“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 21 de diciembre de 2013

Vivir una Navidad políticamente incorrecta.






La reflexión de  hoy es una de esas que incomoda, porque  “falta a lo políticamente correcto”. Sí, y la colocamos justo en medio de estos días cuando lo único que queremos es un poco tranquilidad. ¿Por qué? ¿por qué poner esta lluvia de críticas -que son algo así como una ducha de agua fría- que nos confrontan, nos perturban y nos cuestionan, amenazando nuestra paz justo ahora? ¿No parece acaso fuera de lugar? .

En realidad  lo hacemos porque son estas agudas e incomodas correcciones las que, paradojalmente, se vuelven convenientes, eficaces y seguras para ayudarnos a conseguir esa paz que tanto anhelamos. Porque sacudiéndonos un poco nos permiten mirar más allá de lo rutinario, para volver a lo esencial. Nos despiertan, por así decir, del sueño de lo superficial, de lo mundano, o incluso de lo bueno, pero a fin de cuentas accesorio. Estas críticas nos ayudan a replantear de nuevo el único motivo que puede traernos una auténica “noche de paz y de amor” en estas fiestas. Ese motivo que en realidad funda y da sentido a la fiesta que celebramos. Ya muchos siglos atrás el mismo San Agustín utilizó este método, cuando en uno de sus sermones decía:
«Despierta hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre. Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo.» (Sermón 185: PL 38, 997-999)
Esto es lo que de alguna  manera  decimos hoy: “Despierta tú que solo piensas en los regalos que vas a recibir o a regalar” “Despierta tú que solo te preocupas de que ropa vas a vestir y de lo que pensarán los demás” “Despierta tú que solo esperas un momento de paz y de fiesta pasajeros, o incluso de diversión mundana”… Despierta,  por ti Dios se hizo hombre. Y también para aquellos que se encuentran en el lado opuesto: “Despierta tú que vives sin un sentido y no crees ya en nada ni nadie” “Despierta tú que no tienes ningún motivo para levantarte esta Navidad a celebrar” “Despierta tú que vives en profunda soledad, tú que sufres en el silencio y la incomprensión”  … Despierta, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará.
He aquí la gran y única verdad que resiste toda prueba y que por ende puede traernos una felicidad auténtica: existe Alguien que nos ama con locura, incondicionalmente, sin medidas, y viene a nuestros encuentro en estos días. Es algo que nos recordaba el entonces Papa Benedicto XVI en una bonita homilía del 24 de diciembre del 2011 en la noche, cuando comentando la lectura del profeta Isaías decía: «Nos encontramos ante una visión que va, mucho más allá del momento histórico, hacia algo misterioso que pertenece al futuro. Un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia, es Padre perpetuo. Y la paz será “sin límites”». En estos días de fiestas, viene Aquel que nos promete una paz sin límites. Viene un niño que quiere despertarnos del sueño, del sopor de lo demasiado terreno, de lo demasiado humano, para hacernos mirar como el profeta hacia el futuro. Pero no ya un futuro lejano y oculto, algo así como una promesa que vendrá, mas no todavía. No. Se trata más bien de mirar un futuro que se ha hecho presente, que se ha hecho tangible, que se ha condensado en un punto especifico de la historia, en el nacimiento de un pequeño.
Dios hace algo realmente impensable, toma ese futuro que tanto aguardamos y lo inserta en el presente. Esa vida eterna que tanto anhelamos, es decir, el Amor infinito de Dios, se ha hecho carne y ha venido a habitar en medio de nosotros, en medio de la Historia…de nuestras historias ( de nuestra historia personal; la mía, la tuya). Podemos así desde este momento tocar, ver y abrazar la eternidad. El Amor infinito se ha puesto al alcance de la mano.
He aquí el verdadero motivo de nuestra alegría y de nuestra fiesta: Dios ha tocado con su Amor la historia y el tiempo, abrazando de forma plena e incondicional todo lo nuestro (nuestros dolores, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, nuestras esperanzas…). San Agustín que entendió bien la magnitud de esto, nos exhortaba en el mismo Sermón antes citado: «Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal».

Por Daniel Prieto

“El Circo de la Mariposa”





El Circo de la Mariposa es un corto protagonizado por Eduardo Verástegui y Nick Vujicic que ha sabido condensar en apenas 20 minutos una profunda historia de aceptación, reconciliación y esperanza. La trama gira en torno al Sr. Mendez, quien dirige el Circo de la Mariposa, y Will, un hombre sin extremidades, principal atracción de una feria donde abundan personas con alguna anormalidad física. Cuesta entender el atractivo que tiene para tanta gente el mal y la desgracia ajena que, lamentablemente, no es solo cuestión de ficción, sino que se observa de muchos modos en la sociedad de hoy.
 «Eres magnífico», exclama Mendez al conocer a Will, y este último entiende mal sus palabras y le escupe. No se ofende el director del circo, capaz de valorar a Will por ser quién es y no por sus capacidades o discapacidades. Su actitud será un primer cuestionamiento para Will, que resultará en éste último uniéndose al Circo de la Mariposa, sin comprender realmente lo que está detrás de esta peculiar agrupación de personas.
¡Qué diferencia hay entre el Circo de la Mariposa y las ferias a las que Will estaba acostumbrado! Nada de realmente inspirador había en estas últimas, habituadas a entretener con el morbo y la degradación ajena. Algo empezará a vislumbrar Will al tomar contacto con un mundo nuevo lleno de color y amistad, donde las habilidades están al servicio de la alegría, donde los talentos son desplegados para llevar una sonrisa y despertar el asombro.
 En este punto la obra nos muestra la futilidad de compararnos con los demás, que en tantas ocasiones no es sino fruto de una mirada absurdamente cerrada sobre uno mismo. Es, precisamente, lo que le sucede a Will, lleno de autocompasión al constatar las habilidades de los demás y dar por descontado que no posee ninguna. Mendez tendrá razón al señalarle que su principal problema es haber creído lo que los demás le han dicho. Lo encara, de modo directo, señalándole sin miramientos, pero con gran paciencia y caridad,las ideas irracionales que lo atan. No están los problemas en carecer de extremidades u otras supuestas dificultades, sino en aquellas invisibles cadenas interiores que atan con mayor fuerza que cualquier obstáculo externo.
 Will comprenderá que no es el único en tener problemas ni enfrentar dificultades. Ha sido, por el contrario, la experiencia de todos los integrantes del Circo de la Mariposa. Todos y cada uno han pasado por el capullo de la prueba y el dolor por la propia debilidad o insuficiencia para, transformados, alzar vuelo con belleza y armonía. «¡Mientras más grande el desafío —le explicará Mendez en una frase clave— más grande la gloria!».
 Le costará a Will entender la fuerza y la belleza que brotan del interior de un corazón reconciliado, capaz de convertir la monotonía en espontaneidad, la debilidad en fortaleza, la tristeza en alegría. La clave residirá en no sentir lástima de uno mismo, no pensar que la propia situación es la más miserable de todas —tentación tan frecuente—, ni mirar tanto el talento ajeno para ser ciegos a los propios dones.
El camino para Will no será fácil, y se muestra en ese proceso una hermosa dimensión de la amistad: amigo no es el que procura que nos sintamos cómodos, sino el que nos alienta a vencer nuestros obstáculos, el que nos reta para ser mejores e invita a crecer. Will entonces hallará no solo un horizonte hasta entonces insospechado de autenticidad y libertad, sino también uno de los dones más grandes y hermosos: la posibilidad de llevar alegría y esperanza a otros desdichados de la tierra. 
Por Kenneth Pierce.

sábado, 7 de diciembre de 2013

El reino pacífico: el desafío del Adviento de Dios

8 de diciembre de 2013
Domingo 2º de Adviento. Año A.

Publicado por 

¿Cómo podemos crear un nuevo mundo de justicia para todos, sin tratar de destruir al enemigo?

Aunque Isaías utiliza imágenes de diferentes animales viviendo en armonía (el familiar reino pacífico del león junto al cordero) como una forma de hablar de un ideal de esperanza para el mundo, hoy podrían servirnos mejor ejemplos humanos para este tipo de cambio revolucionario. ¿Qué tal si el reino de Dios se parece a un hombre gay y a una mujer musulmana heterosexual partiendo juntos el pan? ¿O a un pastor heterosexual del Sínodo Luterano de Misuri [o a un cura navarro del Opus] y una lesbiana latina [o gitana] construyendo juntos una casa como hábitat para la humanidad? ¿O a una persona transexual encontrando ayuda para elegir un nuevo vestuario, en un vecino que antes la había mirado con desprecio? Nos anima una promesa de total transformación del mundo heterosexista y homófobo que ahora experimentamos, especialmente porque enemigos estructurales se convertirán en promotores del bienestar mutuo.

En los pasajes del Nuevo Testamento, el problema no es la fuerza opresora que destruye las vidas de la población indígena, sino que el problema más bien es el pueblo mismo. En Romanos 15, Pablo interpreta a Isaías como una justificación para atraer a los gentiles rechazando al propio pueblo de Dios. En Mateo 3, Juan el Bautista identifica a su propio pueblo, a los fariseos y saduceos, como la fuente del problema, y no a la opresión social ejercida por los romanos sobre los judíos colonizados.

Por una parte, uno puede ver a Juan el Bautista como ejemplo de cómo las personas LGBT y otras en los márgenes exigen arrepentimiento y cambio, pero con frecuencia son perseguidos y despedidos como maniáticos. Como Juan, la comunidad LGBT puede causar temor a otros, pero tenemos un mensaje poderoso y necesario: el mundo no es como debería ser, el cambio es posible.

Por otra parte, uno se pregunta si Juan también sirve de ejemplo de cómo la comunidad LGBT, entre otras, podría estar tentada a usar la amenaza contra aquellos que ellos juzgan indeseables o peligrosos. Juan llama a los que no se bautizan "generación de víboras" (Mateo 3: 7), y esto podría sonar igual que un hombre gay privilegiado quejándose: "vosotras tortilleras y drag queens, nos lo ponéis difícil a los demás"; o que un predicador negro diciendo: "vosotros raperos, estáis creando malas dinámicas en la comunidad".

Asumir la responsabilidad mutua incluye reconocer nuestra opresión interiorizada al luchar por crear un mundo donde la opresión no sea ya la norma y donde los oprimidos no inflijamos violencia "justa" sobre los que consideramos nuestros enemigos.

Este Adviento, ¿qué se requiere de las personas heterosexuales para convertirse en aliados leales de las personas LGBT y su movimiento de justicia? Y no menos importante: ¿Qué se requiere de las personas LGBT para hacer avanzar el reino de justicia de Dios?.

Santo Dios, que vienes a estar con nosotros
en nuestras luchas y en nuestras esperanzas,
guíanos, te pedimos, para vivir con integridad y alegría.
Haznos capaces de resistir el impulso,
dentro de nosotros y a nuestro alrededor,
de crear enemigos.
Aumenta nuestro hambre y nuestra sed de relaciones justas
con todas las personas, nosotros mismos incluidos, y con la misma tierra.
Amén.

Que en esta búsqueda sepamos ver la estrella de Belen que nos ilumina en el camino.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Hombres de Paz.


El Papa, en la ventana del ángelus

Francisco clama por un mundo que sienta "la esperanza de la paz"

"¡Es posible que las armas se transformen en instrumentos de trabajo!"

El Papa pide que todos los enfermos de SIDA, "sin excepción, tengan acceso a la atención que necesitan"


Comienza el Adviento, el tiempo de espera y de esperanza. De "esperanza en camino", como apuntó este mediodía el Papa Francisco. Tiempo de vivir, de creer, y también de soñar. De soñar un mundo sin guerras en el que, como decía Isaís, "ninguna nación levante su espada contra otra nación". "¡Es posible que las armas se transformen en instrumentos de trabajo!" clamó el Papa ante el aplauso de miles de fieles.
"El Señor es fiel, Él no nos abandona", aseguró Bergoglio, quien pidió a los asistentes al Angelus dominical que "descubramos la belleza de lo que está en camino. La Iglesia, con su vocación de misión, la Humanidad entera está en camino a través del tiempo".
Un camino, "¿hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Cuál es esta meta?", se preguntó el Pontífice, que recordó cómo el Antiguo Testamente tenía como meta Jerusalén. "La Revelación ha encontrado en Jesucristo su cumplimiento. Jesucristo es el templo del Señor. Jesús es la meta de todo el peregrinaje humano".
Isaías y su llamamiento a la paz mundial. "¿Pero cuándo sucederá esto?". Es posible, "¡es posible que las armas se transformen en instrumentos de trabajo!", en Siria, Oriente Medio, en el mundo que sufre. "Tenemos esperanza en que una paz será posible", dijo el Papa, pero para ello "es necesario renovar siempre el objetivo común, el horizonte de la esperanza, para hacer un buen camino".
Tras el rezo del Angelus, Francisco recordó que "hoy es el Día Mundial de la lucha contra el VIH / SIDA". "Expresamos nuestra cercanía a las personas que se ven afectadas, especialmente los niños", señaló el pontífice, quien agradeció "el trabajo silencioso de muchos misioneros y comerciantes. Oramos por todos, incluso para los médicos e investigadores. Cada persona enferma, sin excepción, tengan acceso a la atención que necesitan".

(Jesús Bastante).- Fuente: PERIODISMO DIGITAL

Adviento, regalo y tarea de paz.

Domingo 1 de diciembre de 2013 
Domingo 1º de Adviento.



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Las lecturas de este primer domingo de Adviento retoman el motivo de los últimos domingos anteriores: el mundo viejo acaba , pero al mismo tiempo ellas anuncian la llegada de un Año Nuevo de Paz, trazando un camino de esperanza que lleva a la “Montaña de Dios”, a la Fraternidad universal de Sión donde, según Isaías 2, hombres y mujeres de todos los pueblos podrán escuchar, aprender y compartir “la ley de la paz”. 

De esa manera, el regalo de la Paz (¡Dios es Shalom) se vuelve tarea de gozo y comunión para los hombres. Hemos aprendido a construir bombas atómicas, hemos sido capaces de explorar casi todas los fuertes y fronteras de la tierra. Ahora nos queda la empresa más fuerte, la más importante: Aprender la lección de la paz y realizarla sobre el mundo. Ése es el don y camino del Adviento que hoy empieza.

Éste es el mensaje central, ésta la esperanza y la tarea del adviento, como en otro plano ha puesto de relieve, estos mismos días, la nueva y sorprendente exhortación del Papa Francisco: Evangelii Gaudium, la alegría de la Buena Nueva del evangelio de la reconciliación universal.
Dios nos invita en Adviento a la alegría de una vida que es gracia (todo es don ), pero que, al mismo tiempo, viene a presentarse como gran tarea: El Dios del Adviento nos llama a su “montaña”, para allí recibir el itinerario de la paz.
Seamos como ese muchacho cargado de globos de colores, que avanza, bicicleta en mano, hacia el horizonte de las ilusiones de la vida.
– Seamos como esa paloma de paz, con el brote de olivo en el pico, para recordar la historia de Noé saliendo del arca del diluvio al ancho espacio de la vida
En esta línea quiero ofrecer hoy mi pequeño manifiesto de Adviento. He presentado estas ideas otras veces en el blog. Pero hoy es un momento especial para hacerlo, con el Papa Francisco, al comienzo del adviento.


La Iglesia está comprometida a ofrecer y enseñar el camino de paz de Jesús, desde los pobres y excluidos, no con pactos de Estado, ni con grandes palabras, sino con el testimonio de su vida. Educar en la paz mesiánica no es para ella algo secundario, una asignatura más, sino su propia esencia. Es importante la doctrina, pero mucho más importante es el testimonio de la Iglesia, que puede y debe presentarse como educadora de paz, no en teoría, sino en la misma calle de la vida, desde los más pobres, como hizo Jesús, iniciando con ellos un camino que lleva a Jerusalén (paz mesiánica). De esta educación para la paz, propia de la Iglesia y de otros grupos religiosos y sociales, depende el futuro de la humanidad. O aprendemos a vivir en (para) la paz o acabamos matándonos todos.
Para educar así en la paz, la Iglesia debe introducir su palabra (introducirse) en el proceso educativo y en la vida social, en la familia y en el mundo y en los medios de comunicación, ofreciendo la alternativa de Jesús encarnada en sus instituciones eclesiales. No se trata de enseñar unos contenidos separados de la vida, ni de una crear una nueva asignatura escolar para los niños, titulada quizá, Educación para la Paz, cosa que puede ser buena (¡mientras los padres seguimos en nuestras guerras!), sino de lograr que los cristianos sean, en particular y como Iglesia, hacedores de paz.


No se puede hacer la paz sin cambio económico y sin superar las instituciones de violencia del Estado y de otros grupos sociales, pero esa superación no se puede hacer por guerra, sino a través de un diálogo entre todos los grupos sociales y con un compromiso especial de los creyentes (los que creen en Dios o en la Realidad suprema, como Paz). No se puede hacer la paz sin un cambio cultural y político… y, sobre todo, sin una transformación radical de las personas.
No hay educación para la paz sin un fuerte desarrollo afectivo y un intenso compromiso a favor de los niños etc. (en esta línea habría que seguir desarrollando todo lo anterior). La educación para la paz no es una asignatura escolar (aunque pueda serlo), sino un proyecto y programa de vida, de niños y mayores, a favor del ser humano, un proyecto que puede y debe expresarse ya como una huelga activa, universal no-violenta, pero muy intensa, en contra de las instituciones y sistemas que se oponen al despliegue de esa paz.
El único realismo es aquí la utopía de la paz. No podemos ser “realistas violentos”, buscando un pacto entre los poderes fácticos (capital, ejército, medios de comunicación…), como se ha venido haciendo, con resultados siempre negativos. Hay que pasar de la política de los pactos a la “ruptura mesiánica de Jesús, a la paz del Monte Sión, fundada en el perdón y la concordia, en el regalo de la vida.

Tiene que tratarse de una insumisión provocadora, como la de Jesús, cuando subió a la Jerusalén armada montado en un asno de paz y entró de esa manera (¡sobre el asno de paz!) en el mismo templo, defendido por la guardia militar de los sacerdotes (cf. Mc 11, 1-11). Sólo si la Iglesia opta de esa forma por una “insumisión provocadora y amorosa”, al servicio de los pobres, en gesto de paz, podrá decirse que ella cree de verdad en su evangelio, es decir, en su oración del Padrenuestro.

Este gesto de insumisión creadora ha de hacerse ya, sin esperar más (este año 2013), culminando así la ruptura del pacto constantiniano, que había vinculado a la iglesia con los poderes políticos y militares (en el imperio romano ambos eran inseparables).
– Antes, quizá, eso no era posible. Sólo algunos profetas como Francisco de Asís veían la necesidad evangélica de superar toda la “política armada”.
– Hoy empezamos a verlo ya todos, sin necesidad de ser profetas, siendo sólo cristianos. En nombre de ellos pido a las iglesias, y en primer lugar a la mía, a la Católica Romana, que rechacen su pacto con las armas, para convertirse en signo y principio de una paz universal.


Para educar así en la paz, la Iglesia debe introducir su palabra (introducirse) en el proceso educativo y en la vida social, en la familia y en el mundo y en los medios de comunicación, ofreciendo la alternativa de Jesús encarnada en sus instituciones eclesiales. No se trata de enseñar unos contenidos separados de la vida, sino de lograr que los cristianos sean, en particular y como Iglesia, hacedores de paz. 

De esta educación para la paz, depende el futuro de la humanidad. O aprendemos a vivir en (para) la paz o acabamos matándonos todos. 

Como he dicho ya, no se puede hacer la paz sin cambio económico y sin superar las instituciones de violencia que nos dominan, pero esa superación no se puede hacer por guerra, sino a través de un diálogo entre todos los grupos sociales y con un compromiso especial de los creyentes (los que creen en Dios o en la Realidad suprema, como Paz).

No se puede hacer la paz sin un cambio cultural y político… y, sobre todo, sin una transformación radical de las personas.


Del blog de Xabier Pikaza.