“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

miércoles, 24 de diciembre de 2014

DIA DEL ENCUENTRO

¡ Hoy nos ha nacido el salvador, que es el mesías, el Señor !

¡ FELIZ NAVIDAD !





El equipo de Católico y Gay les desea una Feliz Navidad, pidiéndole al Dios de la Vida que seamos hoy y siempre lugar de encuentro.

¡ FEliz naviDAD !

domingo, 23 de noviembre de 2014

Cristo Rey ... o el juicio del hambriento



Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

¿Cómo nos va a extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él? ¿Cómo nos va a extrañar que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

Según el relato de Mateo, comparecen ante el Hijo del Hombre, es decir, ante Jesús, el compasivo, «todas las naciones». No se hacen diferencias entre «pueblo elegido» y «pueblo pagano». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿Qué hemos hecho con todos los que han vivido sufriendo?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un Juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren, se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino…

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.


José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS

sábado, 15 de noviembre de 2014

Dios no está muerto

Hay un tiempo para cada cosa, nos enseña la Biblia. Durante mucho tiempo actué como laico comprometido, y me refiero a más o menos 14 años. Ahora mis actividades son otras, y ya casi no he escrito aquí. He estado más ocupado con las cuestiones de mi demandante trabajo, pero qué más puedo hacer, estoy en la década perfecta para producir y lo estoy haciendo. Por otro lado, estoy muy preocupado con la actual situación política y social de mi país, México. Oren por nuestra patria por favor, necesitamos a Dios más que nunca en toda mi vida.

 Pero ahora, hago este pequeño paréntesis y vengo en este momento para hacer una pequeña reflexión y declarar que DIOS NO ESTÁ MUERTO.

Por lo que le doy enormes gracias, por su Misericordia y su Rigor, pero sobre todo, porque los últimos hechos sucedidos en la Iglesia, en el Vaticano, me demuestran que la lucha que he tenido desde los 18 años de edad ha sido por el camino correcto. La defensa del Amor en el Evangelio. La defensa de los Derechos Humanos.

Gracias a todos nuestros hermanos que nos acompañan en la lucha y que han sido mucho más consistentes y dedicados que yo. Todos aquellos hermanos que se encuentran con este blog y cuyo contenido les ha ayudado, gracias también. Los tengo presentes constantemente en mis oraciones.

¡Que la paz de Dios esté con todos ustedes!

domingo, 26 de octubre de 2014

Dos en uno: Amar Dios “y” amar el prójimo.


Tiempo ordinario. Ciclo a, Mt 22,34-40.


Tanto el escriba fariseo como Jesús a quien pregunta saben que mandamiento es aquello que se cree y hace, pues no hay división entre fe y praxis, ni “ortodoxia” separada de la vida, pues sólo se cree de verdad aquello que cumple. 

"Cuando el escriba pregunta por el mayor mandamiento, suponiendo que es uno, Jesús responde diciendo que hay dos (amar a Dios y amar al prójimo), que son distintos, pero inseparables."

Éstos son los dos primeros (y únicos) artículos del credo, las señales del cristiano: Uno es sobre Dios, otro sobre el prójimo, inseparables ambos, pero distintos en su unidad.


Texto. Mateo 22,34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”
Él le dijo: “”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero.
El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.”



Se suele decir que este doble mandamiento recoge la experiencia más profunda de la teología israelita, que se funda en el Shema (amar a Dios: Dt 6, 4-9; cf. también Dt 11, 13-21 y Num 15, 37-41) y se abre en el mandato de amar a los demás, como propone Lev 19, 18 y otros textos semejantes de la Biblia.

Este “doble mandamiento” es muy judío, todas sus bases son bíblica, pero un investigador muy riguroso como J. P. Meier, Judío marginal IV, 483-505, ha demostrado que en su forma actual (como aparece aquí) no había sido formulado por ningún judío antiguo. Se trata, según eso, de algo nuevo (muy nuevo) de Jesús, siendo, al mismo tiempo, lo más antiguo.



Ciertamente, la pregunta es buena, aunque pueda haberse formulado con malicia, porque las diversas escuelas judías discrepaban sobre el “primer” mandamiento… (¡lo más importante!) y, además, porque parecía que Jesús no respetaba la unidad de Dios, tal como afirma el Shema: Dios es uno.

Los que así preguntan son hombres cumplidores de los mandamientos y, en contra de lo que suele decirse, su problema no está en que esos mandamientos sean numerosos (más tarde se recopilan 248 positivos y 365 negativos, en total 613), pues muchos resultaban evidentes en aquella sociedad, sino en la forma de “ordenarlos”, destacando lo importante, y entendiendo los demás como una aplicación o consecuencia.

Jesús, dos mandamientos

Le piden que diga el primero, pero él responde diciendo que hay dos, no basta uno:
a. Primero: amar a Dios (dejarse amar por Dios, según el Shema). En este contexto Jesús es plenamente. Mantiene la unidad de Dios por encima de todas las cosas.

b. El segundo es “igual” al primero… y se condensa en un solo mandato: Amar al prójimo como a sí mismo”…

‒ En el fondo de los mandamientos, el fariseo busca el mayor de todos, como si los 613 se pudieran condensar en una misma y única raíz.

‒ Pues bien, Jesús no responde con uno sino con dos, como indicando que al principio no hay un tipo de monismo (sólo Dios o sólo el hombre) sino un dualismo básico, un diálogo entre Dios y los humanos.

Respuesta 1ª. Amar a Dios (con el Shema de Dt 6 y de Mc 12, 28-34).

Jesús responde insistiendo en aquel fundamento del que brota la vida del hombre, diciendo: “escucha”, acoge la voz de Dios. Sólo quién oye bien puede cumplir lo mandado.

– Escucha (hebreo shema’, griego akoue): Déjate amar. Este es el principio de todo mandato: oye, es decir, atiende a la voz, acoge la Palabra, descúbrete querido. En el fondo dice: no te cierres, no hagas de tu vida un espacio clausurado donde sólo se escuchan tus voces y las voces de tu mundo. Más allá de todo lo que haces y piensas, de todo lo que deseas y puedes, está el ancho campo de la manifestación de Dios: abrirse a su voz, mantener la atención, ser receptivo ante el misterio, ese es el principio y sentido de toda religión, esa es la verdad del mandamiento.

El Israel mesiánico (Cristiano) es la Comunidad de aquellos que “escuchan” a Dios, es la Iglesia de Jesús, la totalidad de los hombres y mujeres capaces de recoger amor (dejarse amar, naciendo en amor a la vida). Comunidad de personas que se mantienen atentas, oyendo la misma Palabra: ese es el pueblo (esa es la humanidad) que brota de Dios.

– El Señor, muestro Dios, es Señor único. Pagano (en el sentido negativo) es quien se pierde adorando muchos dioses (ídolos). Israelita, en cambio, es quien sabe a acoger al único Dios (que es “nuestro”, de Israel, siendo universal). La palabra fundante del mandato pide al creyente que “escuche” sólo a Dios, a un Dios que uno (ehad, heis): que se deje transformar por él, que acoja su revelación (que es amor)… y que no crea a ningún otro posible “señor” de los que existen (quieren imponerse) sobre el mundo.

–Amarás… Dios habla desde su propia transcendencia gratificante, como amor… Habla Dios amando todo, y haciendo así que todo sea (como sabe y dice el libro de la Sabiduría, comentando el Shema y el principio de la creación). Pues bien, Dios ha creado al ser humano de tal forma que le hace capaz de responderle, es decir, de escucharle en amor y responderle amando, en comunicación personal. La unidad de Dios es “unidad de amor fundante”. Sólo hay un Dios/Señor (Yavé, Kyrios…) porque hay un amor originario que lo crea y lo sostiene todo. Eso significa que el “poder” es amor (que no hay más poder que el amor), es decir, que el amor todo lo puede, todo lo hace.

Amarás, serás amado

Por eso, decir “amarás” significa decirle al hombre que sea él mismo, que reconozca su identidad y su grandeza, que se atreva a “amar”, es decir, a vivir en libertad creadora, a “recrear el mundo amando”. En ese sentido, amar es liberar: dejar en libertad al hombre, para que sea él mismo, para que se arriesgue a vivir en amor.

En esta perspectiva, el amor del hombre no es el punto de partida (¡no somos nosotros los que amamos primero!), sino una respuesta: Podemos amar porque somos amados. Ese amor no es algo que brota por instinto natural (que no es cosa mala, pero es insuficiente), no es una simple expansión de la especie. Entendido en sentido fuerte, ese amor es gesto de respuesta agradecida, algo que brota cuando se descubre que Dios nos ha ofrecido su palabra y asistencia.

Cuando se dice que Dios es Uno (Ehad, Heis) se está diciendo que es sólo y puro amor. Se está diciendo que no hay otro principio: No hay un odio frente (contra) el amor; no hay ningún tipo de divinidad alternativa (cosmos o destino, dios o diablo…). Sólo el amor es Dios, y sólo hay un Dios (un principio de toda realidad) que es el amor.

Pues bien, frente a todos los restantes “animales” conocidos, el hombre es el único que puede escuchar la voz de amor de Dios, como Gracia y Palabra fundante a la que él pude responder. Como agraciado de Dios, capaz de acoger su palabra/amor y responder, viene a descubrirse aquí el israelita (es decir, todo hombre o mujer que cree).

Mandato 2º Amarás al prójimo. Dos amores consubstanciales

Al lado de ese “primer” mandamiento Jesús ha situado un segundo (deuteros), que ya era conocido, pero que no había recibido la importancia que le da Jesús. Un mandamiento que es segundo (deuteros) y por tanto distinto, pero semejante al primero: “Amarás a tu prójimo…”.

Como el amor es “uno” (agapêseis) y el “objeto” del amor son dos (Dios y el prójimo) se plantea aquí una especie de “consubsancialidad”, esto es, de identificación entre Dios y el prójimo. Éste es en el fondo el mismo tema que plantearán más tarde los concilios de Nicea y Calcedonia:

‒ Concilio de Calcedonia (451): Jesús es Dios y hombre… Siendo un hombre, Jesús es consubstancial a Dios, “homo-ousios”, de la misma ousía, de forma que en Jesús amamos, al mismo tiempo a Dios y al prójimo (dejándonos amar por Dios y el prójimo).

‒ Mt 22, 39: “El segundo mandamiento (amar al prójimo) es igual al primero… (amar a Dios). Ciertamente, la palabra que emplea el evangelio es “homoios” (semejante) y no “homo-“ (igual), de manera que, según las controversias teológicas posteriores, podríamos hablar de un “homoiousios” en vez de un “homoousios”, como se dijo una y otra vez en la disputas arrianas.
Un desbordamiento: del Amor a Dios (Shema) al amor al Prójimo.

En este lugar de desbordamiento creador (donde Dios se hace prójimo) nos sitúa Jesús. Si sólo hubiera la primera parte (escuchar a Dios y responderle) el ser humano podría acabar en un espiritualismo teológico. Pues bien, para superar ese “riesgo”, retomando, pero situando en un lugar nuevo una palabra clave del judaísmo de su tiempo (Lev 19, 18), Jesús interpreta y amplia el amor a Dios diciendo: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

La novedad de Jesús está en la fuerza que ha dado al término común agapêseis (amarás: hebreo ‘ahabta) de Dt 6, 5 y Lev 19, 18, uniendo los dos mandamientos (amores) y diciendo que no hay “otro” mayor que estos. Son dos amores, pero forman uno solo, son aquello que el escriba llamaba el primero de todos (prôte pantôn de 12, 28).

a. En ese sentido, con el buen judaísmo, podemos y debemos decir que en el principio está la Unidad: Sólo Dios, sólo un Dios…

b. Pero es unidad aparece, ya desde el principio, como unidad dual “Dios con el prójimo”, es decir, con los hombres. Quizá pudiéramos decir que en el principio está la dualidad: la relación con Dios se vuelve relación con el prójimo, es decir, de persona con persona, en el mundo, en gesto de encarnación.

Elementos del amor al prójimo:

– Amarás al prójimo. Lo primero es amarás a Dios, es decir, al principio de su vida. Pero ese amor resulta inseparable del amor al prójimo, en el que Dios se manifiesta (en el que Dios se encarna). Por eso, quien dice “amar a Dios” (religión) está diciendo “amar al prójimo” (compromiso de solidaridad humana)
– Como a ti mismo. La medida del amor de Dios era no tener medida: experiencia de apertura infinita (con todo tu corazón, con toda tu alma). Pues bien, la medida del amor al prójimo es ahora mi propia medida: Yo mismo soy amor: me amo a mí mismo amando al prójimo y viceversa. En ese sentido hay un amor propio que no es egoísmo sino apertura y solidaridad: No puedo amar al prójimo sino soy amor (si no me amo).
Entre el amor a Dios y al prójimo (y el amor a mí mismo) hay una relación que todo el NT se esforzará por explicitar, desde el anuncio de Reino de Jesús y la experiencia eclesial de la pascua. Por ahora el tema queda abierto. Jesús lo ha planteado de forma general, de manera que cada uno de los grupos judíos lo puede interpretar en clave algo distinta, como indicará el siguiente tema.

Credo fácil, credo exigente

Este credo del amor doble parece fácil y en principio pueden aceptarlo no sólo los cristianos, sino también los judíos, y otros creyentes (budistas, hindúes) e incluso no creyentes, siempre que ‘Dios’ sea símbolo de aquello que define y sustenta en plenitud a los humanos, sabiendo que ha llegado el ‘tiempo’ de la plenitud.
Pero es también un credo exigente, pues implica descubrir al prójimo y amarle (es ‘como yo’). Teóricamente parece más fácil creer en la Trinidad y otros ‘dogmas’ cristianos, judíos o musulmanes, pues lo que ellos piden puede (podría) aceptarse básicamente, sin cambiar vida de los fieles. Pero, de hecho, este mandato de amor al prójimo, unido al del amor de Dios, es más exigente y define toda la vida y acción de los fieles.
Éste es un credo de amor o comunicación y supone que los hombres pueden y deben comunicarse, pues se encuentran fundados en una Gracia antecedente de Amor que es Dios, a quien conciben como principio de toda unión de amor. Este es un credo de comunión inter-humana: el creyente encuentra a Dios como Amor en las raíces de su vida (en su corazón y en su mente), descubriendo que puede y debe amar a los demás como ‘otro yo’, aceptarles como diferentes.

Dos en uno: Amar Dios “y” amar el prójimo.

Fuente: Del blog de Xabier Pikaza

domingo, 21 de septiembre de 2014

Ya no hay cristianos en Irak

Dice Su Santidad que ya estamos viviendo la Tercera Guerra Mundial, pero que esta vez es por etapas y que vienen por nosotros. Todos los seres humanos son nuestros hermanos, pero en Medio Oriente tenemos unos extraños que bajo los preceptos de Mahoma han extraviado el camino. Y aunque al parecer los preceptos de Alá son muy similares a los de Yavé (después de todo solo existe un Dios verdadero), este sector de musulmaenes irakis y sirios han interpretado mal las escrituras.

La sharia Al islamiya (شريعة إسلامية) es la aplicación de la ley islámica en determinado territorio. Si, tal como era con nosotros en los tiempos de la edad media y los sacerdotes tenían una influencia que hoy sería inimaginable en las democracias modernas.

Aplicar la sharia en un país donde su población está de acuerdo con ello está completamente bien, pero el Corán, al igual que la Biblia, puede ser muy peligroso si lo interpretan personas que no comulgan con el espíritu del amor. Este derecho islámico rige la forma de culto al Omnipotente, pero también la moral, las cosas permitidas y las prohibidas y en muchos casos (porque cada país es diferente) funciona como un tipo de código civil.

Hablar del islam llega a ser muy complicado, por lo extenso de sus tradiciones y lugares de influencia, lo es casi tanto como hablar de la cristiandad. Sin embargo, hoy quiero pedir ayuda, porque la sharia puede llegar a golpear a los lectores de este blog en dos sentidos fundamentales.

El primero de ellos es la homosexualidad. El islam tiene una parte de sus raíces en la tradición judeo-cristiana. A tal grado que Adán es reconocido como nuestro primer padre y el primer profeta, pero también lo es Abraham, como padre de Isaac e Ismael, Moisés e incluso Jesus y María figuran en el Corán. Por lo tanto, y estoy dejando de lado muchos factores, la homosexualidad llega a ser penada por el estado con la muerte.

El segundo es el cristianismo. Hace unos párrafos les explicaba que en Irak y Siria hay un grupo de musulmanes que están malinterpretando el Corán, ellos se hacen llamar Estado Islámico de Irak y de Levante (ISIL o ISIS por sus siglas en inglés). Este Estado Islámico es un grupo terrorista altamente influenciado por Al-Qaeda que ha estado conquistando varias ciudades en esos países, pero desafortunadamente tiene muchos representantes en países del mundo como Canadá, Australia, Estados Unidos, México, Argentina y muchos más.

Abu Bakr al-Baghdadi, auto proclamado califa (líder político y espiritual) de todos los musulmanes es su líder, y su pretensión es llevar la religión islámica a todo el mundo aunque sea a precio de sangre. Para demostrar su seriedad han estado matando miles y miles de cristianos que viven en esos territorios. Los asesinatos suelen ser muy violentos, supongo que todos nos enteramos de la decapitación del periodista James Foley y de muchos otros extranjeros. Pero también atacan a aquellos seguidores de Cristo que han vivido en esos países desde hace cientos de años con armas, bombas y toda clase de horrores.

Los terroristas marcaron las casas de los cristianos con la letra árabe Nun (ن), la primera de la palabra nazareno. A partir de ese momento nuestros hermanos en la fe deben escoger de entre varias opciones: convertirse al islam, pagar el jizya (impuesto para los no musulmanes), huir o ser asesinados. Hasta el mes de julio de 2014 Mosul fue la ciudad iraki con mayor cantidad de cristianos desde los tiempos antes de que existiera el Islam. Hoy, todos han huído o muerto, mientras en occidente muy pocos dicen algo al respecto.

Estados Unidos y Francia ya están atacando al Estado Islámico, porque la amenaza que extienden es mundial. Personalmente, creo que las armas no son la solución para este conflicto. Estamos hablando de algo muy grande, en donde hay más de cien mil seres humanos asesinados y desplazados. Hablamos de una crisis humanitaria causada nuevamente por la mala interpretación de la religión y el egoísmo de unos locos.

Es necesario levantar la voz. En las redes sociales, algunos orgullosos de ser cristianos, están poniendo la letra Nun en sus fotos de perfil, para apoyar a sus hermanos de Medio Oriente y para presionar a sus autoridades locales a condenar al ISIS, se están uniendo en causas tales como "Ofrece asilo a un cristiano" o www.persecution.org, pero de nuevo, en América Latina no estamos haciendo nada.

Como siempre lo he dicho, es necesario que desde nuestras trincheras hagamos lo que podamos. Donar dinero, informarnos e informar sobre este genocidio, orar, Etc. Las acciones pueden ser muchas, pero aun son muy pocas. Ayudemos a nuestros hermanos según nuestras posibilidades, pero ayudemos ya, por amor de Dios.

domingo, 8 de junio de 2014

Pentecostés, de la fiesta al gozo.

Nos preparamos para celebrar la fiesta del amor de Dios ya culminado, la fiesta de su Espíritu, la Vida de Dios, que Jesús nos ha dado.

desde ahora, para los cristianos, el Espíritu se identifica con la obra de Jesús, con su proyecto de reino, expresado como buena nueva de evangelio - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf

San Juan de la Cruz vivió esta fiesta, y penetrando en ella dijo:

El rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado entre azucenas olvidado.

Reclinó su rostro, se dejó llenar por el latido y el aliento del Amado, y supo que todo se había ya cumplido. Ésta es la fiesta de la Vida que se expresa y expande por Jesús, la fiesta del gran gozo todo lo transforma y que vence a la muerte.

De Dios venimos, en  Dios Nacemos. Formamos parte de la historia humana de Su Espíritu. Felices los que lo sepan (lo sepamos), felices los que podamos vivir para que se exprese y se expanda en el mundo el Espíritu Santo de Dios.




De Dios venimos, en Dios nacemos. Formamos parte de la Historia humana de su Espíritu. Felices los que lo sepan (lo sepamos), felices los que podamos vivir para que se exprese y expanda en el mundo el Espíritu de Dios. - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf
desde ahora, para los cristianos, el Espíritu se identifica con la obra de Jesús, con su proyecto de reino, expresado como buena nueva de evangelio - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf
desde ahora, para los cristianos, el Espíritu se identifica con la obra de Jesús, con su proyecto de reino, expresado como buena nueva de evangelio - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf
desde ahora, para los cristianos, el Espíritu se identifica con la obra de Jesús, con su proyecto de reino, expresado como buena nueva de evangelio - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf
Es la fiesta del que dice ¡Ya Señor,no sigas pero sigue, que no puedo, y necesito poder , pues se rompen los vasos de gozo de mi vida y sólo así soy yo mismo, en ti que me das la vida. Ésta es la fiesta del que sale de sí, porque le sacan (ek-stasis de amor), descubriendo y sintiendo así que vive en otro, en el Dios que le da vida. - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf
Es la fiesta del que dice ¡Ya Señor,no sigas pero sigue, que no puedo, y necesito poder , pues se rompen los vasos de gozo de mi vida y sólo así soy yo mismo, en ti que me das la vida. Ésta es la fiesta del que sale de sí, porque le sacan (ek-stasis de amor), descubriendo y sintiendo así que vive en otro, en el Dios que le da vida. - See more at: http://www.cristianosgays.com/#sthash.K9YJMjsV.dpuf

sábado, 19 de abril de 2014

Eligiendo la Vida.

“Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”


Los evangelios han recogido el recuerdo de tres mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Lo siguen amando más que a nadie. Mientras tanto, los varones han huido y permanecen tal vez escondidos. El mensaje, que escuchan al llegar, es de una importancia excepcional. El evangelio más antiguo dice así: “¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte. Está vivo para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.
No lo hemos de olvidar. Si queremos encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no lo hemos de buscar en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos y ritos rutinarios, o en una fe apagada, que se sostiene en tópicos y fórmulas gastadas, vacías de amor vivo a Jesús. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.
Entonces, ¿dónde lo podemos encontrar? Las mujeres reciben este encargo: “Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. ¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué sentido profundo se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a los cristianos de hoy?
En Galilea se escuchó, por vez primera y en toda su pureza, la Buena Noticia de Dios y el proyecto humanizador del Padre. Si no volvemos a escucharlos hoy con corazón sencillo y abierto, nos alimentaremos de doctrinas venerables, pero no conoceremos la alegría del Evangelio de Jesús, capaz de resucitar nuestra fe.
A orillas del lago de Galilea, empezó Jesús a llamar a sus primeros seguidores para enseñarles a vivir con su estilo de vida, y a colaborar con él en la gran tarea de hacer la vida más humana. Hoy Jesús sigue llamando. Si no escuchamos su llamada y él no va delante de nosotros, ¿hacia dónde se dirigirá el cristianismo?



Por los caminos de Galilea se fue gestando la primera comunidad de Jesús. Sus seguidores viven junto a él una experiencia única. Su presencia lo llena todo. Él es el centro. Con él aprenden a vivir acogiendo, perdonando, curando la vida y despertando la confianza en el amor insondable de Dios. Si no ponemos, cuanto antes, a Jesús en el centro de nuestras comunidades, nunca experimentaremos su presencia en medio de nosotros.

Si volvemos a Galilea, la “presencia invisible” de Jesús resucitado adquirirá rasgos humanos al leer los relatos evangélicos, y su “presencia silenciosa” recobrará voz concreta al escuchar sus palabras de aliento.
¡Que la fuerza de Jesús resucitado nos llene de valentía y libertad para proclamar nuestra fe en Él!

“Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”

Dios apostó por la vida. Elijamos la vida.



Por: José Antonio Pagola

viernes, 18 de abril de 2014

CRUCIFICADOS




Ahí estás, colgado de un madero,
ahí estás…
y nos dices… : " ¡¡ No temáis !!"….
Ahí estás, sufriendo tu agonía
¿ Por qué estás ahí ?....
¡¡ Cristo !!,.. ¡¡ Cristo !!... hoy nos das tu vida, nos das tu amor
siento como gimes, siento como lloras,
hoy siento como deja de latir tu corazón,
hoy mueres con el preso
y sangras con el niño, sólo y sin amor.
¡¡ Cristo !! , ¡¡ Cristo !!.. hoy nos das tu vida, nos das tu amor.
Hoy mueres con el pobre, sangras con el enfermo
que sufre en el dolor.
Caes con el oprimido y con el drogadicto y mueres hoy, Señor...
¡¡ Cristo !!,.. ¡¡ Cristo !!... hoy nos das tu vida, nos das tu amor...
Hoy mueres en las calles, perdido en cualquier banco
y lloras en las plazas donde se venden los cuerpos.
Mueres por mi egoísmo, mueres por mi apatía
lloras la indiferencia que consume nuestra vida.
¡¡ Cristo !! , ¡¡ Cristo !!.. hoy Tú mueres… ¡¡ por amor !!....


domingo, 13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS


HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS 2014 - PAPA FRANCISCO



Esta semana comienza con una procesión festiva con ramas de olivo: todo el pueblo acoge a Jesús. Los niños y los jóvenes cantan, alaban a Jesús. Pero esta semana va adelante en el misterio de la muerte de Jesús y de su resurrección.
Hemos escuchado la Pasión del Señor. Nos hará bien preguntarnos ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor? ¿Quién soy yo, delante de Jesús entrando en Jerusalén en este día de fiesta? ¿Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo? ¿O tomo las distancias? ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre? Hemos oído muchos nombres: tantos nombres.
El grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley que había decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad de apresarlo ¿Soy yo como uno de ellos? Incluso hemos oído otro nombre: Judas. 30 monedas. ¿Yo soy como Judas? Hemos escuchado otros nombres: los discípulos que no entendían nada, que se quedaron dormidos mientras el Señor sufría.
¿Mi vida está dormida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que era traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolver todo con la espada: soy yo como ellos? ¿Yo soy como Judas, que finge amar y besa Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos líderes religiosos que tienen prisa en organizar un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy yo como ellos?
Y cuando hago estas cosas, si las hago, ¿creo que con esto salvo al pueblo? ¿Soy yo como Pilato que cuando veo que la situación es difícil, me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad y dejo condenar – o condeno yo – a las personas? ¿Soy yo como aquella muchedumbre que no sabía bien si estaba en una reunión religiosa, en un juicio o en un circo, y elije a Barrabás?
Para ellos es lo mismo: era más divertido, para humillar a Jesús. ¿Soy yo como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor? ¿Soy yo como el Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena voluntad de ayudar al Señor a llevar la cruz? ¿Soy yo como aquellos que pasaban delante de la Cruz y se burlaban de Jesús?: “¡Pero... tan valeroso! ¡Que descienda de la cruz, y nosotros creeremos en Él!”.
La burla a Jesús… ¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la mamá de Jesús, que estaba allí, y sufrían en silencio? ¿Soy yo como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor, para darle sepultura? ¿Soy yo como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del Sepulcro, llorando, rezando? ¿Soy yo como estos dirigentes que al día siguiente fueron a los de Pilato para decir: “Pero, mira que éste decía que habría resucitado; pero que no venga otro engaño”, y frenan la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga afuera? ¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de éstas personas yo me parezco?
Que esta pregunta nos acompañe durante toda la semana.

lunes, 7 de abril de 2014

Abriendo tus Sepulcros ... llamados para Vivir.

"Así dice el Señor:
-Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Oráculo del Señor." 





Estamos llamados para vivir. Nuestra vida es un don para gozarlo y agradecerlo... ¿Qué nos tiene atrapados en la tristeza y la muerte? En el Señor está la promesa de una vida en abundancia y plena y Dios lo que dice lo hace!.

Dios no cumple todos nuestros deseos, sino todas sus promesas.
¡Que tengamos una buena semana en el Señor!


Levántate y Anda que el Señor te llama a la Vida.

(Juan Molina)


miércoles, 19 de marzo de 2014

“El silencio de José”

Por Martín Gelabert Ballester, OP.




Los textos evangélicos no reproducen una sola palabra de José, el esposo de María. Se diría que presentan la figura de un hombre silencioso. Hay muchos tipos de silencio. Está el silencio de los muertos o el del que no tiene nada que decir, porque su vida está vacía. Está el silencio lleno de tristeza del desamparado, que sufre, llora y ha perdido toda esperanza. Está el silencio tenso que se establece cuando dos personas que no se aman se ven obligadas a estar en un mismo lugar. Está el silencio respetuoso ante un enfermo o ante una desgracia; el silencio lleno de amor que trasluce la mirada de los que se quieren. Y está el silencio del que escucha atentamente lo que el amado tiene que decirle. Sin duda, este último silencio es el que mejor caracteriza a José de Nazaret. Los Evangelios lo presentan como un hombre siempre presto a escuchar la voz de Dios que habla a través de los acontecimientos de su vida y de la vida de aquellos que le han sido encomendados.
El silencio de José no tiene nada de ingenuo, no es el silencio del que no se entera o no quiere complicarse la vida. Porque José sí se entera: se entera de que su esposa está embarazada; se entera de que el niño está en peligro y, por eso, se lo lleva a Egipto; se entera de que su hijo se ha perdido y, por eso, lo busca. Y como se entera, tiene miedo. No un miedo que paraliza, sino un miedo inquietante, que le impulsa a buscar soluciones respetuosas con su esposa y le mueve a tomar decisiones valientes, como la de emigrar en busca de un porvenir mejor. José se arriesga como resultado de una reflexión, hecha posible gracias a un silencio que escucha, valora y discierne.
En este mundo nuestro el silencio no abunda. Hay personas permanentemente pegadas a unos auriculares. No sabemos escuchar. El mundo está lleno de ruido y de furor. Sobran gritos sin sentido y palabras altisonantes. Necesitamos espacios de paz, silencios que no condenen y permitan el reencuentro. Cierto, ante muchas injusticias se necesita una palabra fuerte y profética. Pero otras veces las palabras descalificadoras aumentan la distancia entre pueblos y personas. Jesús, el hijo de José, en la cruz, guardaba silencio ante el insulto y no profería amenazas. A veces, políticos y eclesiásticos pierden una buena ocasión para callarse. Y en las relaciones interpersonales, el silencio ha sido, más de una vez, el comienzo de una reconciliación. Mi madre solía recordar el dicho de una amiga suya: “nunca me he arrepentido de haberme callado”.
La carta de Santiago recomienda ser diligentes para escuchar y tardos para hablar (1,19), puesto que la verdadera sabiduría no se demuestra a base de palabrería, sino con “obras hechas con dulzura” (3,13). En esto San José es todo un ejemplo. Su tarea de custodio de María y de Jesús es un modelo de humanidad que invita a todos a ser custodios unos de otros, a protegernos mutuamente.

jueves, 13 de marzo de 2014

Primero aniversario de la elección del Romano Pontífice el Papa Francisco

Primero aniversario de la elección del Romano Pontífice el Papa Francisco 




℣. Oremos por nuestro Pontífice Francisco. 
℟. Que el Señor lo guarde, y le dé vida santa en la tierra, y no lo entregue a la voluntad de sus enemigos. 

℣. Tú eres Pedro,
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.


Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira lleno de bondad a tu siervo, el Papa Francisco, que has querido poner al frente de su Iglesia como pastor. Concédele, te pedimos, la gracia de hacer, con sus palabras y con su ejemplo el progreso en la virtud , y al rebaño confiado a él,  la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

viernes, 7 de marzo de 2014

Vivamos la Cuaresma.






“La vida esta hecha del paso de los años.
Cada año es un punto de crecimiento claramente identificable en la vida, la muda de otra capa de vida. Cada año nos aporta algo único y pide algo distinto de nosotros.
Cada tipo distinto de año exige de nosotros fuerzas diferentes, nos proporciona dones distintos, nos posibilita diferentes clases de sensibilidades.
El año litúrgico es la aventura de llevar la vida cristiana a plenitud, tener el corazón alerta y el alma centrada.
El año litúrgico es el año que tiene el propósito de sintonizar la vida del cristiano con la vida de Jesús”.
*
Joan Chittister
***


Ustedes ayunan entre peleas y contiendas, y para dar de puñetazos a malvados.
No ayunen como hoy para hacer oír en las alturas su voz.
¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero?
Desatar los lazos de maldad, deshacer las amarras del yugo,
dar la libertad a los oprimidos, y romper toda clase de yugo.
Partir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo,
vestir al que veas desnudo y
no apartarte de tu semejante.
Entonces brotará tu luz como la aurora,
y tu herida se curará rápidamente.
Te precederá tu justicia, la gloria del Señor te seguirá.
Entonces clamarás, y el Señor te responderá. Pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy».
Libro de Isaías 58:4.6-9



"No desgarremos nuestras vestiduras, sino nuestro corazón"  PP Francisco



domingo, 2 de marzo de 2014

Una Teología Bíblica de la Paz

LA PAZ ESTÉ CON USTEDES






El término “paz” (en sus principales formas) aparece unas cien veces en el Nuevo Testamento. A juzgar por el lugar prominente que ocupa en las Escrituras, debe ser un concepto de importancia fundamental para la comprensión del Evangelio.


En su sermón en casa de Cornelio, Pedro señala que el contenido del mensaje de Dios a los hijos de Israel es “el Evangelio de la Paz por medio de Jesucristo”. Lo mismo dice Pablo en Romanos 5:1, “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Y varias veces más Pablo escribe de “las buenas nuevas” o del “Evangelio de Paz” (Ef. 2:17; 6:15; Rom. 10:15). En Efesios 2, señala la creación de una nueva Comunidad de Paz como obra fundamental de Jesucristo.

Las Escrituras nos dicen que Dios es un Dios de paz y que Cristo es Señor de paz. El profeta le llamaba al Mesías esperado el “Príincipe de paz”; el fruto del Espíritu de Dios es paz y vivir en el Espíritu es ... justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Resumiendo:

Dios es Dios de paz
Jesucristo es Señor de paz
Su Espíritu es Espíritu de paz
Su Reino es reinado de paz
Su Evangelio es la buena nueva de la paz
Sus hijos son hacedores de paz (pacificadores)

La paz está en el mismo corazón de la vida que vivimos y del mensaje que proclamos los cristianos. Pero, ¿en qué sentido puede llamarse las buenas nuevas de la obra salvadora de Dios el “Evangelio de Paz” como en efecto Pedro y Pablo lo hacen?

En nuestra búsqueda de una respuesta muy poca ayuda podemos hallar en la tradición de la iglesia de los últimos diecisiete siglos. Al pasar los años y los siglos han entrado tantos elementos extraños a la auténtica vida de la iglesia que nos resulta difícil entender que el Evangelio de Jesucristo en su esencia tiene que ver con la paz. En último caso podría verse como tranquilidad espiritual e interior de personas con tendencia mística, pero ¡no en las relaciones sociales entre hombres y mujeres de carne y hueso en una comunidad humana!

Como consecuencia de su interacción con las culturas que la han rodeado, la vida y el mensaje de la iglesia han tendido a sufrir modificaciones. Por eso, a fin de renovarse en forma auténtica, la iglesia se ve obligada constantemente a volver a sus raíces; tiene que saltar por encima des las deformaciones acumuladas, cuestionar tradiciones y volver a sus raíces en Jesucristo. Precisamente algunas de estas deformaciones más notables son las que se dan en torno al concepto de paz que tuvieron Jesús y sus discípulos en el Nuevo Testamento.



¿Qué significa paz en el sentido bíblico? El diccionario de la lengua española no nos ayuda. Sus deficiones son las tradicionales. Debe recordarse que Jesús y sus discípulos eran judíos del primer siglo. Aunque vivieron en una colonia oprimida bajo el Imperio Romano y aunque escribieron los Evangelios y las Epístolas en griego, eran hebreos en su forma de ser y pensar. Se hallaban dentro de la mejor tradición profética hebrea (Mt. 5:12).

De modo que cuando Jesús y Pedro y Pablo hablan de paz y de las buenas nuevas como Evangelio de la Paz, lo hacían en el sentido hebreo de “shalom” (que es el término hebreo que significa paz). El concepto de “shalom” era fundamental para el pueblo hebreo. Es un término de significado amplio. Quiere decir principalmente bienestar integral o salud plena en el sentido más amplio, material al igual que espiritual. Tiene que ver con una condición de bienestar que resulta de relaciones auténticamente sanas, tanto en las personas como con Dios.

Según los profetas, reinaba la paz en Israel cuando había justicia, bienestar común, igualdad de trato y de salud, de acuerdo con el orden establecido por Dios en el pacto que había hecho con su pueblo. “Shalom” es convivir según la intención de Dios expresado en su pacto. Por otra parte, cuando había desigualdad de oportunidades, injusticias, opresión, tanto social como económico, no había “shalom”.

Un ejemplo de esto lo vemos en la forma en que el profeta Jeremías se quejaba de los profetas falsos de su tiempo que, debido a la ausencia por el momento de conflicto armado, anunciaban por todas partes “paz, paz”. Pero, por su parte, Jeremías respondía “no hay paz” (Jer. 6:14). En el mismo contexto encontramos la razón detrás de la denuncia de Jeremías. “Como jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de engaño; así se hicieron grandes y ricos. Se engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron” (Jer. 5:27,28).

De manera que para los hebreos, paz no era meramente la ausencia de conflicto armado, sino la presencia de condiciones que conducen al bienestar de un pueblo en todas sus relaciones sociales y espirituales. No es meramente tranquilidad de espíritu o serenidad de mente, o paz en el alma, sino que tiene que ver con relaciones armoniosas entre Dios y Su pueblo y relaciones de justicia y concordia entre los miembros del pueblo. El “shalom” resultaba cuando se vivía según la intención de Dios para su pueblo, según su ley, justa, buena, santa.

De hecho las palabras paz, justicia y salvación con prácticamente sinónimas para el bienestar que resulta cuando los humanos viven en la armonía creada por relaciones rectas y justas. Y esta paz es nada menos que el don de Dios a su pueblo. Y sobre todo, “shalom” describe el reino mesiánico que Cristo vendría a inaugurar. El profeta Isaías decía:
“Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas,
del que anuncia la paz,
del que trae nuevas del bien,
del que publica salvación,
del que dice a Sión: ‘¡Tu Dios reina!’” (Is. 52:7)
(Son notables las cinco líneas paralelas que son prácticamente sinónimas en su significado).

Este es el sentido (shalom) en que Jesús, Pedro y Pablo usaban el vocablo “paz”. Cuando Jesús dijo a sus discípulos: “Mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da” (Jn. 14:27), anunciaba la vida de profundo bienestar y salvación en el “shalom” de la nueva comunidad del Espíritu. No se trata de algo interior que fortalece aunque por fuera haya conflicto, aunque esto también sería cierto. El miedo (v. 27) les puede sobrevenir como consecuencia de tener que seguir viviendo de acuerdo con estos valores sin contar con la presencia física del Mesías. El Espíritu Santo hace posible vivir de acuerdo con el nuevo pacto de Dios en justicia, comprensión, igualdad, amor y paz. Se trata de “shalom” que es un fruto que el Espíritu da, no principalmente ni meramente a individuos solos, sino a todos los miembros del cuerpo de Cristo, a fin de hacer posible una vida comunitaria más profunda, más auténtica, más de acuerdo con la intención de Dios.

Este concepto global de paz no hace inválido el hecho de la paz personal que proporciona confianza y seguridad interior a los individuos, pero sí, subraya el hecho de que la paz es mucho más que esto. Un auténtico “shalom” coloca al individuo dentro de la nueva comunidad del Espíritu donde se da todo el fruto del Espíritu, donde se ejercen los dones del Espíritu, y donde se experimenta la salvación que el Espíritu hace posible.



A este concepto hebreo de paz se agregan otros significados realmente paganos en su origen.

A. Griego: “Eirene”
La vitalidad de la iglesia primitiva la llevó al mundo greco-romano con su proclamación del Evangelio de Paz. Por su parte, los griegos tenían su propio término, “eirene”. Pero lo notable es que su significado era bastante distinto del “shalom” hebreo de Jesús y los apóstoles. Paz, para los griegos era un estado o una condición estática, más bien que el sentido dinámico de relaciones interpersonales tan característico del “shalom”. Podría significar un estado de descanso o la ausencia de conflicto. Para los estoicos principalmente significaba una condición mental y espiritual de armonía y orden interior. Se manifestaba en actitudes y sentimientos pacíficos y tranquilos, de recogimiento interior.
A pesar de representar un énfasis bastante extraño al pensamiento hebreo y bíblico, pronto notamos algunos de estos conceptos junto con sus prácticas correspondientes haciendo entrada en la iglesia. Ascetas y ermitaños cristianos se retiran a solas del bullicio mundano buscando recogimiento y armonía interior. Algunos de estos conceptos (tranquilidad interior, etc.) que son más griegos y paganos que hebreos han perdurado hasta nuestros tiempos en ciertas clases de espiritualidad.

B. Romano: “Pax”
La Pax romana era renombrada en el mundo antiguo y consistía en la ausencia de conflictos armados, siendo asegurada por la presencia del poderío militar romano. En realidad el centurión a quien Pedro se dirigía sus palabras en Hechos 10:36 era un “pacificador” según el modelo romano, oficial del ejército de ocupación, encargado de la seguridad y el orden a fin de que las riquezas de las colonias pudieran llegar a Roma. Esta paz consistía en el mantenimiento de la “ley y orden” en el imperio. Poetas romanos se referían a la época como la “edad de oro”. Pero entre las naciones subyugadas no era exactamente eso, pues la Pax romana estaba construída sobre la represión de todos los enemigos del Imperio. Eran oprimidos y exprimidos y sus recursos colocados al servicio de Roma. Fue a partir del emperador Constantino cuando esta forma de imponer la paz, tan contraria al espíritu de Jesús y al significado de “shalom” comenzó a recibir la bendición de la iglesia. Eusebio se convierte en su apologista.

Otro aporte romano al concepto de paz en la iglesia ha resultado de su tendencia a concebir la relación entre Dios y los humanos en términos forenses o jurídicos y legales, según la mentalidad romana. Con el paso de los siglos, sus conceptos de pecado como transgresión de la ley divina y de perdón en términos de castigo, satisfacción y declaración de absolución forense, contribuyeron al sistema penitencial romano. Luego el sistema sacramental de la iglesia (contrición, confesión, satisfacción, absolución) estaba diseñado para lograr “paz con Dios” de parte del pecador penitente en quien se ha creado una conciencia atribulada.

Luego en la Reforma protestante, aunque Martín Lutero reaccionó contra el legalismo en el sistema penitencial de la Iglesia Romana, él también luchaba dentro de sí mismo para encontrar seguridad de perdón (era monje agustino). En esta situación encontró consuelo en el texto paulino “justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).

Pero esta “paz con Dios” ha tendido a comprenderse principalmente en términos de la seguridad interior que el individuo halla bajo el indulto de un Dios misericordioso. Este aspecto es importante pero no agota en ninguna manera el sentido bíblico de “paz”.

El concepto global de “shalom” no hace inválida la idea de una paz personal que le da a uno confianza y seguridad interior de reconciliación con Dios. Pero subraya el hecho de que la paz bíblica es mucho, muchísimo, más que esto. Tiene que ver con una nueva relación con Dios y también con nuestros semejantes en el contexto de la comunidad del Espíritu.

Por la gracia de Dios se abra la posiblidad de una comunidad de paz y justicia basada en el amor e inspirada por el Espíritu de Dios, en lugar de ser un mera agrupación de individuos guiados por intereses propios y preocupaciones egoístas y relaciones un tanto legalistas o jurídicas. Desgraciadamente, la dimensión comunitaria, social y espiritual de la “paz de Dios” se les escapa a muchos cristianos que conciben la “paz” en una forma casi netamente individualista e interiorizada. Debido a las distorciones y deformaciones griegas y romanas ocurridas en la tradición de la iglesia, no nos damos cuenta de la naturaleza fundamentalmente social y comunitaria del “Evangelio de paz”, e imaginamos que podemos tener paz con Dios aunque estemos en guerra con el semejante, porque lo uno es cuestión del alma y lo otro es exterior. Pero desde la perspectiva bíblica este dualismo no es aceptable. En la visión bíblica ser humano es lo que hace, y obra de acuerdo con lo que es.

La Biblia no contiene una teología intelectualmente elaborada de la paz, o de la justicia o de la salvación. Contiene, más bien, descripciones de vivencias de la paz, o exhortaciones a su vivencia cuando, por la infidelidad del pueblo, la visión cayó en el olvido. La teología es reflexión en torno a la actividad salvadora de Dios en su medio a fin de poder dar expresión a esas vivencias y comunicarlas en su testimonio misional. No se concibe de la paz sin experiencias reales de shalom. No se concibe de la justicia aunque reinen condiciones de obvia injusticia. No se concibe de una salvación auténtica sin su vivencia correspondiente.

A. Formas que Toma la Paz en la Comunidad Mesiánica Neotestamentaria

1) La comunidad cuyas vivencias hallamos en las páginas del Nuevo Testamento era una auténtica alternativa social al igual que espiritual. Efesios 2:13-19 describe algunos elementos que caracterizan esta nueva comunidad de la paz de Dios. Estar “en Cristo” (13) no es tanto una mera experiencia espiritual interior y mística, como una participación concreta en la nueva humanidad creada por Dios en Jesucristo.

El Evangelio de la paz abre la posibilidad de una nueva relación con Dios que se convierte en realidad en la medida en que vivamos en una nueva relación con nuestros semejantes. En esta comunidad las diferencias y las barreras que separan a los humanos son superadas: nacionalismos (eso de “todo por la patria” es una idolatría), racismos, prejuicios basados en diferencia de sexo, espíritu de competitividad social y económica, diferencias culturales, religiosas y sociales que contribuyen a actitudes de superioridad de parte de unos y de inferioridad de parte de otros.

Estar “en Cristo” ofrece la posibilidad viva de realizar la comunión entre personas muy diversas, humanamente hablando. Se trata de vida compartida en todos los niveles de convivencia humana: social, espiritual, económica, etc. El Evangelio de la paz derrumbó la barrera más formidable de la antiguedad: la muralla que separaba a judíos y gentiles.

Según el Nuevo Testamento, en esta comunidad de paz los enemigos son reconciliados de tal forma que la violencia queda fuera de lugar en las relaciones interpersonales; personas de diferentes razas y nacionalidades se convierten en hermanos/as, en una confraternidad que no es meramente mística e invisible, sino que toma formas sociales concretas; los pobres son socorridos, los enfermos son sanados, pecadores rebeldes son reconciliados con Dios y con sus semejantes, etc. En fin, la función del Evangelio de la paz en Jesucristo consiste en restaurar esa comunidad de amor y paz y justicia que responde a la intención de Dios para la humanidad. En realidad se trata de la vida del reino de Dios que Jesús vino a inaugurar y que, en el poder de su Espíritu Santo, comenzamos ya aquí a vivir.

2) Otro ejemplo de los alcances del Evangelio de la paz lo encontramos en la formación de la comunidad primitiva en Jerusalén. A raíz de la obra del Espíritu en Pentecostés la iglesia naciente tomó forma de “koinonía”, o vida compartida (cf. 1 Jn. 1:1-4, “comunión”). Donde el Evangelio de la paz es oído y obedecido el Espíritu Santo crea un nuevo sentido de comunidad caracterizado por una profunda preocupación mutua y una apertura de unos para con otros. De esta comunidad leemos en Hechos 4:32: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Aquí se descubren dos espíritus muy distintos que están en conflicto:

a) Uno es el espíritu egoísta (“suyo propio”). Se enfatiza lo que es de uno mismo; lo “propio”; el individualismo; los intereses propios; predomina el concepto de lo privado. Esta orientación concentrada en lo propio, en propiedad, es fundamentalmente idólatra (Ef. 5:5, “avaro, que es idólatra”), pues se coloca a uno mismo, el ”yo”, en el centro, como elemento de mayor importancia. Este espíritu fue rechazado por la comunidad de Jerusalén.
En realidad las sociedades modernas generalmente se basan en este principio bajo alguna forma de contrato social que regula la competitividad egoísta y los intereses propios en un equilibrio de poderes. El concepto de la “propiedad privada” es ajeno al espíritu de “shalom”. Pero lo trágico, no es tanto que las sociedades democráticas seculares se rigen por este principio, sino que la iglesia de Jesucristo muchas veces se organiza bajo estos principios democráticos de equilibrio de poderes y mutuo respeto de derechos. Este es el concepto romano de paz mas bien que el “shalom” que proclamó Jesús y los apóstoles.

b) El otro espíritu, y éste es el que caracterizaba a la iglesia de Jerusalén, es el espíritu de comunión; de vida en común; de comunidad. Predomina la disposición a compartir generosamente para el bien común en todo nivel de la vida. Es en esta comunidad de paz donde el individuo halla una realización más plena.

En esta comunidad son librados de la tentación a la idolatría, pues Dios está en el centro de las relaciones humanas y la vida se comparte por el poder de su Espíritu. Bajo la dirección del Espíritu Santo, la congregación empezó a poner en práctica en su medio las condiciones del “año del jubileo”, o “de remisión”, el año de nuevos comienzos que Jesús mismo había pregonado al comenzar su ministerio. “El Espíritu del Señor está sobre mí … me ha ungido … para predicar el año agradable del Señor” (Lc. 4:18). Según el jubileo, la tierra y su plenitud son de Dios y por lo tanto sus recursos han de utilizarse según las necesidades y para el bienestar de su pueblo. A fin de corregir injusticias que surgían con el paso de los años se debía declarar periódicamente el “año de remisión” en que las deudas eran perdonadas, los esclavos eran liberados, los patrimonios familiares que se habían perdido por apremio económico eran devueltos. La iglesia de Jerusalén, en su deseo de realizar en forma concreta el Evangelio de la paz anunciado por Jesús, fue llevada por el Espíritu Santo a renovar en su medio las provisiones del “año de remisión”, a fin de dar expresión a la comunión que experimentaban. Y como los escritos de Pablo nos indican, este espíritu de compartir continuó en la iglesias primitivas (2 Cor. 8:13,14).

No será necesario organizar la iglesia del siglo XXI en todas partes según el plano exacto de la comunidad de Jerusalén. Pero sí, debemos tomar con toda seriedad el espíritu y la forma fundamentalmente comunitarios que surgen del “shalom” de Dios que Jesús proclamó. Debemos escoger entre comunión y egoísmo como principios de vida.

3) Finalmente debemos recordar que, en cuanto somos los hijos de Dios, seremos hacedores de la paz (pacificadores, Mt. 5:9). Nos asemejaremos a Dios en la medida en que vivamos y obremos para que la paz prevalezca entre los seres humanos. Los hijos de Dios, a fin de cuentas, son los que se parecen a Dios en su actuar.
Como pacificadores estamos llamados a solidarizarnos con los pobres y los oprimidos; a obrar por la sanidad de los enfermos y los afligidos; a dar de comer a los hambrientos; a cuidar de los rechazados y de los solitarios en la sociedad; a proclamar un mensaje de libertad y paz a los esclavizados, rogándoles en nombre de Cristo que sean reconciliados entre sí, y con Dios.

La persona que ha sido alcanzada por el Evangelio de la paz y transformada por el poder del Espíritu de Dios difícilmente puede admitir que se practique con conciencia limpia el egoísmo, la competitividad desenfrenada, la ambición desorbitada, el deseo de renombre, la acumulación egoísta de bienes, la violencia, los prejuicios raciales y étnicos, la discriminación, la injusticia, y la falta de piedad sincera y auténtica. ¡Y menos todavía puede hacerlo en nombre de la fe!

El cristiano que es motivado por el Espíritu de su Señor no practica esta forma de vida aunque la gran mayoría de la sociedad secular lo haga. El pacificador, en el estilo de Jesús, no se deja colocar en el molde del mundo. Es realmente notable que en el primer siglo de la era cristiana el término “pacificador”, tal como aparece en Mateo 5:9, designaba a dos clases de personas muy distintas. El término aparecía en las monedas del Imperio Romano designando al emperador. Y según este uso, significaba su actividad, y hasta la fuerza violenta, que se creía necesaria para asegurar la continuidad del Imperio. (“Si quieres la paz, prepara la guerra”, es la expresión tradicional que refleja esta actitud.)

Por otra parte, Jesús dio esta designación a sus seguidores, a aquellos que, en su servicio compasivo y sacrificial hacia sus semejantes, y aún hacia sus enemigos, comunican el amor de Dios; a aquellos que son agentes del reinado de Dios en el mundo. La actividad de éstos es determinada, no por lo que hace el emperador, sino por la forma de ser y actuar de su Señor, Jesús de Nazaret, el Mesías, Príncipe de Paz.

Jesús ha de ser la norma para determinar nuestro estilo de vida. Su camino de paz y justicia determina la forma de nuestra presencia, proclama y actuar en el mundo. Jesús nos invita a entrar y a participar en su nueva Comunidad de Paz, renovados en el poder de su Espíritu, y a vivir la paz anticipando la venida de su reino de paz en toda su plenitud.


En Jesús el Mesías, se cumple la visión profética del shalom mesiánico, la paz esperada en el Antiguo Testamento. Por eso el mensaje de Dios por medio de Jesucristo se llama “El Evangelio de Paz” (Hech. 10:36).
Así, desde la caída cuando comenzó a reinar la rebeldía y la desobediencia hacia Dios y la violencia hacia los semejantes, ha sido la intención de Dios reconciliar a los seres humanos consigo mismo y entre sí. Pero no hay fuerza ni poder humanos ni divinos capaces de “imponer” una reconciliación, ni con Dios ni entre los humanos, ya que la reconciliación tiene que ser libre y voluntaria. Pero en esto Dios ha tomado la iniciativa dando su vida por nosotros y ofreciendo una demostración costosa de su amor en la cruz, aún cuando éramos sus enemigos (2 Cor. 5:17-21; 1 Jn. 3:16; 4:9-10). La cruz de Cristo es la estrategia de Dios para responder a sus enemigos, venciéndoles con el amor.

En la cruz Dios nos ofrece 1) su perdón, 2) la posibilidad de una nueva relación con él de amor y obediencia, y 3) la posibilidad de relaciones reconciliadas con nuestros adversarios. Generalmente se han reconocido los primeros dos resultados de la cruz: el perdón y la reconciliación con Dios. Pero el tercero, la posibilidad de relaciones reconciliadas con nuestros enemigos, se le ha escapado a la mayor parte de la cristiandad.

El ejemplo más claro de esta paz es la reconciliación que se produjo entre judíos y gentiles en el primer siglo por medio de Jesús (Ef. 2:13-15). La muerte de Jesús era para todos igualmente, eliminando así las enemistades con Dios y entre ellos, y creando una comunidad de paz. De modo que, por medio de la cruz, Cristo reconcilió a los que eran enemigos superando así la hostilidad más notable del mundo antiguo. Así que esta paz es parte integral del Evangelio. Es una buena noticia saber que la guerra contra Dios, al igual que la guerra contra nuestros enemigos, ha terminado y que ahora puede haber paz. Pero también la cruz de Cristo ha sido el modelo para otras áreas de conflicto que nos afectan hasta el día de hoy. La cruz de Cristo elimina, en principio, (y también en realidad si se lo permitimos) todas las barreras entre los sexos, las clases sociales, económicas, políticas y raciales entre los pueblos.

En la cruz de Cristo, Dios nos dice que ama a sus enemigos hasta el punto de sufrir y sacrificar su vida a favor de ellos. Y ahora nos invita a nosotros a imitar a su Hijo en la cruz con la misma clase de amor sacrificial hacia otros en todos los niveles de nuestra vida: familia, iglesia, trabajo, relaciones públicas, etc. En este mundo violento y egoísta se nos invita a creer que en Cristo una nueva era ha comenzado y que podemos imitarle a Jesús en su amor desinteresado. Para Dios todo es posible. Y todo es posible para los que creemos en verdad que el Mesías de Dios ha venido. La era mesiánica ha llegado en Cristo. La resurrección y Pentecostés son pruebas de ello. En el poder del Espíritu es posible vivir el camino de la cruz. Precisamente en este mundo caído y en todas las áreas de nuestra vida seguimos a Cristo en el camino costoso de la paz y la no-violencia, sabiendo que tendremos que sacrificar nuestros egoísmos y nuestras violencias y que bien puede costar nuestra vida por amor al enemigo. Pero estamos convencidos de que la única forma de ser hijos auténticos de Dios es ser pacificadores, tal como El lo es.

Aunque esta visión del significado de la muerte de Cristo goza de autoridad neotestamentaria, y aunque contribuyó poderosamente a la auto comprensión de la iglesia primitiva, en el transcurso de la historia de la iglesia ha caído en desuso. Tan es así que esta visión parece ser una innovación para la mayoría de los cristianos ortodoxos, tanto Católicos como Protestantes, en nuestros tiempos. Pero no es difícil adivinar la razón por el extraño silencio de esta visión del significado de la cruz de Cristo en la iglesia de los últimos diecisiete siglos.

Desde el siglo IV, se ha venido pensando que la violencia es justificable, y aún necesaria en la Iglesia. Agustín hablaba por muchos de su época, y hasta el día de hoy, cuando dijo que la paz, tal como Jesús lo hizo a costa de su propia vida, no era una posibilidad realista para los cristianos de su tiempo. Por lo tanto esta manera de comprender la muerte de Jesús que cuestiona tan frontalmente las prácticas violentas de los cristianos estaba destinada a caer en el abandono. Otras imágenes para comprender la cruz fueron enfatizadas, e incluso en algunos casos deformadas, de modo que la muerte de Jesús podía ser comprendida en forma totalmente “ortodoxa” sin cuestionar radicalmente las enemistades que separaban a la humanidad y las violencias con que esta situación de alienación humana se ha perpetuado.

En cambio, la muerte de Jesús (al igual que su vida) fue un poderoso componente de la visión que condujo a la Iglesia apostólica a rechazar la violencia en las relaciones humanas y aún a responder a sus enemigos con un amor semejante al amor de Dios, encarnado en Jesús. Y desde entonces y dondequiera que cristianos se han dispuesto a seguir a Cristo radicalmente, la muerte de Jesús les ha servido como inspiración y fundamento para su no-violencia hacia sus enemigos.

A la luz de esta visión bíblica de la paz, ¿qué podemos decir  para nuestros tiempos?

Vislumbrar una salvación comunitaria, o social (relacional), más que meramente interior e individualista, es tal vez la base para conseguir la paz. Salvación Personal, sí; Individualizante, no.

El bautismo es fundamentalmente un compromiso asumido ante la comunidad creyente. Y en esto se basaba su vida de fidelidad en el seguimiento de Jesucristo. Es señal exterior de una transformación y compromiso interior. Su “obediencia de fe” incluye, no solo el testimonio interior del Espíritu, sino también un testimonio exterior y un compromiso a una vida nueva en comunidad, conjuntamente con otros que habían hecho los mismos votos.

La iglesia por definición es esa comunidad que nace del bautismo. ¿Y cómo es esa iglesia que surge del bautismo, tal como éste se entiende en el Nuevo Testamento? “La Iglesia tiene que ser en el mundo y en la sociedad la comunidad de los que libre y conscientemente han asumido un destino en la vida: el sufrir y morir por los demás. O sea, la Iglesia es la comunidad de los que existen para los demás. Y es también la comunidad de los que se han revestido de Cristo, es decir, de los que reproducen en su vida lo que fue la vida de Jesús, el Mesías. Y además la comunidad de hombres y mujeres a quienes guía y lleva el Espíritu. Finalmente, es la comunidad de la libertad liberadora.”

A lo largo de la historia de la iglesia, las palabras “esto es mi cuerpo” han despertado intensas y amargas discusiones entre cristianos de las diversas tradiciones. Generalmente, estos debates han girado en torno a cuestiones metafísicas en relación con la manera de entender la presencia de Cristo en el pan y el vino. Tanto Protestantes como Católicos han entrado en estos debates bajo estas condiciones. Unos han concentrado en las definiciones doctrinales correctas y los otros han enfatizado el carácter sacramental de los símbolos como medios de gracia. 

Hubmaier decía que la Cena del Señor es “una señal pública y un testimonio del amor, con el cual un hermano se brinda a otro ante la iglesia. Tal como en este momento parten el pan y comen juntos, y reparten la copa, así también cada uno ofrecerá su cuerpo y sangre para el otro. Confiando en el poder de nuestro Señor Jesucristo, recuerdan sus sufrimientos cuando parten el pan y reparten la copa y la Cena, y conmemoran su muerte hasta que él venga. Esta es la bondadosa obligación de la Cena del Señor que cada cristiano cumple hacia el otro, para que cada hermano puede saber que bien puede esperar del otro.”

De la manera en que el bautismo  da testimonio que uno toma con seriedad el mandato a amar a Dios por encima de todas las cosas y que uno ha muerto para si mismo y resucitado a novedad de vida en Cristo, así también la cena da testimonio que uno toma en serio su compromiso a amar a su prójimo como a si mismo. 


Concluimos con palabras de Juan Mateos, reconocido teólogo católico español. “Jesús no propone ideologías. … A lo que él se pone es a formar un grupo donde ese ideal se viva. Mientras no existan comunidades así, no hay salvación, el objetivo de Jesús está anulado y su doctrina y ejemplo se convierten en una ideología más. Por supuesto, para fundar esas comunidades no se puede usar la violencia, si el ser persona libre es esencial al grupo, la adhesión tiene que darse por convicción propia. … De allí el empeño que deben poner los que creen en Jesús por formar comunidades que vivan plenamente el mensaje.


Ponencia del Hno Juan Driver (Anabaptista) en el Encuentro de Iglesias Históricas de Paz en Santo Domingo, República Dominicana (del 27 noviembre al 2 de diciembre del 2010)