de ser un espectador de la vida que un actor.
Ser uno mismo es un desafío. Es libertad. Ser otro será lo más parecido a un plagio.
Desde niños se carga con la mochila de mandatos familiares que dicen quién se debe ser. Un “deber ser” alejado de lo que uno realmente es. Es la eterna lucha entre lo culturalmente esperado por los demás y lo que cada uno siente que es.
Una hipocresía teñida de temor que nos obliga a olvidarnos de nosotros mismos y dejarnos arrastrar por una vorágine impuesta desde el afuera que nos llevará a hacer un culto del “tener” que enmascara y abandonar el “ser” que revela lo que realmente somos.
Someterse a una actitud sumisa frente a lo impuesto, frente a condicionamientos o mandatos, dados por la familia y otros deudos sin cuestionarlos nunca, por un lado,  o buscar desesperadamente poseer esa imagen idealizada de lo que los demás esperan de uno, por el otro, condena a la no satisfacción personal. Aunque suene duro, siempre se será una mentira. Se es esclavo de una imagen que no se es.
Si la mentira es la madre de todos los vicios, será bien sabido hacia dónde estará dirigido el proyecto de vida de cada uno. Ocultar lo que realmente se es significa negar la esperanza de una vida mejor.
Si deseo no ser otro que el que soy, debo transformar este deseo en acción. Ser consciente de este proceso es el gran desafío.
El asumir lo que “se es” habla de autoestima que muchos confunden con egoísmo, sin embargo, hasta el mismo Jesús afirma “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este “como a ti mismo” encierra un acto de amor que no debe ser confundido con la egolatría.
Es la búsqueda de lo esencial, “eso que es invisible a los ojos” y que  hace ser lo que  realmente se es y asumirse como tal.
Complacer siempre las demandas de los otros distancia de la esencia y del camino de la búsqueda de la felicidad que algún día se bosquejó fuera “del mundanal ruido” y en la intimidad de los pensamientos.
Aquel que trabaja con su interior refuerza su identidad, lo cual le permite abrirse a los otros tal cual es. Sin temores. Nada más alejado de relaciones hipócritas y “políticamente correctas”.  
Uno es el que elige: u opta por el miedo u opta por el amor.
Aventurarse a una vida libre de culpas de no ser lo que los otros desean que uno sea implica saber recordar sin que las emociones negativas paralicen. Recordar quién se era, mirar el pasado sin atorarse ni enredarse en él. Por, sobre todo, volver a percibir aquello que se deseó ser y que otorga la posibilidad de gozar de la vida tal cual es.
Entonces, será la vida que uno desea vivir. La que emociona, la que desafía y apasiona. Se podrán identificar propósitos y metas. Solo así, asumiendo con valor lo que realmente uno es, la vida tendrá sentido.

Lo mejor de mi para un mejor nosotros.
Lo mejor de mi para un mejor nosotros.  



Autor: Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación


¿Hacia dónde va la Iglesia?


Por Víctor Codina, sj.


Antes de preguntarnos hacia dónde va la Iglesia hemos de responder a la cuestión ¿de dónde viene la Iglesia? Y aunque nos resulte extraño, escritores de los primeros siglos y algunos Padres de la Iglesia, como Agustín, responden a esta pregunta afirmando que la Iglesia es una anciana, es la Iglesia prefigurada desde el origen del mundo, es la Iglesia de Adán y del inocente Abel, la Iglesia que forma parte del designio salvífico del Padre que quiere constituir una humanidad fraterna y filial, que participe de la vida y de la comunión trinitaria La Iglesia forma parte del proyecto trinitario de Dios, que se va realizando en la historia de salvación en diversas etapas (LG 2) y del que ella misma es sacramento, semilla y germen (LG 5).
Este proyecto de Dios en la plenitud de los tiempos se manifiesta en Cristo y en la efusión del Espíritu. Frente a la postura tradicional que afirma que el Jesús histórico funda la Iglesia como una institución religiosa con sus dogmas, leyes y ritos, una teología más crítica considera hoy a la Iglesia como un proceso que viene desde el Antiguo Testamento, comienza con el movimiento de Jesús, pero que no culmina hasta el acontecimiento pascual: la Iglesia surge por el misterio de la muerte y resurrección de Jesús y el don del Espíritu. Jesús es el fundamento de la Iglesia más que su fundador y, en todo caso, el Espíritu es co-fundador de la Iglesia.
La Iglesia primitiva al formular su fe, sitúa a la Iglesia no en el segundo artículo del credo sobre la fe en Jesucristo sino en el tercer artículo de la fe en el Espíritu. Esto tiene gran trascendencia no sólo teológica sino pastoral: el Espíritu habita en la Iglesia, la santifica y guía hacia la verdad, la enriquece con diversos dones y carismas, la rejuvenece y la renueva constantemente (LG 4). La Iglesia no es ni un club, ni una empresa multinacional, ni una ONG piadosa, ni un partido político al cual uno se apunta o desapunta según la conveniencia: es Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu, incluso en momentos de noche oscura, de eclipse, de crisis y de tormentas.
La cúpula de San Pedro
En el interior de la bellísima cúpula de San Pedro de Roma está escrito en latín y griego el versículo de Mateo 16, 18 en el que Jesús afirma que Pedro es piedra y que sobre esta piedra edificará su Iglesia, contra la cual no prevalecerán las fuerzas del mal y de la muerte. Pero faltaría completar este versículo con lo que Mateo añade poco después en el versículo 23: que Pedro es piedra de tropiezo, piedra de escándalo y Satanás.
El hecho de que Pedro sea pecador y santo, preanuncia ya que la Iglesia es a la vez santa y pecadora, casta y prostituta, según los Padres de la Iglesia. Esto nos libra de todo triunfalismo idealista y espiritualista, nos hace comprender que la Iglesia es humana y divina, que no se le puede entender al margen de su historia concreta, de su peregrinar en medio de debilidades, persecuciones y consuelos de Dios (LG 8). La historia forma parte de la eclesiología, de modo análogo al hecho de que el Jesús histórico forma parte de la cristología.
Y en la historia de la eclesiología podemos distinguir diferentes momentos. El primer mileniolo constituye una Iglesia que, aun en medio de sus tensiones y problemas, vive fuertemente la dimensión de comunidad y comunión, en cambio en el segundo milenio prevalece una eclesiología de poder y verticalidad, clerical, triunfalista y juridicista, la llamada Iglesia de cristiandad, que alcanza su expresión última en los siglos XIX y XX, en la llamada época“piana”, desde Pío IX a Pío XII.
No se pueden olvidar todos los aspectos positivos de evangelización y santidad de este largo período de la Iglesia de cristiandad, la Iglesia de las catedrales y de las sumas teológicas, pero que es también la Iglesia de los Estados Pontificios, de las cruzadas, de las divisiones internas, de la Inquisición, de las guerras de religión, del antisemitismo, de una evangelización muchas veces ligada a los imperios coloniales… De los pecados de esta Iglesia del segundo milenio pidió perdón públicamente el Papa Juan Pablo II en el jubileo del año 2000.
Al alumbrarse el tercer milenio surge un nuevo período eclesiológico, diferente del segundo milenio de cristiandad y en muchos aspectos semejante a las intuiciones de la Iglesia de comunión del primer milenio, pero abierta a los tiempos modernos.
La ventana abierta
Juan XXIII, un hombre enviado por Dios, un campesino sencillo pero intuitivo con la sabiduría del corazón, convoca el Concilio Vaticano II: una ventana abierta al Espíritu que sacude y limpia el polvo acumulado desde los tiempos de Constantino. Se inicia un tercer milenio eclesiológico con cambios profundos en la Iglesia: de Iglesia clerical se pasa a una Iglesia Pueblo de Dios de todos los bautizados, de una Iglesia triunfalista se pasa a una Iglesia peregrina que camina con el pueblo hacia el Reino, de una Iglesia juridicista se pasa a una Iglesia misterio y sacramento de la unión con Dios y con la humanidad (LG 1; 9; 48), de la anatema se pasa al diálogo.
A la muerte de Juan XXIII, Pablo VI prosigue el Concilio y lo lleva a término con sabiduría y eficacia. Es una auténtica primavera eclesial la que se experimenta en la Iglesia en estos años, un verdadero Pentecostés, como había soñado y pedido Juan XXIII. Sin el Vaticano II, afirma el cardenal König de Viena, la Iglesia hubiera sido una auténtica catástrofe.
En América Latina el Concilio fue recibido de forma creativa en Medellín: surge “la opción por los pobres”, que representa la realización del sueño inclumplido de Juan XXIII –de que la Iglesia fuese sobre todo una Iglesia de los pobres–; aparecen obispos cercanos al pueblo, verdaderos Santos Padres profetas de la Iglesia de los pobres como Proaño, Helder Cámara, Méndez Arceo, Samuel Ruiz; surgen las comunidades eclesiales de base, la lectura popular de la Biblia, la vida religiosa inserta en medios populares, el compromiso social y eclesial de los laicos, la Teología de la Liberación y una impresionante floración de mártires asesinados por la fe y la justicia, desde obispos como Romero y Angelleli a teólogos comoEllacuría y religiosas como la hermana Dorothy y un sin número de gente del pueblo sencillo, verdaderos santos inocentes masacrados por gobiernos dictatoriales que se proclamaban católicos.
La ventana se cierra
El Vaticano II, después de tantos siglos de cerrazón eclesial, produjo reacciones extremas. Por un lado, Mons. Lefèvbre y sus seguidores acusaron al Concilio de modernista y protestante. Por otro lado, algunos grupos progresistas exageraron en su aplicación. Por todo ello en Roma cundió el pánico a las divisiones internas, se atribuyó al Concilio todo lo negativo que sucedía en la Iglesia. Pablo VI, que había escrito una admirable encíclica sobre el diálogo (Ecclesiam suam), acabó imponiendo su parecer sobre el celibato y el control de natalidad (Humanae vitae).
Los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI fueron sin duda un ejemplo de testimonio personal y evangélico, y un modelo de dedicación pastoral al servicio de la Iglesia: Juan Pablo II con su fuerte personalidad carismática polaca, misionero incansable que reunía a grandes concentraciones, condujo a la Iglesia con mano firme hasta el tercer milenio; Benedicto XVI, un gran intelectual alemán, enriqueció a la Iglesia con un profundo magisterio teológico centrado en el núcleo esencial de la fe cristiana, reprimió los escándalos sexuales y sorprendió a todo el mundo con el gesto sencillo y humilde de su renuncia al papado…
No obstante, en el transcurso de ambos papados, sea por el miedo a divisiones en la Iglesia, sea por presiones de la curia vaticana, se comienza a propiciar una hermenéutica del Vaticano II más centrada en la continuidad que en la novedad del aggiornamento conciliar. Es significativo a este respecto que Juan XXIII fuese beatificado juntamente con Pío IX, el Papa del Vaticano I. El gran historiador del Vaticano II, G. Alberigo, afirma que pareciera que poco a poco la minoría que en el Vaticano II había quedado de algún modo marginada ahora volviese a enarbolar las banderas de la tradición antimodernista, antiliberal y anticomunista. La ventana abierta por Juan XXIII lentamente se vuelve a cerrar con los gobiernos de Juan Pablo II y Benedicto XVI: recentralización del gobierno, debilitación de la colegialidad episcopal, gran preocupación por la ortodoxia y miedo al relativismo, cesiones a los grupos lefrebvristas y en cambio censura a los teólogos más abiertos, miedo a los ministerios laicales, freno al ecumenismo, nombramiento de obispos más seguros que proféticos, conflictos con congregaciones religiosas abiertas, promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica –cuando los padres conciliares se habían opuesto a ello–, auge de movimientos eclesiales y carismáticos de tipo espiritual que reciben fuerte apoyo del Vaticano, etc.
Se pasa de la primavera al invierno eclesial, la Iglesia tiende a encerrarse en un gueto (K.Rahner), se vuelve a la gran disciplina (J.B. Libanio), es una noche oscura eclesial (J. I. González Faus), comienza una involución: a la revista Concilium sigue ahora la revistaCommunio, al teólogo conciliar Karl Rahner le sucede ahora el teólogo posconciliar Von Balthasar; hay un cisma silencioso de muchos que abandonan la Iglesia. Si añadimos a lo anterior los escándalos sexuales de personas eclesiásticas  significativas, los escándalos financieros y luchas internas de la curia vaticana, se comprenderá el clima de desolación que ha dominado últimanente en la Iglesia.
Francisco, repara mi Iglesia
La admirable renuncia al pontificado de Benedicto XVI, abrumado por la edad y por los escándalos sexuales y financieros y la elección del Papa argentino jesuita Jorge Mario Begoglio, parece abrir un nuevo horizonte para la Iglesia.
Los primeros signos del papado de Francisco son muy positivos y han despertado esperanza en la Iglesia y en la humanidad: su sencillez y humildad de pedir la oración y bendición del pueblo al que llama hermanos y no hijos, el presentarse simplemente como obispo de Roma, el deseo de una Iglesia pobre y de los pobres, la acentuación de la misericordia y de la ternura, el pedir a los pastores a que vayan a la periferia y “huelan a oveja”, su permanencia momentánea fuera del palacio vaticano, sus gestos de acogida a niños y discapacitados y sobre todo el asumir el nombre de Francisco, el poverello que recibió la llamada a reparar la Iglesia, amansó al lobo, abrazó al leproso, entonó el cántico de la creación y se configuró con el Crucificado… Algunos recuerdan la figura de Juan XXIII, sienten que la Iglesia comienza a salir de la desolación de años pasados, en los que la barca de la Iglesia parecía zozobrar por las turbulencias huracanadas de fuera pero también por las resquebrajaduras internas.
Sin duda es todavía muy pronto para valorar la futura línea pastoral del nuevo Papa Francisco, hay que esperar y mantener la esperanza, pero el súbito y radical cambio de la atmósfera eclesial que se ha producido en muy poco tiempo son un signo no solo positivo y alentador sino también un signo claro del profundo deseo de cambios significativos que se respiraba en la Iglesia.
Las tareas pendientes que esperan al nuevo obispo de Roma y que el pueblo reclama son inmensas: volver al Concilio y a la Iglesia de los pobres, descentralización eclesial, participación del pueblo en la elección de los obispos y reforma del método vigente de elección papal, que los sínodos episcopales sean deliberativos y no meramente consultivos, cambios en los ministerios ordenados (celibato no obligatorio para el clero latino, ordenación de hombres casados, acceso de la mujer a los ministerios), repensar la moral sexual y matrimonial, revisión de la pastoral de los divorciados, diálogo con las ciencias y con la biogenética, apertura a la problemática ecológica, acercamiento ecuménico entre las Iglesias, diálogo inter-religioso, mayor consideración a los teólogos, reforma de la curia vaticana y un largo etcétera…
Pero ¿no será esta tarea excesiva para un solo hombre, por más inteligente, capaz, enérgico y evangélico que éste sea? ¿No será una misión imposible?
Desde abajo
En grandes sectores de la Iglesia suele haber una formación eclesial pobre y muchas veces errónea. Se identifica la Iglesia con la jerarquía, la jerarquía con el Papa, el Papa con la curia vaticana; se sobredimensiona la figura papal al que se considera el representante de Dios en la tierra, la Cabeza de la Iglesia, cuando el Papa es simplemente el obispo de Roma, el que preside en la caridad a todas las Iglesias, el que sucede a Pedro en la misión de mantener la fe y la unidad eclesial.
Se olvida con frecuencia que la Iglesia la formamos todos los bautizados, que todos somos el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu, que todos poseemos la unción y los dones del Espíritu (LG 12), que son muchos los que quieren una profunda renovación eclesial. En América Latina son muchos los que desean volver a Medellín y a Puebla, no hacer marcha atrás, no olvidar a los mártires jesuánicos, creer que otra Iglesia es posible, una Iglesia no simplemente de bautizados, sino de discípulos y misioneros de Jesús, como proclama Aparecida.
No hemos de esperar a que las reformas vengan solamente desde arriba. Hemos de comenzar cada uno desde nuestro lugar eclesial a reparar la Iglesia, a proseguir el Vaticano II, a volver al Evangelio, a generar comunidades vivas, a defender la vida amenazada. El Espíritu ordinariamente actúa desde abajo, desde la periferia, desde los no implicados en el sistema social y eclesial, desde los laicos, desde los  jóvenes, desde las mujeres, desde los pobres, desde los indígenas, desde los excluidos de la historia que eran los predilectos de Jesús. Desde ellos el Espíritu clama hoy con gemidos inenarrables pidiendo una vuelta al Evangelio, está llamando a toda la Iglesia a volver a Jesús de Nazaret, pues fuera de Nazaret no hay salvación…
El Papa no está solo en su misión y hallará un gran respaldo eclesial si, por ejemplo, se aleja de la jefatura del Estado vaticano y de toda la parafernalia de banderas, himnos, banca vaticana, guardia suiza, nuncios embajadores y una corte renacentista y barroca… que están muy lejos del mundo moderno de hoy y mucho más del Evangelio y de los pobres de la tierra.
No podemos ser ingenuos, nunca los cambios son rápidos, hay resistencias y debilidades humanas, hay pecado en la Iglesia y en sus estructuras, pero hemos de confiar en la fuerza del Espíritu que continuamente impulsa la Iglesia hacia el Reino, hacia la fraternidad de hermanos y hermanas, de hijos e hijas del Padre, hacia el proyecto de Dios, al sueño trinitario de los orígenes de la creación, a la anciana Iglesia de Adán, de Abel y de los justos de todos los tiempos.
La Iglesia, movida por el Espíritu de Jesús, va hacia el Reino de Dios, del que ella es ya semilla y germen en la historia. No extingamos el Espíritu.
Acerca del autor
Víctor Codina es sacerdote jesuita y teólogo latinoamericano. Nacido en España, desde 1982 vive en Bolivia. Actualmente es profesor emérito de la Facultad de Teología  de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba, a la vez que mantiene contacto pastoral con comunidades de base y sectores populares.

¿Hacia dónde va la Iglesia? ¿Hacia dónde vas?¿Hacia dónde vamos? ... ¿Hacia dónde vamos Iglesia?.

lunes, 29 de julio de 2013

¿Quién soy yo para juzgar?

Sorpresa mundial por las declaraciones de Francisco sobre los homosexuales.

(sorpresa o no tanto)

Los principales medios internacionales encabezan sus portadas con las frases del Papa sobre los gays y la Iglesia católica.

Los medios de todo el mundo destacaban las inesperadas frases del papa Francisco sobre la homosexualidad y la Iglesia.
Diarios de renombre como el New York Times, el Washington Post,The TelegraphIl Corriere y El Tiempo, entre muchos otros, destacaban como noticia del día las declaraciones del pontífice salido de Argentina.
"Si una persona es gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica y dice que no se deben marginar a esas personas y que deben ser integradas en la sociedad", afirmó el Papa en una charla con periodistas en el avión que lo llevó de Río de Janeiro de regreso a Roma.
Los medios destacaban el contraste entre las actitudes de Francisco y su predecesor Benedicto XVI, quien escribió un documento que excluía a los homosexuales del sacerdocio y que rara vez contestaba preguntas de los periodistas.
Fuente: Diario Perfil

jueves, 9 de mayo de 2013

Sapientísimo razonamiento de Su Santidad

"En su momento, David fue adúltero y asesino intelectual y, sin embargo, lo veneramos como un santo porque tuvo el coraje de decir 'he pecado'. Se humilló ante Dios. Uno puede hacer un desastre, pero también puede reconocerlo, cambiar de vida y reparar lo que hizo. Es verdad que entre la feligresía hay gente que no sólo ha matado intelectual o físicamente, sino que ha matado indirectamente por el mal uso de los capitales, pagando sueldos injustos. Por ahí forma parte de sociedades de beneficencia, pero no les paga a sus empleados lo que les corresponde o los contrata ‘en negro'. [...] A algunos les conocemos el currículum, sabemos que se hacen los católicos pero tienen estas actitudes indecentes de las que no se arrepienten. Por esa razón, en ciertas situaciones no doy la comunión, me quedo detrás y la dan los ayudantes, porque no quiero que estas personas se acerquen a mí para la foto. Uno podría negarle la comunión a un pecador público que no se arrepintió, pero es muy difícil comprobar esas cosas. Recibir la comunión significa recibir el cuerpo del Señor, con la conciencia de que formamos una comunidad. Pero si un hombre, más que unir al pueblo de Dios, sesgó la vida de muchísimas personas, no puede comulgar: sería una contradicción total. Esos casos de hipocresía espiritual se dan en mucha gente que se cobija en la Iglesia y no vive según la justicia que pregona Dios. Tampoco demuestran arrepentimiento. Es lo que vulgarmente decimos que llevan doble vida".

domingo, 28 de abril de 2013

IGUAL QUE YO. UN AMOR EN ARCOIRIS.

Domingo 5 º de Pascua.


PRIMERA LECTURA
Hech 14, 21b-27

SALMO
Sal 144, 8-13a

SEGUNDA LECTURA
Apoc 21, 1-5a

EVANGELIO
Jn 13, 31-33a. 34-35





En la comunidad cristiana el modelo de amor es el de Jesús y ese amor alcanza su mayor visibilidad en la cruz. En consecuencia todo amor que se vive en esa comunidad tan especial que llamamos cuerpo de Cristo pasa siempre y tiene como modelo el amor de Cristo. Este mandamiento nuevo que no tiene nada de mandamiento ya no es autoreferencial y no toma como paradigma al amor que yo tenga por mi mismo sino que su indicador es el amor de Jesús de Nazaret por aquellos que en el bautismo se han hecho parte de su cuerpo resucitado. El amor en la comunidad cristiana nace de los estigmas que la coherencia de vida y de sueños producen en aquel que ama hasta dar su vida por todos aquellos y aquellas que son profundamente diferentes a él.

El amor que nace de los estigmas de la cruz es el amor en la diversidad reconciliada, el amor al que es paradójicamente diferente a mí porque yo he dejado de ser el referente y modelo del amor. El mandamiento nuevo que no es mandamiento me pide que nos amemos unos a otros y otras tal como nos amo Jesús de Nazaret. Y ese es el amor más extraño y difícil porque la comunidad cristiana ya nunca más podrá ser un club de semejantes e iguales. Es el fin de las comunidades homogéneas unidas por intereses especiales, por color de piel, por idioma semejante, por nivel económico, por cultura parecida. Nunca más una sola voz en la comunidad cristiana, nunca más un solo color, nunca más una sola profesión, nunca más un idioma universal. La comunidad que nace de la cruz es la comunidad del arcoiris, es la comunidad de aquellos que se contemplan a través de la cruz y se aceptan en esa cruz.

Vivir bajo la Palabra es asumir ese desafío del amor que nace en la cruz y que reconoce que su lugar teológico ya no es junto a los iguales, parecidos y semejantes, sino que es en comunión con aquellos que son diferentes, y que a semejanza del amor expresado por Jesús de Nazaret en la cruz, es amor aún por aquellos que pueden ser enemigos y blasfemos.

Para formar parte de la comunidad cristiana el único requisito es confesar que Jesús de Nazaret es el Señor de la vida y de esa misma comunidad. Las mesas y la cruz de Jesús de Nazaret son nuestros modelos de comunidad y por ese modelo estamos llamados a dar nuestras vidas. La comunidad cristiana se forma y se reconoce cuando amamos como Jesús de Nazaret amo a los distintos, es decir a nosotros mismos. Si queremos ser simientes del Reino y servir al Dios del Reino, es necesario reconocer que la comunidad es siempre una gracia que no nos pertenece. El amor en la comunidad cristiana es siempre un milagro porque no podemos explicar porqué amamos a nuestros hermanos y hermanas que son tan diferentes a nosotros. La única explicación y la única razón es porqué Jesús amó incondicionalmente de la misma manera. La comunidad cristiana es pura gracia. Quien se sienta dueño de decidir quién pertenece y quién no es, para decirlo en pocas palabras, un traidor.

El centro alrededor de la cual esa comunidad, cuerpo del Cristo resucitado, siempre es alrededor de la Palabra que produce siempre sacramentos: a los que escuchan por primera vez les conduce al bautismo de muerte y vida renovada. Los que ya han aceptado el compromiso bautismal de Cristo les lleva a la mesa de comunión para hacer visible esa unidad con Jesús de Nazaret que es el camino de unidad y comunión con el hermano y la hermana diferente que está visiblemente a mi lado.

Esa presencia, toda presencia en la comunidad cristiana, es fuente de alegría, agradecimiento y esperanza. Alegría por la presencia de la Palabra que anuncia “paz sea a todas y todos ustedes” mostrándonos sus estigmas para que podamos tomar conciencia de todos los estigmas y en especial lo nuestros propios. Es fuente de agradecimiento porque sabemos que ninguno de nosotros y nosotras es digno de participar de esa comunidad y de esperanza, porque como desterrados, esperamos que se ponga de manifiesto la razón de nuestra unidad.

En la escucha comunitaria de la Palabra, en el compartir el mismo agua y el mismo pan, reconocemos al Cristo que se nos revela y revela a nuestro lado a un pecador reconciliado igual a nosotros y nosotras. Esa es nuestra fuente de alegría y de esperanza. Somos una comunidad de desterrados reconciliados, de diferentes unidos por aquel que nos hace iguales. “Comunión cristiana significa comunión a través de Jesucristo y en Jesucristo. No existe una comunión cristiana que sea más ni ninguna que sea menos que ésta. Desde el encuentro breve, único, hasta la larga convivencia de muchos años, la comunión cristiana es sólo esto: nos pertenecemos unos a otros únicamente por medio de Jesucristo y en El”.

 Para vivir esta comunión como gracia y nunca transformarnos en usurpadores de comunión, es necesario vivirla en esa perspectiva de gracia, de regalo y comprender nuestro amor fraterno como parte de nuestra comunión que nace en la cruz de Jesús de Nazaret. Somos personas justificadas, no por ser ni lindas o lindos, ni limpitos o limpitas, ni por simpáticos o simpáticas. La pura gracia nos ha llamado a ser miembros de este Cuerpo vivo y resucitado, sin derechos, sin títulos de propiedad.




Hijitos míos, estoy todavía con vosotros, pero por poco tiempo.
Os doy este mandamiento nuevo:
Que os améis los unos a los otros.
Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros.
La señal por la que conocerán todos que sois mis discípulos
será el amor que os tengáis unos a otros.



Lisandro Orlov
Pastoral Ecuménica VIH-SIDA
Buenos Aires. Argentina