“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 27 de septiembre de 2015

El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

TE HAS DE ENCONTRAR


Tarde o temprano
te has de encontrar.
No sigas siendo un extraño
en tu heredad.

Vuélcate sobre ti mismo,
abierto de par en par.

Sólo el que sabe enfrentarse
descubrirá la verdad.

Solamente el que se acepta
acogerá a los demás.

Sólo encuentra al Dios oculto
el que se sabe buscar.


*
Pedro Casaldáliga

sábado, 26 de septiembre de 2015

EL PERDON



El perdón es un misterio. Atrae y estremece, cautiva y asusta, desvela la vulnerabilidad y hace fuerte, todo al mismo tiempo. La oración de la Iglesia dice que Dios muestra con él su poder y los gurús, sabios y terapeutas de todos los tiempos y tradiciones han puesto sobre ese modo de misericordia una de las piedras esenciales de la vida.

Perdonar y ser perdonado, dar y acoger perdón. Descubrir la salud que hay en ese camino de acceso a la verdad personal profunda, camino también a la solidaridad más grande, la que Jesús ofrece con su vida y su palabra.

Teresa de Jesús entendió que en el perdón se hace verdad el seguimiento de Jesús. En la luminosa experiencia de quien ha recibido un: «vete en paz, quedas curado», al acercarse a Jesús y que ha entendido, a la vez: «haz tú lo mismo». Eso le sucedió a ella.

Importa no ser melindrosos ni infantiles, para avanzar en este camino. Teresa decía, con ironía, que hay «unas cositas que llaman agravios, que parece hacemos casas de pajitas, como los niños». Y aún añade: «Vendremos después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita de estas».
Puede parecer que Teresa es exigente en este terreno. Lo es, pero no como quien pide un esfuerzo superior ni porque crea que el perdón se alcanza por voluntarismo o «a fuerza de brazos». Es exigente porque sabe que sin esta experiencia no se acaba de entrar en el camino de Jesús, en el camino de la verdad y la libertad que llevan a la plenitud.

Por eso, pide poner en Él la mirada. Recuerda «aquella carne divina y sin pecado» que, en el huerto de los Olivos, sufría y escribe: «¿Cómo queremos la nuestra tan fuerte que no sienta la persecución que le puede venir y los trabajos?». El mal que se sufre, se siente. Teresa, siempre humana, sabe lo necesaria que es la paciencia: «Dejad hacer su oficio a la carne». Ni violentar ni perder el paso, se trata de ir haciendo camino.

El Papa Francisco llamaba «coleccionistas de injusticias» a quienes se pasan la vida llevando cuentas del mal que les hacen y recordaba el consejo que da Teresa: «Huya mil leguas de “razón tuve”, “hiciéronme sinrazón”, “no tuvo razón quien esto hizo conmigo”». Los dos apelan al seguimiento de un hombre que fue crucificado, a quien no dieron «una cruz muy puesta en razón», sino que sufrió la mayor sinrazón.

Teresa remite a la experiencia profunda: «No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió».
Cerca de la misericordia se descubre la verdad propia. Y se comprende, «imprimido en las entrañas», que la paciencia de Dios lo ha alcanzado todo y a todos, que su misericordia envuelve la vida y el mundo. Y ahí se entienden las palabras de Teresa: «¿Por ventura podéis pasar tanto que no debáis más?».

La facilidad para perdonar de la que habla Teresa no es la de la espontaneidad. Por eso, dice también: «No penséis que no ha de costar algo y que os lo habéis de hallar hecho».

El perdón es un don que se adquiere, sin que haya contradicción en ello. Es un regalo, pero cada quien tiene que recorrer por sí el camino hasta el don. Teresa sabía que el miedo puede retener: «No osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar a estas moradas y que otros anduviesen el camino». Por eso, siempre Jesús, que ha recorrido el camino primero, «que se puso en lo primero en el padecer».

Con sabiduría, Benedicto XVI apuntaba que «perdonar no es ignorar sino transformar». Y pedía oponer al océano del mal un océano de bondad, permaneciendo en la gratuidad: «Nada puede mejorar el mundo si el mal no es superado. Y el mal solo pude ser superado con el perdón… un perdón eficaz; perdón que solo nos lo puede dar el Señor».

Transformar el mal desde el perdón, elegir devolver bien, adelantarse en la gratuidad… todo eso hace –como decía Etty Hillesum– encontrar asomos de eternidad en las tareas cotidianas más pequeñas y, en definitiva, unirse al Jesús vivo que da vida.

Las palabras de Teresa, madre de espirituales, maestra de oración en la Iglesia, no dejan resquicio de duda. Lo único que sirve e importa a Dios es el amor; es lo único que une a Él, pero también, lo único que da verdadera felicidad:
«¡Qué estimado debe ser este amarnos unos a otros del Señor! Pues pudiera el buen Jesús ponerle delante otras, y decir: perdonadnos, Señor, porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho y ayunamos y lo hemos dejado todo por Vos y os amamos mucho; y no dijo porque perderíamos la vida por Vos, y, como digo, otras cosas que pudiera decir, sino solo porque perdonamos».


“El perdón”, por Gema Juan, OCD
De su blog Juntos Andemos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Religión y diversidad sexual

Los invito a que vean este video que es muy divertido y tiene grabada la postura de uno de nuestros sacerdotes. Sin duda alguna, los vientos nuevos del Espíritu Santo soplan sobre nuestras cabezas.


jueves, 20 de agosto de 2015

“Excomulgados” 1. Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa...




Mientras llega el Sínodo 2 Sobre la Familia (Octubre 2015) sigue en altas esferas la batalla sobre los que deben ser admitidos a la comunión (no excomulgados). En las “bajas” esferas, parroquias e iglesias que conozco (a nos ser en algunas muy “cualificadas”) nadie pregunta al que comulga si es homosexual y si “practica”, o si está divorciado y tiene una nueva relación. El problema no es ese, el problema es si cree y si quiere creer, si está dispuesto a crear comunidad con otros seguidores de Jesús.
La cuestión se ha planteado porque el Papa Francisco ha dicho que los divorciados no son excomulgados (y que por tanto pueden comulgar), y que lo mismo piensa de los homosexuales. La cuestión, según el Papa, es si los que comulgan se identifican con el proyecto y camino de Jesús, desde la situación en que se encuentran
En ese contexto quiero empezar evocando un texto clave de la liturgia, la respuesta de los “fieles” al ofrecimiento e invitación del celebrante que dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…”. Desde el siglo XI en ciertos lugares y desde el XVI en todas las iglesias, los que van a comulgar responden: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi alma quedará sana” (cf. J. Jungmann, El Sacrificio de la Misa, BAC, Madrid 1953, 1060-1066).
Significativamente, esa son unas palabras que provienen de la “confesión y súplica” de un centurión pagano, de dudosa conducta, al que Jesús le dice “iré a tu casa/cuartel y curaré a tu amante/siervo enfermo”. El centurión tiene miedo de “dañar” la imagen de Jesús y le responde:
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa (bajo mi techo),
pero di sólo una palabra y mi amante/siervo quedará sano (Mt 8, 8).
-- En el caso de centurión, Jesús cura a su siervo en cuerpo y alma, pues ambos son dignos de su Reino.
-- En caso del comulgante que suplica, Jesús cura “su alma”, le cura y sana, al ofrecerle su propia vida en comunión.

Pienso que no podían haberse escogido palabras mas adecuadas para indicar la “idoneidad” de aquel que quiere comulgar: No es mi dignidad la que me hace digno, sino la de Jesús que cura al "AMIGO" del centurión y que puede sanar también y perdonar a los comulgantes.
Ciertamente, hay diferencias en el gesto:
Desde ese fondo quiero ofrece una reflexión litúrgica y otra bíblica. Imágenes del Veronese: Domine, non sum dignus...
1. Reflexión litúrgica: El deseo de centurión pagano, la palabra de Jesús
La historia del centurión (Mt 8, 5-13), de la que he tratado alguna otra vez en este blog, es una historia de fe.
‒ Recordemos que el centurión es un ciudadano romano: un gentil, es decir, alguien que estaba excluido de las promesas que Dios había hecho a Israel, su pueblo escogido. Aun así, el centurión tenía fe en que Jesús podía sanar a su amigo/siervo.
‒ Jesús quiere ir a casa del centurión, a pesar de que, con los criterios judíos, esta acción le dejaría impuro. Pese a ello, Jesús quiere ir a su casa… y aunque al fin no va físicamente (por respeto a la súplica del centurión) va en realidad, le acompaña y cura a su siervo/amigo.
‒ La iglesia ha querido poner en labios de los comulgantes esta confesión (¡soy pecador!) y esta súplica (¡puedes sanar a mi amigo, me puedes sanar!) al comienzo de la comunión, pues, el celebrante retoma la palabra de Jn 1, 29 y dice, al ofrecer la eucaristía: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”.
‒ Ésta es una palabra central, que Jesús mismo asume y reinterpreta en el mismo evangelio de Mateo diciendo: “No he hallado una fe semejante en Israel (¡en la buena Iglesia!); por eso les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos “ (Mt 8,11-13).
‒ De esa manera, la liturgia nos invita a tener la misma fe, la misma convicción que el centurión romano tuvo en el poder sanador de Jesús…, una fe que muchos hoy, en la Iglesia del siglo XXI, que va quedando vacía de fieles antiguos no tienen (o no tenemos). En realidad, ninguno de nosotros somos dignos de la Eucaristía, pero el gesto del centurión homosexual romano y la respuesta de Jesús nos invitan a compartir la Cena del Señor, iniciando así un camino de transformación y reconciliación mesiánica
(He retomado y recreado parcialmente, introduciendo motivos nuevos que quizá el autor, D. Todd Williamson, no aprobaría del todo:http://www.pastoralliturgy.org/resources/1201ReproRsrcSP.pdf)
2. Reflexión bíblica. El centurión de Cafarnaúm y su siervo/amante (8, 5-13)
He presentado alguna vez este pasaje en mi blog, pero repito el tema de nuevo, para aquellos que quizá no lo haya leído. El centurión del puesto militara de Cafarnaúm tiene un siervo/amante enfermo (paralítico) y con grandes dolores, encerrado en “la casa/cuarten” (Mt 8,6)) y pide a Jesús que le cure. Viene el mismo centurión, porque su siervo/amante no puede venir, viene como autoridad “militar”, pero reconoce el poder “superior” (humano, religioso) de Jesús.
Es un pagano (como indicará el texto que sigue) y además, no se siente digno de que Jesús entre en su “casa” (bajo mi techo, 8, 8), porque es un militar de “ocupación” y porque su conducta “moral” no parece clara; es como el leproso, al que no se “debía” tocar, porque manchaba (en el milagro anterior: Mt 8, 1-4). Desde ese fondo se entiende esta escena que ha sido elaborada por la tradición en un contexto de apertura eclesial a los paganos, aunque en su fondo hay un relato antiguo (transmitido al menos por el Q; cf. Lc 7, 1-10; Jn 4, 46b-54).
Este centurión no se considera digno de que Jesús entre en su “cuartel”, no por un tipo de humildad intimista, sino por un realismo fuerte y consecuente de soldado, que puede conquistar el mundo con las armas, pero que sufre por la enfermedad de su siervo/amante, y no quiere crear problemas a Jesús, haciéndole entrar en su casa (pues ello le enfrentaría con los puristas judíos de la zona).
Pues bien, este Jesús de Mateo no ha satanizado a los soldados, ni ha querido combatirlos con las armas, sino que ha descubierto en ellos un tipo de fe que no se expresa en la victoria militar, sino en la curación del amigo enfermo. Está dispuesto a entrar en su casa, pero entiende y atiende la razón del centurión y no lo hace, curando al “enfermo” desde lejos:
Mt 8,5 Cuando él (Jesús) entraba en Cafarnaúm, salió a su encuentro un centurión, que le rogaba diciendo: «Señor, mi siervo/amante (pais) está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido». 6Jesús le dijo:«Iré yo mismo, y le curaré».
7Pero el centurión le dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, 8pues también yo soy hombre de autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este "ve" y va y al otro "ven" y viene; y a mi siervo "haz esto", y lo hace».
10Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 11Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes». 13Entonces Jesús dijo al centurión: «Vete, y que se haga según tu fe». Y su amante quedó sano en aquella misma hora (Mt 8, 5-13).
Es un soldado con problemas, un profesional del orden y obediencia, en el plano civil y militar, un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido. Es capaz de dirigir en la batalla a los soldados, decidiendo así sobre la vida y la muerte de los hombres. Pero, en otro nivel, es un muy vulnerable, y así padece mucho por la enfermedad de su siervo/amante, y es muy respetuoso, pues no quiere crear problemas a Jesús haciéndole que entre en su casa, cosa que estaba más vista entre judíos, pues era la casa de hombres impuros.
Desde ese fondo es preciso que nos detengamos y preguntemos sobre la identidad del siervo/amante del centurión, a quien el texto griego llama país mou (8, 6). En principio, esa palabra (pais) puede tener tres sentidos: siervo, hijo y también amante (casi siempre joven), y en ese último sentido ella puede resultar escandalosa.
‒ El texto paralelo de Jn 4, 46b evita el escándalo y pone huios (hijo), en vez de pais; pero con ello tiene que cambiar toda la escena, porque los soldados no solían vivir con la familia ni cuidar sus hijos hasta después de licenciarse; por eso, convierte al centurión en miembro de la corte real de Herodes (un basilikós).
‒ También Lc 7, 2 quiere eludir las complicaciones y presenta a ese pais de Mateo como doulos, es decir, como un simple criado, al servicio de centurión. Con eso ha resuelto un problema, pero ha creado otro: ¿Es verosímil que un soldado quiera tanto a su criado?
‒ Por su parte, el texto de Mateo distingue cuidadosamente los matices, en este mismo pasaje: al enfermo amigo del centurión le llama país (8, 5-8), mientras al criado o soldado subordinado estrictamente dicho le llama doulos (8,9).
Por eso preferimos mantener la traducción más obvia de pais dentro de su contexto militar. En principio, el centurión podría ser judío, pues está al servicio de Herodes, en el puesto de frontera de su reino o tetrarquía (Cafarnaúm). Pero el conjunto del texto le presenta como un pagano que cree en el poder sanador de Jesús, sin necesidad de convertirse al judaísmo (o cristianismo), y Jesús le pone después como ejemplo de todos los paganos que vendrán a compartir el Reino de Dios, mientras los israelitas quedarán fuera (8, 11-12).
Pues bien, como era costumbre en los cuarteles de aquel tiempo (donde los soldados no podían convivir con una esposa, ni tener familia propia), este pasaje supone que aquel oficial (centurión) tenía un criado-amante, presumiblemente más joven, que le servía de asistente y pareja sexual. Este es el sentido más verosímil de la palabra pais de Mt 8,6 en el contexto de la escena, pues no se trata, como he dicho, de un doulos/siervo (palabra que aparece en sentido propio en 8, 9). Ciertamente, en teoría, podría ser un hijo (Jn 4, 46) o criado (7, 2) del centurión, pero es mucho más verosímil suponer que ha sido un amante homosexual (como han sentido Jn y Lc cambiando la palabra país).
En ese contexto, Mateo no presenta a Jesús como alguien que está preocupado por problemas morales de este tipo, sino como un mesías capaz de comprender las debilidades y enfermedades de los hombres, empezando por los soldados de ocupación, que con frecuencia eran homosexuales (al menos durante el servicio en un cuartal o campamento). De esa forma sabe él escuchar al soldado que le pide por su amante y se dispone a venir hasta su casa-cuartel (¡bajo su techo!), para ayudarle. Así lo supone Mateo, pero el oficial no quiere que se arriesgue, pues ello podría causarle problemas: no estaba bien visto entrar bajo el techo del cuartel/campamento de un ejército, no sólo porque era un lugar odiado, sino porque se pensaba que era escenario de una conducta moral “escandalosa”.
Por eso, el centurión pide a Jesús que no entre en su casa: le basta con que diga una palabra, pues él sabe lo que vale la palabra de un hombre de “poder”, como es él mismo, que manda a sus soldados y siervos, o como es Jesús que es capaz de mandar sobre la enfermedad desde la distancia, sin necesidad de tocar al enfermo, como en el caso del leproso (8, 3). Jesús respeta las razones del soldado, acepta su fe y le ofrece su palabra, al servicio de su país homosexual, penetrando de esa forma en la intimidad afectiva de un soldado homosexual, a quien admira por su fe y a quien ayuda a creer (8, 8-10).
Este es un milagro que nos introduce en la profundidad del mundo pagano, con su gran fractura interna, situándonos así ante un centurión con su siervo/amante enfermo. Más adelante encontraremos otro milagro semejante, el de la madre cananea/pagana, con su hija enferma (15, 21-28). En ambos casos destaca Mateo la “la fe”, que vincula a judíos con paganos, hombres y/o mujeres, en una línea de Pablo ha explorado con gran profundidad, en otro contexto (especialmente en Gal y Rom).
La fe del centurión comienza siendo una confianza en el poder de Jesús que hace milagros, tomándole así como una especie un santón judío. Pero, mirada en su radicalidad, esta es una fe que se muestra como expresión y anciticpo del reino que se acerca. «No he encontrado en Israel fe semejante» (8, 10)… Por eso de oriente y occidente, vendrán de todas partes a sentarse en el banquete de las bodas, mientras los hijos (los judíos) quedarán fuera, en las tinieblas exteriores.
Tal es el sentido del milagro del centurión y de su amante enfermo. Lo importante no es el hecho externo, certificar que el siervo (amante) del centurión quedó curado, sino lo que ese hecho significa, lo que transmite desde su trasfondo. En el espejo de este hecho se refleja el gran misterio de Dios que por su Cristo llama a todos, y lo hace de tal forma que su misma llamada a los gentiles (¡que vengan todos!) es de algún modo la razón o causa de que algunos judíos “prefieran” quedar fuera.
Esta fe del centurión homosexual, signo de la Roma pagana, aparece así como principio de salvación (¡vete, que se haga cómo has creído! 8, 13) de manera que la curación de su siervo/amante viene a presentarse como signo y garantía de la llegada del reino. Ésta es una curación/perdón en el doble sentido del término. (a) Es una curación doble (la fe del centurión “cura” a su amante, de manera que ambos puedan recorrer un camino de vida en ámbito de Reino). (b) Es una curación integral, que ha de entenderse en la línea de todo el evangelio, de manera que sólo puede interpretarse a la luz del despliegue de conjunto de Mateo, que culmina en el envío de los discípulos de Jesús a todas las naciones (28, 16-20).
Fiel a su estilo narrativo, Mateo no ha sacado las “conclusiones lógicas” de este relato en clave eclesial o jurídica, sino que deja que el mismo texto hable, abriendo un espacio de fe y curación para los gentiles de oriente y occidente (no sólo de oriente, como los magos de 2,1). De esa manera, este mismo centurión que es signo del poder romano (aunque puede estar al servicio inmediato de Herodes Antipas), puede interpretarse como un compendio de todos los males del Imperio (violencia militar, homosexualidad…), siendo, al mismo tiempo, un testimonio de mayor impotencia (enfermedad del país, siervo homosexual).
En contra de lo que piensan algunos en este tiempo (año 2015), este centurión homosexual es para Jesús un hombre, un hombre capaz de “comulgar”, como seguiré destacando en nuevas postales. 

Extraído de http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php con fecha 15.08.2015


domingo, 5 de julio de 2015

“No despreciar al Profeta”

Domingo, 5 de julio de 2015

El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco lo presentan a los enfermos de la aldea para que los cure.

Su presencia solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría. Tampoco se explican de dónde proviene la fuerza curadora de sus manos. Lo único que saben es que Jesús es un trabajador nacido en una familia de su aldea. Todo lo demás «les resulta escandaloso».
Jesús se siente «despreciado»: los suyos no le aceptan como portador del mensaje y de la salvación de Dios. Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

Al mismo tiempo, Jesús «se extraña de su falta de fe». Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: «no pudo hacer allí ningún milagro, solo curó a algunos enfermos».

Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.

  • ¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos «suyos»?
  • En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial?
  • ¿No vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje?
  • ¿No es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora?
  • ¿No tenemos el riesgo de apagar su Espíritu y despreciar su Profecía?
  • Esta era la preocupación de Pablo de Tarso: «No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de Profecía. Revisadlo todo y quedaos solo con lo bueno» (1 Tes 5,19-21). ¿No necesitamos algo de esto los cristianos de nuestros días?

Muchas veces nosotros tampoco sabemos ver el paso de Dios por nuestra historia, no sabemos reconocer a nuestros profetas. Es siempre más fácil esperar o cosas extraordinarias y espectaculares, o mirar alguien de afuera. Es más “espectacular” mirar un testimonio allá en Calcuta… que uno de los cientos de miles de hermanas y hermanos cotidianos por las tierras de América Latina que trabajan, se “gastan y desgastan” trabajando por la vida, aunque les cueste la vida. Es más maravilloso mirar los milagros que nos anuncian los predicadores itinerantes y televisivos, que aceptar el signo cotidiano de la solidaridad y la fraternidad. Es más fácil esperar y escapar hacia un mañana que ‘quizá vendrá’, que ver el paso de Dios en nuestro tiempo, y sembrar la semilla de vida y esperanza en el tiempo y espacio de nuestra propia historia. Todo esto será más fácil, pero, ¿no estaríamos dejando a Jesús pasar de largo?.

Por José Antonio Pagola


Sin pretender ser un «profeta» admirado, sí que debo ser, como mínimo un profeta anónimo, un cristiano ordinario que se toma en serio su ordinario deber profético: decir la verdad, vivir la verdad, denunciar la mentira que me encuentre, ser incorruptible, combatir la corrupción que me salga al paso…
¿Estoy captando la nueva hora de esperanza, el deseo popular de superación del neoliberalismo, a la búsqueda del «otro mundo posible»?.

Dios, Padre nuestro, que continuamente nos invitas a la conversión con llamamientos que con frecuencia nos pasan desapercibidos; te pedimos abras nuestros oídos y nuestros corazones para que estemos siempre atentos a acoger tu Palabra, sea cual sea el ropaje con el que venga envuelta, para que nos dejemos transformar por ella y la llevemos a la práctica con entusiasmo. Por Jesucristo N.S. 

 Por Hnos López Vigil


sábado, 27 de junio de 2015

Para descubrir por donde se nos está escapando la vida.

Texto de J. Delorme -citado por Dolores Aleixandre RSCJ, en su libro: Contar a Jesús-

Los Evangelios no separan nunca la historia de la curación de la hemorroísa  de la  resurrección de la hija de Jairo, como si los vieran unido por un  vínculo secreto.

La mujer  carece de nombre, está sola y arruinada y detrás de ella no se adivinan parientes ni amigos. Su pérdida de sangre, además de hacerla estéril, la encamina hacia la no-vida y la sitúa en el mundo de la impureza, la vergüenza y el deshonor, por eso no se atreve a hacer su petición en público. Un abismo separa a Jesús de esta mujer: si ella le toca, él quedará impuro.  Llega movida por lo que ha oído sobre Jesús y en su gesto de tocarle aparece su deseo de alcanzar la fuente de un don que sólo puede ser recibido gratuitamente, en contraste con la fortuna gastada inútilmente en médicos. Su contacto con él se reduce a algo mínimo, como en las fronteras de su persona. En medio de la multitud tanto ella como él aparecen vinculados por un  “saber” que los demás no tienen: Jesús sabe que ha salido una fuerza de él y la mujer sabe que se ha secado la fuente de su enfermedad.

Pero a Jesús no la basta con sanarla y no se queda satisfecho hasta que puede entablar con ella un diálogo interpersonal en el que ella le dice “toda la verdad”. La sanación recibida abarca ahora no solamente su cuerpo, sino también su espíritu, sus temores, su vergüenza que desaparecen en la confianza del diálogo y en la experiencia de ser reconocida, escuchada y comprendida .

Ella esperaba ser salvada en pasiva, pero Jesús emplea el verbo en activa y sitúa en ella el poder que la ha salvado: la mujer se marcha no sólo curada, sino habiendo escuchado una alabanza por su fe y recibido el nombre de "hija", un título familiar raro en los evangelios. Alguien se ha convertido en su valedor, como Jairo lo es de su hija y la declara incluida en la familia del Padre, lejos de cualquier exclusión. La mujer, por su fe, ha sintonizado con el universo del Reino y ha entrado en él. 

 ...como Palabra para nuestro  hoy...

El texto nos propone hacer nuestra la experiencia de la mujer: 
  1. Tomar conciencia, en primer lugar, de por dónde “se nos está escapando la vida”...
  2. Caer en la cuenta de nuestras “pérdidas”, de aquellos aspectos de nuestra existencia que nos hacen sentirnos estériles. 
  3. Descubrir como  nos adentra en la paradoja de la fe invitándonos a creer que nuestro poder reside precisamente en nuestros límites e impotencias reconocidos y asumidos. Estamos llamados también a dejar atrás nuestros miedos, a ir más allá de nuestras expectativas, a confiar de una manera distinta de la prevista. 
  4. Y a esperar una salvación que acontece en el encuentro interpersonal con Jesús, en la acogida a su invitación de “entrar en su familia” como verdaderos hijos.

sábado, 4 de abril de 2015

FELICES PASCUAS DE RESURRECCION


El equipo de Católico y Gay les desea una ¡ Feliz Pascua de Resurrección !


¡ Que la paz esté con ustedes !




Resucitando a una vida plena

*
Comienza justamente a amanecer,
Una luz tímida viene apenas para aclarar la bóveda celeste todavía noche pesada.
Con María Magdalena, me pongo delante de la tumba,
Pero ya la piedra ha sido quitada.
La tumba está vacía, Tú no estás.
Me esperas fuera,
estás allí, a plena luz y me llamas por mi nombre.
Y es que la muerte no consiguió retenerte entre sus lazos,
estás vivo, resucitado …
Me dices que abres un paso hacia tu Padre que es también mi padre,
Y es que esta vida que fluye en ti también me está destinada a mí.
Mi vida está en Dios,
ninguna fuerza en el mundo podrá poner fin a esta vida,
incluso el poder de la muerte.
Dios mío, en esta mañana de Pascua es mi canto lo que sube hacia ti,
canto de esperanza y de alegría,
Qué tu Espíritu de resurrección me tome,
Qué me devuelva a la vida.
Qué tu vida, tu amor y tu gracia fluyan en mí,
Qué vengan a irrigar cada parcela de mi ser,
Con el fin de que resucite y viva de con Tu Vida.
Amen
*
Nadine Heller

***



BASTA DE SECRETOS Y MENTIRAS

Resurrección de Nuestro Señor
Día de Pascua


Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?". Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho".  Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. 


Este pasaje del Evangelio siempre me ha producido cierto temor y dificultades. La tentación de caer en una fácil teología de la gloria, de proclamar infundadas victorias y promover ilusiones conformistas han sido una amenaza constante. Evitar predicaciones optimistas desde una perspectiva simplista me han perseguido año tras año. He tratado de evitar con todas mis fuerzas una predicación triunfalista. Los estigmas, las marcas y señales de la cruz, en las manos, en los pies y en el costado de del cuerpo de Jesús de Nazaret resucitado me han protegido de caer en la trampa de una teología de la gloria y mantenerme fiel a la teología de la cruz. La resurrección es un proceso unitario junta a la cruz. Jamás podemos olvidar ese hecho traumático, escandaloso y provocativo de la cruz y del Dios crucificado. La resurrección, por otro lado, siempre me pareció una acción lógica y esperada.

Con la voluntad de evitar caer en esos facilismos, quiero hoy prestar una especial atención a ciertos detalles que nos pueden ubicar en la intencionalidad del texto y nos pueden ayudar en la renovación de nuestra práctica pastoral de promoción de dignidades de las personas que viven en situación de vulnerabilidad al vih o al sida. En primer lugar este final abrupto del relato evangélico, que en realidad es el comienzo de la acción apostólica y misionera, se ubica en un tiempo que va más allá de todos los sábados rituales. Es un nuevo comienzo, una nueva creación, es el primer día de la semana cósmica. Se ubica en el día de la renovación de la acción creadora de quien sopla con su Espíritu en nuestra realidad y vida. Es un tiempo de ruptura con lo antiguo y con la ley y una apertura a la buena noticia de liberación. Indudablemente este proceso de cruz y resurrección contradice todas las expectativas de quienes quería dominar la interpretación de las Escrituras con posiciones hegemónicas y excluyentes, y aún de aquellas discípulas que con toda lógica iban a encontrarse con un cadáver. Por lo tanto el primer detalle que sale a nuestro encuentro es la liberación de los tabúes y rituales que desde todos los sábados oprimen nuestras comuniones y nuestras acciones.

La segunda ruptura y gran escándalo, son las mujeres que toman iniciativas asignadas culturalmente a su género, pero que en el proceso de la resurrección son superadas en sus propias expectativas y empoderadas para ejercer tareas asignadas, aún hoy por muchas comunidades cristianas, exclusivamente a varones. Esas mujeres serán desde este acontecimiento, como diría Teresa de Jesús, varones fuertes. Este grupo vulnerable al estigma, a la descalificación y a la marginación, deviene en actor protagónico de la escena y de la misión. Además de ubicarnos en el nuevo tiempo del Reino, también la resurrección es un proceso de empoderamiento de grupos y personas consideradas fieles y personas de segunda y débiles por los criterios culturales y religiosos imperantes. En el contexto del vih y del sida podemos imaginar con cierto atrevimiento que son esas personas y esos grupos vulnerables los encargados de anunciar a quienes nos consideramos los discípulos, la buena nueva de un tiempo recreador de criterios sociales, culturales y religiosos. ¡Qué tremendo ejercicio espiritual es pensar a los convertidos siendo convertidos por los grupos vulnerables! Ese es el escándalo y la cruz que encontramos en este relato.

Me encanta la forma de hablar de este misterioso joven sentado a la derecha de la tumba, vestido con una túnica blanca. ¡Qué sobriedad para describir la situación y la persona! Nada de fantasías esotéricas. Sus primeras palabras tienen el objetivo de calmar nuestros temores y miedos frente a una búsqueda en perspectiva de discipulado de Jesús de Nazaret, el Crucificado. En el núcleo del relato de la resurrección la forma de denominar a quien confesamos como el Cristo del Dios del Reino, resalta y pone de relieve que Aquel viene de un pueblito marginal y olvidado y que por sus compromisos con los vulnerables de todos los sistemas sociales, culturales y religiosos, asumió las consecuencias de esas comuniones y por todo ello es el Crucificado.
Ese Jesús de Nazaret, el Crucificado nunca lo podremos encontrar en los espacios de muerte, en los sistemas de opresión ni junto a los que detentan poderes hegemónicos que excluyen y desconocen la diversidad. Esos sistemas había ubicado a Jesús de Nazaret en el espacio ideológico de todas las muertes y de todos los estigmas. La resurrección lo mueve de esa clasificación, supera y rompe las barreras ideológicas y se mueve hacia otros espacios de dignidad y desafíos.

En este contexto de expectativas y cumplimientos, es joven vestido de blanco, nos pide que también nosotros y nosotras no nos quedemos resignados en los espacios asignados de estigma y marginación en el cual la sociedad y muchas veces la iglesias mismas ubican a personas y grupos en situación de vulnerabilidad del vih. Este texto nos propone toda una hoja de ruta para liberarnos de esos espacios.
Ahora este grupo vulnerable de ciudadanos y creyentes de segunda de acuerdo al antiguo régimen reciben el mandato de romper los silencios. Aquello que durante todo el evangelio, Jesús de Nazaret, pidió que se mantuviera en secreto y que no se lo dijeran a nadie, ahora hay que romper los secretos que siempre tejen redes de mentiras. Ahora todas y todos nos podemos manifestar tal cual somos, con la diversidad de identidades y con la diversidad de escuchas de la Escrituras y del anuncio de las buenas nuevas. Ha llegado la hora de hablar, de romper todas las complicidades de silencio y de prudencia. Anunciar que Aquel a quien seguimos como discípulos y discípulas no se ha quedado en el espacio de la muerte. Ahora se nos pide que la nueva comunidad a la cual nos convoca Jesús de Nazaret, el Crucificado, que ya no está en el sepulcro, y que hemos contemplado con nuestros ojos el lugar en que el sistema lo había colocado, nos pide que vayamos a Galilea. Allí donde todo comenzó ahora es el lugar de origen de la nueva comunidad. No se inicia en Jerusalén, el espacio de los que se oponen al anuncio incondicional de una buena noticia de inclusión sino en las márgenes de esa sociedad jerárquica. Galilea representa todos los lugares impuros y sospechosos para todas las ortodoxias con pretensiones hegemónicas. Estamos en los tiempos de la nueva creación que exigen una nueva comunidad que se construye desde los márgenes de todos los sistemas.

Indudablemente el salir de los cómodos espacios de la muerte y del conformismo da miedo. Estamos tan habituados a nuestros cementerios sociales y tumbas blanqueadas de tantas hipocresías y cegueras religiosas, que el poder abandonar esos espacios incómodos pero conocidos nos hacen templar y nos ponen fuera de si. Muchas veces ese mismo miedo nos han llevado a domesticar el evangelio sacándole el escándalo y la cruz. Este es el día en que debemos superar nuestros miedos y reconocer que ya no podemos, por miedo, dejar de anunciar que se ha iniciado un tiempo nuevo de comuniones en la diversidad y un espacio donde cada uno y cada uno pueden asumir su identidad sin secretos ni mentiras. Solamente en las Galileas de nuestro tiempo y de nuestras comunidades de fe podremos ver al Jesús de Nazaret, el Crucificado que buscamos para verlo.


Para la revisión de vida

“Dios también es discernible y presente en los márgenes. No es apropiado el focalizar la presencia de Dios (2º Samuel 7, 5-9) El relato bíblico ha revelado que Dios camina en los márgenes y que también le encontramos en la periferia y uno mismo tiene, en consecuencia, que encaminarse desde el centro del poder hacia los márgenes de la sociedad y experimentar a Dios de formas nuevas y de manera nuevas porque Dios viene hacia nosotros y nosotras por medio de preguntas inquietantes y perturbadoras”

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.


Por Lisandro Orlov
Pastoral Ecuménica VIH-SIDA

viernes, 3 de abril de 2015

Crucificados con Jesús

Por Carlos Osma

La cruz es el lugar donde se evidenció que Jesús no era el Mesías, o al menos el Mesías que todos esperaban. Las expectativas de sus seguidores, que le habían aclamado a la entrada de Jerusalén pensando que traería un nuevo Reino de justicia, se vieron defraudadas por tan dramático final. La crucifixión fue una decepción, un desengaño, una confrontación con la terrible y dura realidad de siempre. Allí, en el Calvario, se evaporó la ingenuidad de quienes esperaban al Mesías oficial, al proclamado y anhelado desde hacia cientos de años. El Mesías de verdad no era ese, el que dios prometió enviar no podía avergonzar con el fracaso a quienes por tanto tiempo lo aguardaban.
El escándalo de la cruz tiene mucho que ver con nuestro propio escándalo, con el escándalo de las personas LGTBI que han tenido que lidiar con las expectativas que se han depositado sobre ellas. Es muy evidente que, como Jesús, no somos quien se esperaba que fuésemos. No somos los hijos e hijas heterosexuales del dios patriarcal, por mucho que durante años hayamos jugado al despiste. Nuestra manera de ser y sentir nos impide satisfacer los sueños que habían depositado sobre nosotros familiares, amistades e iglesias. No somos las mujeres y los hombres que ellas y ellos esperaban, no lo somos, y es por ello que la cruz siempre nos espera.
Se puede vivir toda la vida con miedo y escondido, es lo que intentaron hacer los discípulos de Jesús cuando a éste lo apresaron. La cobardía es natural, es parte de nuestro instinto de supervivencia. La huída es el primer impulso, el silencio y el ocultamiento vienen siempre después. El temor guía la vida de quienes juegan a ser el Mesías que los demás esperan. Se puede morir así toda la vida, no es una elección fácil enfrentarse a la realidad.
Pero sólo cuando crucificamos con Jesús lo que se nos obliga ser, y sentimos el rechazo y el insulto, descubrimos quienes somos en realidad. Sólo cuando colgados de los maderos que se levantan en las afueras de las casas y de los templos rompemos los sueños y esperanzas que se depositaron sobre nosotros desde que nacimos, podemos llegar a ser quien realmente somos. La cruz es la salida del armario de un Mesías no normativo, y por eso la cruz, el principal símbolo del cristianismo, es el lugar en el que muere de una vez para siempre todo aquello que no somos, todas las mentiras en las que nos hemos escondido, todos los deseos por estar a la altura de quienes dicen amarnos. En el Gólgota nuestra heterosexualidad impostada fue crucificada de una vez para siempre.
Justo en el momento en el que la ley de la sangre nos abandona, cuando empieza a salir a borbotones de nuestras manos, nuestros pies y nuestra frente, empezamos a ver que la cruz tiene un sentido salvífico para las personas LGTBI. Cuando nuestro costado deja de verter sangre y de él mana el agua de la vida, somos conscientes de que ya quedan pocos instantes para que todo lo que deberíamos haber sido, desaparezca para siempre. Ya no hay exigencias imposibles, negaciones estúpidas, odio interiorizado… Cuando por fin levantamos la voz al cielo y gritamos con fuerza al dios que nos atormenta: “dios mío, dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, es entonces cuando sabemos que el antiguo yo heterosexual que nunca llegamos a ser, ha sido crucificado juntamente con Jesús. A partir de ahí, ya no vivirá él, sino Dios en nosotros.
Tras la crucifixión de quienes no somos, viene la resurrección de lo que Dios siempre quiso para nosotros. La resurrección de Jesús por parte de Dios, es la convicción en la que se basa la fe cristiana, pero también el anuncio de que es posible otra vida para las personas LGTBI que han decidido dejar atrás lo que no eran. En Cristo, lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales somos levantados de la muerte por Dios. En el hecho principal en el que se apoya el cristianismo, podemos ver el camino que Dios pone por delante nuestro. La vida de verdad viene después de la renuncia, de la perdida, de la cruz. La vida de verdad viene después de la muerte de lo que no somos, cuando hemos sido capaces de renunciar a lo que Dios no quería para nosotros.
Atrás quedan las expectativas que no pudimos satisfacer, las verdades a medias, el sentimiento de haber defraudado a personas queridas, el miedo al rechazo… Atrás, en la cruz queda el Mesías que los demás esperaban, pero que nosotros no éramos. Ahora viene por fin la vida, la capacidad de perdonar, de amarnos a nosotros mismos. Ahora viene por fin nuestro presente y nuestro futuro, que podemos compartir realmente con quienes tenemos a nuestro lado. Ahora llegan nuestros proyectos, ilusiones, esperanzas… Ahora, resucitados juntamente con Cristo, llega lo que no teníamos: la vida.

Bienaventuranzas del Viernes Santo

Felices quienes ven en Jesús crucificado un ejemplo, una pasión, un compromiso, un desafío.

Felices quienes en la cruz descubren un camino, una búsqueda, un encuentro.

Felices quienes saben que el sacrificio personal es el sendero ineludible hacia la plenitud de su existencia.

Felices quienes han sido deslumbrados por la vida de Jesús y han decidido seguirle, cueste lo que cueste.

Felices quienes ayudan a quienes caen, quienes no les preguntan y les ayudan a levantarse.

Felices quienes acarician y secan el sudor y el dolor de los demás en el camino de su existencia.

Felices a quienes se les quedan marcadas en sus corazones las llagas, los rostros, las palabras, las estrellas de los crucificados.

Felices quienes denuncian las cruces de los demás, les ayudan a cargarlas cuando son inevitables y les ayudan a liberarse de la inhumanidad que conllevan.

(Miguel Ángel Mesa Bouzas) 
Bienaventuranzas del Viernes Santo

sábado, 28 de marzo de 2015

Caminando a su lado.

La Pascua se acerca.
Nuestra travesía nos conduce pronto a subir también nosotros con Jesús a Jerusalén.
¿Sería nuestro deseo como el de los griegos de este domingo de cuaresma por ver a Jesús?
¿Para ser un espectador de estas próximas horas  en que Cristo pasará por la cruz para ser glorificado
O estamos dispuestos a seguirle hasta el fin para servirlo?
Entonces,
Ya es hora de descentrarnos para poner nuestros pasos en los de Cristo.
Ya es hora de que nuestros ojos se abran para reconocer en nuestros hermanos el rostro de Cristo.
Ya es hora de desprendernos de nuestro egoísmo, de renunciar a nuestras malas costumbres.
Ya es hora de aceptar morir un poco a uno mismo, de quitar lo que estorba a nuestro corazón para tener la vida en abundancia como el grano de trigo debe ser enterrado en la tierra para dar fruto.
Ya es hora de confiar en Dios cuando la angustia nos golpea.
Ya es hora de acoger la ternura de Dios, él que nos ofrece una alianza nueva, una alianza de perdón.
Ha llegado el tiempo de caminar tras tus pasos Señor, de imitarte y de servirte en los pobres y en todos hombres que nos rodean. Elévanos de la tierra contigo, atráenos a ti para que entremos como tú en el amor incondicional del Padre al servicio de los demás.
*
Anne-Marie,Hermana de la Communion Béthanie
***

sábado, 21 de marzo de 2015

La fe del centurión homosexual cura a su amigo

El siguiente texto es reproducido textualmente del Blog de X. Pikaza en RD (Religión Digital) del día 21/03/2015. Así lo hago ya que me resulta de gran interés que se lea el texto completo y no faltar así al autor cortando párrafos e ideas que podrían ser de utilidad para ustedes (y para mi) en la comprensión y análisis del tema y del texto completo aquí expuesto.


(Mt 8, 5-13)


No le cura Jesús, sino la fe del centurión amigo, como dice expresamente el texto: ¡Que se haga como has creído!
No le "cura" de su condición sexual, sino de su enfermedad, y lo hace a través de la misma fe/amor homosexual del centurión.
Así lo expuse el otro día en RD (17, 3. 15), con un trabajo de A. Álvarez y otro mío 
En ese contexto, y para situar mejor el tema, quiero retomar nuestras contribuciones,tuvieron bastantes lectores directos (ya el primer día más de 3800), y muchos más indirectos, especialmente a través de facebook (https://www.facebook.com/xabier.pikaza ), con decenas y decenas de comentarios, muchos favorables y amistosos, pero algunos desabridos, incluso con insultos (que indican que el asunto no ha sido acogido con naturalidad, por resistencias personales y fobias).
No he querido imponer mi visión a nadie, sino abrir una puerta de investigación bíblica y de madurez humana, leyendo el evangelio en diálogo con otros. Pienso (con otros muchos investigadores) que el motivo central de Mt 8, 5-13 par (con todas sus variantes) no es una curación más entre otras, sino la de un centurión homosexual que cura a su amigo de la enfermedad, no de la homosexualidad.
Se que han existido (y existen) escuelas y hospitales de Iglesia (¡quizá muy bien intencionados!) para “curar” la homosexualidad, para que los homosexuales dejen de serlo . Pues bien, ese camino me parece equivocado y contrario al evangelio.
Estoy convencido de que el tema no es “curar” la homosexualidad, sino a los homosexuales enfermos (que los hay, sin duda), para que se relacionen entre sí como personas, en libertad y en evangelio.
En esa línea se sitúa el decálogo que sigue (fundado en gran parte en mi libro sobre La familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014). No se trata de curar a los homosexuales enfermos desde fuera, sino que ellos mismos se curen entre sí, por fe y amor, como supone este “milagro” de Jesús.
JESÚS Y LA CURACIÓN DE LOS HOMOSEXUALES ENFERMOS, UN DECÁLOGO
Texto
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, que le rogaba diciendo: «Señor, mi amante (pais) está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido».
‒ Jesús le dijo:«Yo iré y le curaré».
‒ Pero el centurión le dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este "ve" y va y al otro "ven" y viene; y a mi siervo "haz esto", y lo hace».
Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían:
‒ En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
Entonces Jesús dijo al centurión: Vete, y que se haga según tu fe. Y su amante quedó sano en aquella misma hora (Mt 8, 5-13).
No quiero imponer ningún tipo de dogma, sino ofrecer una lectura positiva del texto de Mt 8, 5-13. Ciertamente, no todos estarán de acuerdo con lo que digo, pero me gustaría que prestaran un poco de atención a mi “argumento”. Sin duda el “pais” del pasaje, al que Jesús cura a través del Centurión, puede ser también un hijo o criado, aunque me parece mucho más probable que, dado el contexto pagano y militar en que se inscribe el texto, sea un amigo-amante homosexual, como irá indicando el “decálogo” que sigue.
1. Sentido de la palabra “pais”.
Mt 8, 5 dice que el centurión de Cafarnaúm tenía un “país” muy conocido. Pues bien, para ver el mundo de esa palabra en el helenismo y en el entorno pagano de Jesús basta mirar por arriba el Thesaurus Linguae Graecae (y Latinae) para ver que en los contextos pertinentes, ella significa amante homosexual.
Ciertamente, en la traducción de los LXX y en el griego del Nuevo Testamento (o de los Padres de la Iglesia) esa palabra (país) recibe, en general, el sentido de hijo o servidor, como indican las concordancias bíblicas y el diccionario de Lampe (Patristic Lexicon). No es necesario dar ejemplos. Pero el texto de Mateo no se limita a repetir estereotipos anteriores, sino que abre una experiencia nueva de evangelio, y así puede utilizar esa palabra en un sentido “menos bíblico”, pero más abierto a su contexto social y religioso, desde su recuerdo de Jesús y desde la comunidad en la que (y para la que) escribe, que parece ser de Antioquía.
2. Historia de Jesús.
Es difícil precisar en cada caso lo que Jesús hacía, y la gente de su compañía, pero le acusan de andar con publicanos, prostitutas y gentes de “mala vida”. En ese contexto se sitúa su relación con los soldados y en especial con los centuriones, como sabe no sólo el evangelio, sino también el libro de los Hechos, como he puesto de relieve no solo en mi Historia de Jesús, sino también en otros libros (el NT ofrece una auténtica “saga de centuriones”.
Pues bien, este Centurión de Cafarnaúm no era un cualquiera, un desconocido, sino uno de los dos hombres más conocidos del pueblo, el otro era el archisinagogo (la autoridad político-militar y la religiosa). Es significativo el hecho de que Jesús cura a sus “personas” más queridas: a la hija del archisinagogo (según Mc, Mt y Lc), y al “país” del centurión (Mt, Lc y Jn). Es muy significativo el hecho de que la curación del “país” del centurión falte en Mc, pues debía ser un tema muy conocido (creo que en mi comentario a Mc ofrezco la razones de fondo de ello, partiendo del “buen” centurión de la Cruz, que confiesa su “fe” en el Cristo crucificado).
Es, a mi fondo, evidente que en el fondo de este milagro del centurión hay un recuerdo histórico que los evangelios han interpretado de formas diversas, según su perspectiva teológica y social, un “milagro” que ha impactado poderosamente a los seguidores de Jesús, de tal forma que ellos lo han interpretado como expresión de una nueva experiencia de vida y evangelio.
3. Documento Q
Lo más sorprendente es que este milagro del Centurión y su “país” aparezca en el documento Q, que sólo recoge de hecho “palabras” de Jesús, dichos sapienciales y proféticos (sin milagros, sin relato de la pasión). Pues bien, si un texto como Q asume y presenta este relato es porque a su juicio resulta absolutamente importante, tanto por su contexto (es el milagro de un Soldado) como por su contenido (es el milagro de un “país”, de un varón con otro varón), en un contexto de misión universal de Jesús.
El texto y tradición del Q está al fondo no sólo de Mt 8, 5-13, sino también de Lc 7, 1-10 (y quizá de Jn 4, 43-53). Todo nos hace pensar que recoge una tradición poderosa de Jesús, trasmitida y recreada por sus discípulos itinerantes de Galilea, después de su muerte. Es aquí donde se debe acudir para buscar el sentido del tema, en el contexto de la relación de Jesús con los soldados, desde el trasfondo social que ello implica.
Por ahora, que yo sepa, no se ha elaborado un trabajo sistemático sobre esta perícopa o narración del Soldado con su Pais, aunque quizá se haya hecho en los últimos años (revisaré la bibliografía). De todas formas, como me han pedido que aduzca algo de bibliografía exegética en apoyo de mi “hipótesis” (¡ésta no es una tesis!), quiero citar la obra imponente de S. Schulz, Q. Die Spruchquelle der Evangelisten (TVZ, Zürich 1972), que es antigua, pero que sigue siendo autoridad fundamental sobre el tema. Cf. pág. 242, nota 443, con los autores que allí se aducen.
4. Curación de relaciones.
Jesús cura no sólo personas, sino “relaciones” personales. En ese fondo sería importante comparar el tema del “pais” del centurión con otros parientes (sobre todo hijos), a los que Jesús cura a través de otra persona. Éste es un tema que aparece sobre todo en el evangelio de Marcos:
‒ A través de la madre, Jesús cura a la hija de siro-fenicia (Mc 7),
‒ A través del padre Jesús cura a la hija del archisinagogo (Mc 5)
‒ A través del padre Jesús cura al hijo lunático del hombre poco creyente (Mc 9).
Eso significa que Jesús cura a unas personas a través de otras, especialmente en un entramado de relaciones personales. Sería conveniente ver el contexto en que se ha trasmitido esos “milagros”: qué tipo de Jesús y de iglesia reflejan, antes de la fijación de los evangelios y de las grandes comunidades cristianas. Pues bien, en este contexto se sitúa el “milagro” del soldado homosexual que tiene que curar a su amante. Como el padre cura al hijo, como la madre a la hija… así este soldado ha de curar con su “fe” a su amante homosexual.
4. Redacción de Lucas (7, 1-10).
He dicho que el texto viene a través de Q, de donde lo han tomado Mateo y Luchas. Siguiendo en esa lína, todo nos permite suponer que Lucas trasforma la escena mucho más que Mt, dentro de su “saga” de los buenos centuriones y de su contacto con el mundo romano. Este centurión de Lc 7 ha de verse a la luz de los otros dos “buenos” (buenísimos) centuriones de su saga: del gran Cornelio creyente de Hch 10 (ejemplo de bondad y de fe) y del también gran Julio amigo humanitario que lleva a Pablo de Cesarea a Roma (Hech 26-27)
En su esfuerzo por “convertir” a los centuriones romanos, presentándolos como ejemplo de humanidad, amigos de los buenos judíos (y cristianos), ofreciendo un ejemplo espléndido de ecumenismo que evoca el tiempo de Lucas más que el de Jesús (o el del mismo documento Q), Lucas no puede presentar a este centurión de Cafarnaum como un homosexual (¡eso iría en contra de su tesis!), y por eso convierte a su “país” (amante/hijo) en siervo (doulos). De todas formas, aunque pone “doulos” en vez de “pais”, Lucas añade que era “entimos” (de gran valor y honra pare el centurión), con lo cual parece conceder por una parte lo que niega por otra; todo el peso del texto cae ahora sobre el sentido que tiene “entimos” al aplicarse al “doulos”.
5. Redacción de Mateo
Sólo teniendo en cuenta lo anterior se puedo buscar el sentido del pasaje en la redacción de Mt, que introduce aquí el nombre “pais” en el contexto adecuado (un centurión, un puesto militar), lo que nos lleva a pensar que es un amante homosexual, aunque en otros contextos él (Mateo) ha tendido dar a esa palabra el sentido de “hijo”. En este contexto puede leerse el trabajo antiguo pero importante J. M. D. Derret en NT 15 (1973) 161-186. Algunos comentarios “científicos” y muy buenos a Mt (como el U. Luz) pasan como sobre ascuas por el tema… refugiándose cómodamente en un tipo de posible ambiente redaccional, olvidando la prehistoria del texto, y el carácter de apuesta social de su evangelio, en el contexto de Antioquía (donde parece haber sido escrito).
Mateo es, por un lado, el más judío de todos los evangelios, siendo, al mismo tiempo, el más anti-fariseo. Mateo convierte a Jesús en cumplidor estricto de la Ley (cf. Mt 5, 17-19), pero, al mismo tiempo, busca un sentido más hondo y universal de la Ley israelita, centrada en la justicia, la misericordia y la fidelidad (cf. Mt 23, 23). Pues bien, en ese contexto, el puede conservar y conserva este pasaje en el que retoma el impulso originario de Jesús, amigo de publicanos y pecadores, capaz de penetrar en las diversas formas de sexualidad distinta o alternativa (cf. Mt 19, 12: sobre los eunucos).
6. Interpretación del texto…
La grandeza de Mt 8 está en que nos deja el texto en su “ámbito” romano-militar. Desde ese fondo hay que verlo, no desde la “moralidad” de algunas comunidades cristianas posteriores. Éste texto es una ventana abierta hacia fuera de la iglesia, hacia un mundo exterior que otros demonizaban (en aquel tiempo, lo mismo que ahora) mientras que Jesús no lo demoniza, sino que sabe entender sus problemas.
En esa línea es necesario situar este pasaje dentro de los “diez milagros” (3+3 +3+1) arquetípicos que Mateo ha condensado en Mt 8-9, en un contexto de llamada al seguimiento y de transformación humana. Pues bien, la primera tríada está formada por el leproso, el centurión y la suegra… Ellos forman el primer “material” del camino del reino, un fuerte camino de transformación que sólo se comprende a la luz del Sermón de la Montaña (Mt 5-7) y de la subida a Jerusalén.
Más aún, este milagro del centurión y su “amante” se sitúa en la línea de la misión universal de la Iglesia de Jesús, de manera que en este contexto se puede afirmar que vendrán “creyentes” de todas las naciones de la tierra, descubriendo y aceptando la novedad salvadora de Jesús, por encima de un tipo de judíos apegados a una ley cerrada.
7. Curación “indirecta”: Un homosexual cura a otro
Jesús vuelve al origen de la vida, al lugar de las duras y complejas relaciones que existen en el mundo, para reconocerlas y transformarlas desde el evangelio (como supone Mt 19, 12, texto ya citado). Pues bien, entre esas relaciones duras está la del centurión homosexual con su “país”. Esa relación algo que está ahí, y que no se puede empezar condenando (en contra de lo que hace una lectura ingenua de Pablo: Rom 1, 18-32), sino transformando.
Jesús no dice si la homosexualidad es buena o es mala, no es ésa su tarea, pero ayuda a vivir al homosexual que le pide ayude, remitiéndole a su “fe”. Es él (este centurión) el que tiene que creer y curar a su “país/amigo” homosexual. No se trata pues de una enfermedad “privada”, sino de una enfermedad de “relación”, y es la relación (la fe del centurión) la que debe ponerse de relieve, pues es ella (sólo ella) la que puede curar al enfermo (no de su homosexualidad, sino de su enfermedad).
De esa manera, este “soldado creyente”, desde su propia homosexualidad, puede ser signo de todos los pueblos que vienen a Jesús y que reciben/acogen su mensaje de Reino.
8. Jesús no entra en la casa, no es preciso
Ésta es una curación a “distancia” (como ha puesto de relieve el texto paralelo de Juan 4, 46-54 (que habla de un “regulo” o reyecito), lo mismo que en el caso de la cananea (Mc 7, 24-30); en contra de lo que sucede en el caso del Archisinagogo (Jesús entra en la habitación de su hija enferma/muerta: Jc 5), Jesús no entra por ahora en el mundo pagano; es la madre pagana la que debe curar a su hija. Pues bien, también en nuestro caso, Jesús no entra en la “intimidad” de la casa/cuartel, es decir, en las relaciones íntimas del centurión con su “país”.
Jesús está dispuesto a entrar (¡yo mismo entraré y le curaré! Mt 8, 7)… Pero el centurión se lo impide, por muchas razones: No es preciso, por ahora, que Jesús entre en un cuartel de ocupación, ni en la casa/cuarto de unos homosexuales… Puede hacerlo, por ahora, desde fuera, pues tiene una palabra poderosa.
Lo más significativo es que Jesús “entiende” y acepta las razones del centurión, por fe, por rubor humano, por respeto. Acepta y aprende: Es el mismo centurión el que tiene que “curar” su relación humana con el “país”, el que debe curar su homosexualidad, no para dejar de ser homosexual, sino para serlo en la línea del Sermón de la Montaña (es decir, del perdón y de la gratuidad, de la misericordia y de entrega de la vida).
9. ¿Una novela? Otras posibles lecturas
Hay entre los lectores “cristianos” actuales algunos que quieren convertir el evangelio en un código de moralismo (¡no de moralidad!) y en un Derecho Canónico. Quieren buscar respuestas claras y distintas, que les digan desde fuera aquello que han de hacer, como si Jesús fuera un Descartes y el evangelio una Ley Civil Impositiva.
En contra de eso, el evangelio ofrece una lectura abierta de los hechos, una lectura comprometida, comentada… que está más cerca del arte y de la imaginación creadora. En este contexto quiero recordar a G. Theissen, que ha escrito algunos de los mejores libros sobre sociología y psicología del Nuevo Testamento…, pero que en La Sombra del Galilea ha querido escribir una novela, en la que ofrecido su visión de nuestra escena. Son muchos los que le están agradecidos por ello. Quizá se entienden mejor los evangelios desde una buena narración que desde una filosofía muy teórica.
En esa línea he querido situarme, y quizá, si tengo tiempo y salud, escribiré también una narración literaria (¿nivola?) sobre Jesús, abriendo en ella (por ella) una puerta de evangelio… En ese contexto he de afirmar que la homosexualidad (con otros temas) constituye un asunto complejo… No tengo soluciones. Sólo sé que el contacto con el evangelio de Jesús me ha hecho perder mi rigidez antigua, mi seguridad machista. Hoy me siento perplejo y gozoso ante esa puerta de evangelio, y bendigo a Dios por la variedad y riqueza de la vida humana. Por eso me han interesado y me siguen interesando evangelios como éste del Centurión y su “pais”.
10. Conclusión, Jesús cura al centurión homosexual
Pero no le cura “de su homosexualidad”, sino de su enfermedad, de la suya (su falta de fe…) y de la enfermedad de su amigo (pues es la misma fe del centurión la que puede y debe curar a su “país”). Lo que ellos hagan después, en su caso cuartel, no es asunto de Jesús, que no ha venido a regular relaciones “canónicas”, sino a abrir caminos de vida, personal y comunitaria.
Para leer más? No conozco toda la bibliografía sobre el tema, pero algo he leído. Lo mejor que conozco sobre el tema es el libro de H. Moxnes, Poner a Jesús en su lugar. Una visión radical del grupo familiar y el Reino de Dios, Verbo Divino, Estella 2005. Entre las cosas que he visto recomendaría además:
‒ M. BORG, «Homosexuality and the New Testament»: Bible Review 10 (1994) 20-54;
‒ D. MARTIN, Arsenokoites and malakos: Meanings and Consequences. Biblical Ethics and Homosexuality, Westminster, Louisville 1996.
‒ J. BOSWELL, Las bodas de la semejanza, Muschnik, Barcelona 1996; Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, Muschnik, Barcelona, 1992, ha demostrado que la iglesia primitiva (hasta el siglo XII) no solamente no condenaba a los homosexuales, sino que incluso admitía y bendecía su vida, con un tipo de “sacramento” litúrgico, admitido en muchas comunidades de oriente y occidente. Sólo a partir del siglo XIII, con la introducción de una visión nueva de la “naturaleza humana” se empezó a condenar la homosexualidad, no sólo opuesta a la doctrina de la iglesia, sino como naturalmente perversa. En la actualidad, aunque la jerarquía católica romana mantiene una postura tradicional (que proviene del siglo XII-XIII), el conjunto de la sociedad y de la iglesia se está situando de un modo distinto ante el amor homosexual.
‒ J. ALISON, Una fe más allá del resentimiento. Fragmentos católicos en clave gay, Herder, Barcelona 2003;
‒ D. B. COZZENS, La faz cambiante del sacerdocio, Sal Terrae, Santander 2003;
‒ C. DOMÍNGUEZ (ed.), La homosexualidad. Un debate abierto, Desclée de Brouwer, Bilbao 2004.