“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 28 de marzo de 2015

Caminando a su lado.

La Pascua se acerca.
Nuestra travesía nos conduce pronto a subir también nosotros con Jesús a Jerusalén.
¿Sería nuestro deseo como el de los griegos de este domingo de cuaresma por ver a Jesús?
¿Para ser un espectador de estas próximas horas  en que Cristo pasará por la cruz para ser glorificado
O estamos dispuestos a seguirle hasta el fin para servirlo?
Entonces,
Ya es hora de descentrarnos para poner nuestros pasos en los de Cristo.
Ya es hora de que nuestros ojos se abran para reconocer en nuestros hermanos el rostro de Cristo.
Ya es hora de desprendernos de nuestro egoísmo, de renunciar a nuestras malas costumbres.
Ya es hora de aceptar morir un poco a uno mismo, de quitar lo que estorba a nuestro corazón para tener la vida en abundancia como el grano de trigo debe ser enterrado en la tierra para dar fruto.
Ya es hora de confiar en Dios cuando la angustia nos golpea.
Ya es hora de acoger la ternura de Dios, él que nos ofrece una alianza nueva, una alianza de perdón.
Ha llegado el tiempo de caminar tras tus pasos Señor, de imitarte y de servirte en los pobres y en todos hombres que nos rodean. Elévanos de la tierra contigo, atráenos a ti para que entremos como tú en el amor incondicional del Padre al servicio de los demás.
*
Anne-Marie,Hermana de la Communion Béthanie
***

sábado, 21 de marzo de 2015

La fe del centurión homosexual cura a su amigo

El siguiente texto es reproducido textualmente del Blog de X. Pikaza en RD (Religión Digital) del día 21/03/2015. Así lo hago ya que me resulta de gran interés que se lea el texto completo y no faltar así al autor cortando párrafos e ideas que podrían ser de utilidad para ustedes (y para mi) en la comprensión y análisis del tema y del texto completo aquí expuesto.


(Mt 8, 5-13)


No le cura Jesús, sino la fe del centurión amigo, como dice expresamente el texto: ¡Que se haga como has creído!
No le "cura" de su condición sexual, sino de su enfermedad, y lo hace a través de la misma fe/amor homosexual del centurión.
Así lo expuse el otro día en RD (17, 3. 15), con un trabajo de A. Álvarez y otro mío 
En ese contexto, y para situar mejor el tema, quiero retomar nuestras contribuciones,tuvieron bastantes lectores directos (ya el primer día más de 3800), y muchos más indirectos, especialmente a través de facebook (https://www.facebook.com/xabier.pikaza ), con decenas y decenas de comentarios, muchos favorables y amistosos, pero algunos desabridos, incluso con insultos (que indican que el asunto no ha sido acogido con naturalidad, por resistencias personales y fobias).
No he querido imponer mi visión a nadie, sino abrir una puerta de investigación bíblica y de madurez humana, leyendo el evangelio en diálogo con otros. Pienso (con otros muchos investigadores) que el motivo central de Mt 8, 5-13 par (con todas sus variantes) no es una curación más entre otras, sino la de un centurión homosexual que cura a su amigo de la enfermedad, no de la homosexualidad.
Se que han existido (y existen) escuelas y hospitales de Iglesia (¡quizá muy bien intencionados!) para “curar” la homosexualidad, para que los homosexuales dejen de serlo . Pues bien, ese camino me parece equivocado y contrario al evangelio.
Estoy convencido de que el tema no es “curar” la homosexualidad, sino a los homosexuales enfermos (que los hay, sin duda), para que se relacionen entre sí como personas, en libertad y en evangelio.
En esa línea se sitúa el decálogo que sigue (fundado en gran parte en mi libro sobre La familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014). No se trata de curar a los homosexuales enfermos desde fuera, sino que ellos mismos se curen entre sí, por fe y amor, como supone este “milagro” de Jesús.
JESÚS Y LA CURACIÓN DE LOS HOMOSEXUALES ENFERMOS, UN DECÁLOGO
Texto
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, que le rogaba diciendo: «Señor, mi amante (pais) está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido».
‒ Jesús le dijo:«Yo iré y le curaré».
‒ Pero el centurión le dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este "ve" y va y al otro "ven" y viene; y a mi siervo "haz esto", y lo hace».
Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían:
‒ En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
Entonces Jesús dijo al centurión: Vete, y que se haga según tu fe. Y su amante quedó sano en aquella misma hora (Mt 8, 5-13).
No quiero imponer ningún tipo de dogma, sino ofrecer una lectura positiva del texto de Mt 8, 5-13. Ciertamente, no todos estarán de acuerdo con lo que digo, pero me gustaría que prestaran un poco de atención a mi “argumento”. Sin duda el “pais” del pasaje, al que Jesús cura a través del Centurión, puede ser también un hijo o criado, aunque me parece mucho más probable que, dado el contexto pagano y militar en que se inscribe el texto, sea un amigo-amante homosexual, como irá indicando el “decálogo” que sigue.
1. Sentido de la palabra “pais”.
Mt 8, 5 dice que el centurión de Cafarnaúm tenía un “país” muy conocido. Pues bien, para ver el mundo de esa palabra en el helenismo y en el entorno pagano de Jesús basta mirar por arriba el Thesaurus Linguae Graecae (y Latinae) para ver que en los contextos pertinentes, ella significa amante homosexual.
Ciertamente, en la traducción de los LXX y en el griego del Nuevo Testamento (o de los Padres de la Iglesia) esa palabra (país) recibe, en general, el sentido de hijo o servidor, como indican las concordancias bíblicas y el diccionario de Lampe (Patristic Lexicon). No es necesario dar ejemplos. Pero el texto de Mateo no se limita a repetir estereotipos anteriores, sino que abre una experiencia nueva de evangelio, y así puede utilizar esa palabra en un sentido “menos bíblico”, pero más abierto a su contexto social y religioso, desde su recuerdo de Jesús y desde la comunidad en la que (y para la que) escribe, que parece ser de Antioquía.
2. Historia de Jesús.
Es difícil precisar en cada caso lo que Jesús hacía, y la gente de su compañía, pero le acusan de andar con publicanos, prostitutas y gentes de “mala vida”. En ese contexto se sitúa su relación con los soldados y en especial con los centuriones, como sabe no sólo el evangelio, sino también el libro de los Hechos, como he puesto de relieve no solo en mi Historia de Jesús, sino también en otros libros (el NT ofrece una auténtica “saga de centuriones”.
Pues bien, este Centurión de Cafarnaúm no era un cualquiera, un desconocido, sino uno de los dos hombres más conocidos del pueblo, el otro era el archisinagogo (la autoridad político-militar y la religiosa). Es significativo el hecho de que Jesús cura a sus “personas” más queridas: a la hija del archisinagogo (según Mc, Mt y Lc), y al “país” del centurión (Mt, Lc y Jn). Es muy significativo el hecho de que la curación del “país” del centurión falte en Mc, pues debía ser un tema muy conocido (creo que en mi comentario a Mc ofrezco la razones de fondo de ello, partiendo del “buen” centurión de la Cruz, que confiesa su “fe” en el Cristo crucificado).
Es, a mi fondo, evidente que en el fondo de este milagro del centurión hay un recuerdo histórico que los evangelios han interpretado de formas diversas, según su perspectiva teológica y social, un “milagro” que ha impactado poderosamente a los seguidores de Jesús, de tal forma que ellos lo han interpretado como expresión de una nueva experiencia de vida y evangelio.
3. Documento Q
Lo más sorprendente es que este milagro del Centurión y su “país” aparezca en el documento Q, que sólo recoge de hecho “palabras” de Jesús, dichos sapienciales y proféticos (sin milagros, sin relato de la pasión). Pues bien, si un texto como Q asume y presenta este relato es porque a su juicio resulta absolutamente importante, tanto por su contexto (es el milagro de un Soldado) como por su contenido (es el milagro de un “país”, de un varón con otro varón), en un contexto de misión universal de Jesús.
El texto y tradición del Q está al fondo no sólo de Mt 8, 5-13, sino también de Lc 7, 1-10 (y quizá de Jn 4, 43-53). Todo nos hace pensar que recoge una tradición poderosa de Jesús, trasmitida y recreada por sus discípulos itinerantes de Galilea, después de su muerte. Es aquí donde se debe acudir para buscar el sentido del tema, en el contexto de la relación de Jesús con los soldados, desde el trasfondo social que ello implica.
Por ahora, que yo sepa, no se ha elaborado un trabajo sistemático sobre esta perícopa o narración del Soldado con su Pais, aunque quizá se haya hecho en los últimos años (revisaré la bibliografía). De todas formas, como me han pedido que aduzca algo de bibliografía exegética en apoyo de mi “hipótesis” (¡ésta no es una tesis!), quiero citar la obra imponente de S. Schulz, Q. Die Spruchquelle der Evangelisten (TVZ, Zürich 1972), que es antigua, pero que sigue siendo autoridad fundamental sobre el tema. Cf. pág. 242, nota 443, con los autores que allí se aducen.
4. Curación de relaciones.
Jesús cura no sólo personas, sino “relaciones” personales. En ese fondo sería importante comparar el tema del “pais” del centurión con otros parientes (sobre todo hijos), a los que Jesús cura a través de otra persona. Éste es un tema que aparece sobre todo en el evangelio de Marcos:
‒ A través de la madre, Jesús cura a la hija de siro-fenicia (Mc 7),
‒ A través del padre Jesús cura a la hija del archisinagogo (Mc 5)
‒ A través del padre Jesús cura al hijo lunático del hombre poco creyente (Mc 9).
Eso significa que Jesús cura a unas personas a través de otras, especialmente en un entramado de relaciones personales. Sería conveniente ver el contexto en que se ha trasmitido esos “milagros”: qué tipo de Jesús y de iglesia reflejan, antes de la fijación de los evangelios y de las grandes comunidades cristianas. Pues bien, en este contexto se sitúa el “milagro” del soldado homosexual que tiene que curar a su amante. Como el padre cura al hijo, como la madre a la hija… así este soldado ha de curar con su “fe” a su amante homosexual.
4. Redacción de Lucas (7, 1-10).
He dicho que el texto viene a través de Q, de donde lo han tomado Mateo y Luchas. Siguiendo en esa lína, todo nos permite suponer que Lucas trasforma la escena mucho más que Mt, dentro de su “saga” de los buenos centuriones y de su contacto con el mundo romano. Este centurión de Lc 7 ha de verse a la luz de los otros dos “buenos” (buenísimos) centuriones de su saga: del gran Cornelio creyente de Hch 10 (ejemplo de bondad y de fe) y del también gran Julio amigo humanitario que lleva a Pablo de Cesarea a Roma (Hech 26-27)
En su esfuerzo por “convertir” a los centuriones romanos, presentándolos como ejemplo de humanidad, amigos de los buenos judíos (y cristianos), ofreciendo un ejemplo espléndido de ecumenismo que evoca el tiempo de Lucas más que el de Jesús (o el del mismo documento Q), Lucas no puede presentar a este centurión de Cafarnaum como un homosexual (¡eso iría en contra de su tesis!), y por eso convierte a su “país” (amante/hijo) en siervo (doulos). De todas formas, aunque pone “doulos” en vez de “pais”, Lucas añade que era “entimos” (de gran valor y honra pare el centurión), con lo cual parece conceder por una parte lo que niega por otra; todo el peso del texto cae ahora sobre el sentido que tiene “entimos” al aplicarse al “doulos”.
5. Redacción de Mateo
Sólo teniendo en cuenta lo anterior se puedo buscar el sentido del pasaje en la redacción de Mt, que introduce aquí el nombre “pais” en el contexto adecuado (un centurión, un puesto militar), lo que nos lleva a pensar que es un amante homosexual, aunque en otros contextos él (Mateo) ha tendido dar a esa palabra el sentido de “hijo”. En este contexto puede leerse el trabajo antiguo pero importante J. M. D. Derret en NT 15 (1973) 161-186. Algunos comentarios “científicos” y muy buenos a Mt (como el U. Luz) pasan como sobre ascuas por el tema… refugiándose cómodamente en un tipo de posible ambiente redaccional, olvidando la prehistoria del texto, y el carácter de apuesta social de su evangelio, en el contexto de Antioquía (donde parece haber sido escrito).
Mateo es, por un lado, el más judío de todos los evangelios, siendo, al mismo tiempo, el más anti-fariseo. Mateo convierte a Jesús en cumplidor estricto de la Ley (cf. Mt 5, 17-19), pero, al mismo tiempo, busca un sentido más hondo y universal de la Ley israelita, centrada en la justicia, la misericordia y la fidelidad (cf. Mt 23, 23). Pues bien, en ese contexto, el puede conservar y conserva este pasaje en el que retoma el impulso originario de Jesús, amigo de publicanos y pecadores, capaz de penetrar en las diversas formas de sexualidad distinta o alternativa (cf. Mt 19, 12: sobre los eunucos).
6. Interpretación del texto…
La grandeza de Mt 8 está en que nos deja el texto en su “ámbito” romano-militar. Desde ese fondo hay que verlo, no desde la “moralidad” de algunas comunidades cristianas posteriores. Éste texto es una ventana abierta hacia fuera de la iglesia, hacia un mundo exterior que otros demonizaban (en aquel tiempo, lo mismo que ahora) mientras que Jesús no lo demoniza, sino que sabe entender sus problemas.
En esa línea es necesario situar este pasaje dentro de los “diez milagros” (3+3 +3+1) arquetípicos que Mateo ha condensado en Mt 8-9, en un contexto de llamada al seguimiento y de transformación humana. Pues bien, la primera tríada está formada por el leproso, el centurión y la suegra… Ellos forman el primer “material” del camino del reino, un fuerte camino de transformación que sólo se comprende a la luz del Sermón de la Montaña (Mt 5-7) y de la subida a Jerusalén.
Más aún, este milagro del centurión y su “amante” se sitúa en la línea de la misión universal de la Iglesia de Jesús, de manera que en este contexto se puede afirmar que vendrán “creyentes” de todas las naciones de la tierra, descubriendo y aceptando la novedad salvadora de Jesús, por encima de un tipo de judíos apegados a una ley cerrada.
7. Curación “indirecta”: Un homosexual cura a otro
Jesús vuelve al origen de la vida, al lugar de las duras y complejas relaciones que existen en el mundo, para reconocerlas y transformarlas desde el evangelio (como supone Mt 19, 12, texto ya citado). Pues bien, entre esas relaciones duras está la del centurión homosexual con su “país”. Esa relación algo que está ahí, y que no se puede empezar condenando (en contra de lo que hace una lectura ingenua de Pablo: Rom 1, 18-32), sino transformando.
Jesús no dice si la homosexualidad es buena o es mala, no es ésa su tarea, pero ayuda a vivir al homosexual que le pide ayude, remitiéndole a su “fe”. Es él (este centurión) el que tiene que creer y curar a su “país/amigo” homosexual. No se trata pues de una enfermedad “privada”, sino de una enfermedad de “relación”, y es la relación (la fe del centurión) la que debe ponerse de relieve, pues es ella (sólo ella) la que puede curar al enfermo (no de su homosexualidad, sino de su enfermedad).
De esa manera, este “soldado creyente”, desde su propia homosexualidad, puede ser signo de todos los pueblos que vienen a Jesús y que reciben/acogen su mensaje de Reino.
8. Jesús no entra en la casa, no es preciso
Ésta es una curación a “distancia” (como ha puesto de relieve el texto paralelo de Juan 4, 46-54 (que habla de un “regulo” o reyecito), lo mismo que en el caso de la cananea (Mc 7, 24-30); en contra de lo que sucede en el caso del Archisinagogo (Jesús entra en la habitación de su hija enferma/muerta: Jc 5), Jesús no entra por ahora en el mundo pagano; es la madre pagana la que debe curar a su hija. Pues bien, también en nuestro caso, Jesús no entra en la “intimidad” de la casa/cuartel, es decir, en las relaciones íntimas del centurión con su “país”.
Jesús está dispuesto a entrar (¡yo mismo entraré y le curaré! Mt 8, 7)… Pero el centurión se lo impide, por muchas razones: No es preciso, por ahora, que Jesús entre en un cuartel de ocupación, ni en la casa/cuarto de unos homosexuales… Puede hacerlo, por ahora, desde fuera, pues tiene una palabra poderosa.
Lo más significativo es que Jesús “entiende” y acepta las razones del centurión, por fe, por rubor humano, por respeto. Acepta y aprende: Es el mismo centurión el que tiene que “curar” su relación humana con el “país”, el que debe curar su homosexualidad, no para dejar de ser homosexual, sino para serlo en la línea del Sermón de la Montaña (es decir, del perdón y de la gratuidad, de la misericordia y de entrega de la vida).
9. ¿Una novela? Otras posibles lecturas
Hay entre los lectores “cristianos” actuales algunos que quieren convertir el evangelio en un código de moralismo (¡no de moralidad!) y en un Derecho Canónico. Quieren buscar respuestas claras y distintas, que les digan desde fuera aquello que han de hacer, como si Jesús fuera un Descartes y el evangelio una Ley Civil Impositiva.
En contra de eso, el evangelio ofrece una lectura abierta de los hechos, una lectura comprometida, comentada… que está más cerca del arte y de la imaginación creadora. En este contexto quiero recordar a G. Theissen, que ha escrito algunos de los mejores libros sobre sociología y psicología del Nuevo Testamento…, pero que en La Sombra del Galilea ha querido escribir una novela, en la que ofrecido su visión de nuestra escena. Son muchos los que le están agradecidos por ello. Quizá se entienden mejor los evangelios desde una buena narración que desde una filosofía muy teórica.
En esa línea he querido situarme, y quizá, si tengo tiempo y salud, escribiré también una narración literaria (¿nivola?) sobre Jesús, abriendo en ella (por ella) una puerta de evangelio… En ese contexto he de afirmar que la homosexualidad (con otros temas) constituye un asunto complejo… No tengo soluciones. Sólo sé que el contacto con el evangelio de Jesús me ha hecho perder mi rigidez antigua, mi seguridad machista. Hoy me siento perplejo y gozoso ante esa puerta de evangelio, y bendigo a Dios por la variedad y riqueza de la vida humana. Por eso me han interesado y me siguen interesando evangelios como éste del Centurión y su “pais”.
10. Conclusión, Jesús cura al centurión homosexual
Pero no le cura “de su homosexualidad”, sino de su enfermedad, de la suya (su falta de fe…) y de la enfermedad de su amigo (pues es la misma fe del centurión la que puede y debe curar a su “país”). Lo que ellos hagan después, en su caso cuartel, no es asunto de Jesús, que no ha venido a regular relaciones “canónicas”, sino a abrir caminos de vida, personal y comunitaria.
Para leer más? No conozco toda la bibliografía sobre el tema, pero algo he leído. Lo mejor que conozco sobre el tema es el libro de H. Moxnes, Poner a Jesús en su lugar. Una visión radical del grupo familiar y el Reino de Dios, Verbo Divino, Estella 2005. Entre las cosas que he visto recomendaría además:
‒ M. BORG, «Homosexuality and the New Testament»: Bible Review 10 (1994) 20-54;
‒ D. MARTIN, Arsenokoites and malakos: Meanings and Consequences. Biblical Ethics and Homosexuality, Westminster, Louisville 1996.
‒ J. BOSWELL, Las bodas de la semejanza, Muschnik, Barcelona 1996; Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, Muschnik, Barcelona, 1992, ha demostrado que la iglesia primitiva (hasta el siglo XII) no solamente no condenaba a los homosexuales, sino que incluso admitía y bendecía su vida, con un tipo de “sacramento” litúrgico, admitido en muchas comunidades de oriente y occidente. Sólo a partir del siglo XIII, con la introducción de una visión nueva de la “naturaleza humana” se empezó a condenar la homosexualidad, no sólo opuesta a la doctrina de la iglesia, sino como naturalmente perversa. En la actualidad, aunque la jerarquía católica romana mantiene una postura tradicional (que proviene del siglo XII-XIII), el conjunto de la sociedad y de la iglesia se está situando de un modo distinto ante el amor homosexual.
‒ J. ALISON, Una fe más allá del resentimiento. Fragmentos católicos en clave gay, Herder, Barcelona 2003;
‒ D. B. COZZENS, La faz cambiante del sacerdocio, Sal Terrae, Santander 2003;
‒ C. DOMÍNGUEZ (ed.), La homosexualidad. Un debate abierto, Desclée de Brouwer, Bilbao 2004.

domingo, 15 de marzo de 2015

No mandó Dios a su Hijo para juzgar al mundo

Jn 3, 14-21. No ha venido a juzgar, ha venido a salvar. 

El juicio no es de Dios (de Dios es la salvación),pero los hombres pueden caer en manos del juicio que ellos suscitan…
Sólo en esta línea se entiende su vida, su anuncio de reino, su forma de relacionarse con los pecadores y expulsados del sistema: no vino a ponerles ante la amenaza del juicio, sino a ofrecerles (con gestos y palabras) el perdón incondicional, la total solidaridad ante el reino. Jesús no fue profeta escatológico del juicio divino, mensajero de castigo, sino mesías del reino, portador de la gracia de l Padre.

Ciertamente, anunció el juicio, pero no para los pecadores (publicanos, prostitutas, leprosos, enfermos, expulsados…), sino precisamente para aquellos que rechazan el perdón. Eso significa que, para Jesús, Dios es sólo perdón, de tal forma que sólo aquellos que no aceptan ese perdón (que no reciben en amor y concordia a los pecadores) se destruyen a sí mismos, quedando en manos de un juicio, que no proviene de Dios, sino de ellos mismos. En esta perspectiva se sitúa nuestra interpretación del evangelio.

Texto: Juan 3,14-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.”

Más allá del juicio, el amor

Esa visión, propia del texto que acabamos de citar, puede resumirse en dos afirmaciones:
a. Dios no ha enviado a su Hijo para juzgar y condenar, sino para salva a todos.
b. Pero los hombres y mujeres que juzgan a los otros pueden caer en la dinámica de su propio juicio y condenarse a sí mismo

Más allá del juicio está el amor creador

La palabra del evangelio de Juan (Dios no ha enviado a su Hijo para juzgar…. sino para salvar) ha de vincularse a la palabra de los sinópticos: ¡No juzguéis y no seréis juzgados…!.
– Esa llamada al no-juicio no ha de verse en clave regresiva. No es un retorno a la infancia de la indiferenciación, ni al mundo como un todo sin distinciones. No es una renuncia a la racionalidad judicial, a la buena justicia, sino todo lo contrario: Al final de la justicia (para que ella sea justa) ha de estar la misericordia.
– La apertura a ese más alto nivel de supra-juicio es un don de Dios (que ha enviado a su Hijo). No es meta que podamos alcanzar por análisis de tipo intelectual, por razonamiento filosófico-científico o batalla social (como el marxismo quería en su lucha de clases). Según vamos diciendo, la razón humana tiende a cerrarse en sí misma, creando sistemas absolutos de comprensión y práctica social donde cada humano acaba determinado por la estructura dictatorial del conjunto (según el ejemplo del ordenador que nos controla). Racionalmente es imposible superar ese nivel de dictadura del sistema.
– El despliegue de ese suprajuicio sólo es posible desde un fondo de iluminación o gracia, como han dicho las religiones. Ellas han visto que el ser humano, fundado en la naturaleza y realizado a través de la razón, se sigue abriendo, sin embargo a un plano superior de comprensión no discursiva de la realidad en donde todo viene a desvelarse como gracia y diálogo en que todos encuentran un lugar, descubren un sentido.
Vivir como Jesús, más allá del juicio:
Gran parte de nuestra cultura moderna tiene miedo de la gratuidad y del perdón: piensa que no tiene consistencia, es ilusión de mente, simple huida. Pues bien, en contra de eso, el ser humano se define en su verdad más honda como gracia, no-juicio amoroso:
– La gratuidad sólo brota y despliega su sentido como don de amor, revelación del Dios que nos desborda y fundamenta. No es algo que nosotros hagamos sino Alguien que nos hace. A este nivel, la vida entera es un regalo que podemos y debemos recibir agradecidos.
– Esta gracia no se impone por fuera sino que nos ilumina y transforma por dentro,como Jesús ha pedido a sus oyentes: convertíos, metanoeite (Mc 1, 15). Más que arrepentimiento moral, esta meta-noia es experiencia de una vida que culmina más allá (meta) de la razón (noein), en gesto de humanización fundante.
– La revelación de la gratuidad transciende el moralismo legal en dimensión de amor activo. . Más allá de la ley (que se puede convertir siempre en sistema impositivo) viene a expandirse la vida como gracia, el amor que fundamenta la existencia.
– Esta gratuidad se convierte en principio de acción transformadora. Pasar a la gratuidad no significa abandonar el campo racional de la lucha humana (guerra económica, social, ideológica, estructural…) sino todo lo contrario: influir en ese plano racional y convertirlo en campo de encuentro programado y gratuito entre los humanos.

Este es un camino de ida y vuelta:

Hay que ascender del plano judicial (conflicto humano) al nivel de la gratuidad para vivir la experiencia fundante del don de la vida; pero luego hay que descender otra vez de ese plano de no juicio al campo de conflictos y estructuras de la vida, para iluminarlas y cambiarlas partiendo de la gracia. Sólo así en el doble camino de ascenso y retorno transfigurado se puede superar, desde la gracia, la violencia de la vida.
Así han querido hacerlo las grandes religiones, cuando sitúan el principio de la vida humana a ese nivel de gracia suprarracional, para volver de allí al espacio de conflictos (económicos, sociales) donde crece la guerra en la existencia de los seres humanos. Hay, ciertamente, grandes diferencias y parece que este esquema sólo se cumple del todo en el cristianismo (y el budismo). Pero pienso que también las otras religiones han sabido destacar la dimensión de gracia, entendiendo a partir de ella los otros planos de la vida humana.

Juicio en las tres religiones (judaísmo, islam, cristianismo)

La palabra del texto citado (evangelio de Juan) sólo es canónica para los cristianos, pero ella puede situar en el fondo de la experiencia de las religiones bíblicas, que de un modo o de otro, afirman que Dios es gracia, que no quiere juzgar sino salvar….

– Un tipo de judaísmo ha podido poner de relieve el juicio en clave de talión (según Ley)…, pero siempre en una perspectiva de alianza en la que Dios y el hombre dialogan entre sí. Por eso, en el fondo, para el judaísmo, la gracia de la alianza de Dios está por encima del juicio.
Ciertamente, hay juicio… Dios dará a cada uno según sus obras… Pero por encima del juicio está la gracia creadora de Dios, que quiere salvar a todos, al fin de los tiempos.
– Los cristianos tienden a interpretar el juicio en forma salvadora, esto es, mesiánica, desde Mt 7,1: “no juzguéis y no seréis juzgados…”.
Dios no ha enviado a su Hijo para juzgar al mundo en un sentido forense (para responder a dar a cada uno según lo que ha hecho, en clave de talión), sino para salvar a los hombres, por amor gratuito, ofreciéndoles su plenitud en Cristo (cf. Jn 3, 17). Por eso, cuando el Credo dice que “vendrá a juzgar a vivos y muertos” está proclamando la salvación final (pues juzgar es salvar en la Biblia hebrea): Dios ofrecerá su perdón, en actitud liberadora.
– Los musulmanes pueden haber entendido el juicio en clave de revelación total de Dios, que destruye en su fuego las falsas apariencias de los hombres, para iluminarles con su gracia luminosa. En ese sentido, ellos pueden afirmar que el juicio está al servicio de la gracia más alta de Dios.
Dios ha permitido y querido que las cosas hayan sido como fueron, dejando en su pecado a muchos, para restablecer al fin el orden e imponer su dominio sobre todos los vivientes. Por eso, en un momento determinado, algunos círculos musulmanes han podido presentar el juicio como un acto irracional del poderío de Dios, señalando los terrores de los condenados. Pero el Corán ha destacado mucho más el sentido salvador del juicio: la promesa del jardín florido (amor emocionado) donde todos los salvados hallarán la gracia de la Vida hecha encuentro de amor (con el bello signo de las huríes de ojos hondos, misteriosos, que debería completarse con el correspondiente signo masculino). Dios será al final quien siempre ha sido: Todo en todos, el Único existente.

Apéndice 1. Para superar el juicio

– El judaísmo destaca la ley que Dios ha revelado por Moisés a los humanos. Pero esa ley no es legalismo de razón ni imposición social sino gracia y don de Dios.
En el principio no está el juicio humano sino el amor de Dios que llama y elige a los patriarcas, con el recuerdo agradecido de la liberación del éxodo y la fiesta gozosa de una alianza abierta al menos de manera tendencial a todos los humanos.
Es normal que los grandes místicos judíos (hasidim, piadosos) hayan situado las fuentes de Israel sobre la ley y el juicio racional-social, como destaca M. Buber afirmando que el creyente ha desbordado el nivel de moralidad, en la que que rigen deber y obligación, para expresar la vida como gracia abierta a todos los necesitados. Desde ese plano pueden superarse los conflictos de la historia .

– El Islam resalta la decisión político-militar de Mahoma, que se replegó en Medina para conquistar después la Meca, instaurando la sharia.
 Así entendido, el islam es religión del esfuerzo, de sana coacción sobre los humanos que en el fondo no son libres, no tienen libertades frente a Dios, ni pueden cultivar con autonomía sus opciones religiosas: sólo Dios tiene derechos y Dios tiene que imponerlos para bien de los humanos.
Pero, al llegar hasta la hondura del encuentro con Dios, al colocar a los humanos de un modo inmediato ante el poder de su Palabra (Corán), el islam puede superar ese nivel de juicio histórico y violencia, situando a los creyentes ante el misterio de un Dios que es fuente original de gracia. Así lo han destacado los místicos sufíes, acentuando de tal forma la sublimidad del Dios suprajudicial que se vuelven tolerantes con todos los humanos: pueden presentarse a la vez como devotos de las varias religiones de la tierra.
Más allá de su apariencia judicial, el Islam puede poner y pone de relieve el poder salvador de Dios… que despliega su paz universal, en palabra de misericordia, para todos los humanos; partiendo de ella puede y debe superarse la violencia de la historia .
– El cristianismo coloca en su base la palabra no-juzguéis (Lc 6, 37-42; Mt 7, 1-5), entendiéndola como principio teológico, en la línea del imperativo (o mejor indicativo) categórico gratuito del que podría haber hablado Kant. Los creyentes no pueden juzgar porque Dios tampoco juzga.

¿Qué hace entonces Dios? Dios vive, ama, ofrece a los humano camino de existencia. Por eso, el cristianismo es religión del no-juicio creador, de amor comprometido en favor de los demás, en la línea de la muerte y pascua revolucionaria y no judicial de Jesús.

Más allá de la pura indiferencia y el alejamiento desdeñoso, Jesús ha introducido en nuestra historia la fuerza creadora de un amor que, por no darse de manera impositiva, puede transformar y transforma todo lo que existe, en esperanza de resurrección.
La razón del mundo sanciona el equilibrio de poderes, que se inclinan casi siempre al servicio de los poderosos. En contra de eso, Jesús ha revelado el poder más alto del amor que rompe los sistema de seguridad del mundo, enriqueciendo a los humanos para dialogar en gratuidad transformadora. Así instituye su camino de tolerancia creadora al servicio de todos los humanos y en especial de los marginados del sistema que acaba condenándole a muerte.

Fuente: http://www.cristianosgays.com/
Autor: Mudejarillo

“Amor de Dios y respuesta humana”

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Existe una clara relación entre las tres lecturas de este domingo: el amor de Dios. En la primera, provoca la liberación de los judíos desterrados en Babilonia. En la segunda afirma Pablo: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó”. En el evangelio, Juan escribe la famosa frase: “De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único”. Si leemos los textos más tranquilamente, advertimos algo más profundo: ese amor se manifiesta perdonando en distintas circunstancias y por diversos motivos. Al mismo tiempo, requiere una respuesta de parte nuestra. Es preferible leer los textos en el orden cronológico en que fueron escritos. Por eso dejo para el final la carta a los Efesios.

Perdón para los judíos basado en la fidelidad a la palabra dada. ¿Encontrará respuesta? (2 Crónicas 36, 14-16. 19-23)

En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»
En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia:  “El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!”»

La primera lectura nos traslada a Babilonia, en el año 539 a.C., donde los judíos llevan medio siglo deportados. La ciudad cae en manos de Ciro, rey de Persia, y Dios lo mueve a liberarlos. Para justificar el medio siglo de esclavitud, la lectura comienza hablando del pecado de los israelitas, que no se limita a un hecho concreto, se prolonga en una larga historia. A la idolatría e infidelidades del comienzo respondió Dios con paciencia, enviando a sus mensajeros para invitarlos a la conversión. Pero los judíos los despreciaron y se burlaron de ellos. Entonces, la compasión de Dios dio paso a la ira, y los babilonios incendiaron el templo, arrasaron las murallas de Jerusalén, deportaron a la población. Años más tarde, la actitud de Dios cambia de nuevo y mueve a Ciro de Persia a liberar a los judíos. ¿A qué se debe este cambio? De acuerdo con la mentalidad más difundida en el Antiguo Testamento, el pueblo, tras sufrir el castigo, se convierte y Dios lo perdona. Igual que el niño que hace algo malo: su madre le riñe, pide perdón, la madre lo perdona. Sin embargo, en esta primera lectura no aparece la idea del arrepentimiento del pueblo. El único motivo por el que Dios perdona y mueve a Ciro a liberar al pueblo es por ser fiel a lo que había prometido. Volviendo al ejemplo de la madre, como si ella le hubiera dicho al niño: “Hagas lo que hagas, terminaré perdonándote”. Y lo perdona, sin que el niño se arrepienta, para cumplir su palabra. ¿Cómo reaccionan los judíos ante la noticia? El texto no lo dice, pero lo sabemos: unos pocos volvieron a Judá, arriesgándolo todo, sin saber lo que iban a encontrar; otros prefirieron quedarse en Babilonia. (¿Cuántos afro-americanos estarían dispuestos a volver de Estados Unidos a los países de origen de sus antepasados?)

Perdón universal basado en el amor, que puede ser aceptado o rechazado (evangelio)

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
̶  Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno  de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

El evangelio enfoca el tema del amor y perdón de Dios de forma universal. No habla del amor de Dios al pueblo de Israel, sino de su amor a todo el mundo. Pero un amor que no le resulta fácil ni cómodo, en contra de lo que cabría imaginar: le cuesta la muerte de su propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la respuesta humana: ese perdón hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a Jesús como Hijo de Dios y salvador. Esto lo hemos dicho y oído infinidad de veces, pero quizá no hemos captado que implica un gran acto de humildad, porque obliga a reconocer tres cosas:
  1. a) que soy pecador, algo que nunca resulta agradable;
  2. b) que no puedo salvarme a mí mismo, cosa que choca con nuestro orgullo;
  3. c) que es otro, Jesús, quien me salva; alguien que vivió hace veinte siglos, condenado a muerte por las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, y del que muchos piensan hoy día que sólo fue una buena persona o un gran profeta.
Usando la metáfora del evangelio, es como si un potente foco de luz cayese sobre nosotros poniendo al descubierto nuestra debilidad e impotencia. No todos están dispuestos a este triple acto de humildad. Prefieren escapar del foco, mantenerse a oscuras, engañándose a sí mismos como el avestruz que esconde la cabeza en tierra. Pero otros prefieren acudir a la luz, buscando en ella la salvación y un sentido a su vida.

Perdón para los paganos basado en la compasión. Respuesta: fe y buenas obras (carta a los Efesios, 2,4-10)

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

La salvación universal de la que habla el evangelio la concreta la carta a los Efesios en una comunidad concreta de origen pagano: la de la ciudad de Éfeso (situada en la actual Turquía). Antes de convertirse, estaban muertos por los pecados, con un agravante: Dios no les había hecho ninguna promesa de salvación, como a los judíos deportados en Babilonia. Sin embargo, los perdona. ¿Por qué motivo? Porque es “rico en misericordia”, “por el gran amor con que nos amó”, “por pura gracia”. Esto es lo que san Pablo llama en otro contexto “el misterio que Dios tuvo escondido durante siglos”: que también los paganos son hijos suyos, tan hijos como los israelitas. Esta prueba del amor de Dios espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las buenas obras.

Reflexión final

En el contexto de la cuaresma, que se presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena noticia del amor de Dios. Nosotros, que somos los herederos de los efesios, de los corintios, de los tesalonicenses, debemos reconocer, como ellos, que todo es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado.

La cuaresma de las tres serpientes

Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 4º de Cuaresma, Jn 3, 14-21. Éste es el domingo de Jesús serpiente elevada en la cruz, para sanar a todos los mordidos por la serpiente del veneno, del pecado y de la muerte, según el evangelio de Juan. Éste es el domingo de las tres serpientes (de Adán/Eva, de Moisés y de Jesús) que jalonan el camino de la historia de la salvación. Éste es nuestro domingo, la cuaresma de las tres serpientes: Transformar el veneno de un mundo de muerte en medicina…

(1) La serpiente de Adan-Eva, que es veneno que llevamos dentro, es decir, el riesgo de la envidia, falsa adoración, el deseo de muerte, que se vuelve para los demás para matarles. Esa serpiente interior nos acompaña desde siempre, a lo largo de la historia, forma parte de nuestra identidad, como seres que viven en la misma línea del abismo de la muerte, para así elevarse, elevarnos al amor de Dios, al amor de los demás, en libertad. Trasformar ese veneno en medicina, el riesgo de muerte en principio de vida: ésa es la salvación, es la plenitud, como sabe desde siempre la farmacia (éste es el principio de todas las vacunas, el sentido de la homeopatía). No podemos “matar” a la serpiente (pues nos mataríamos a nosotros mismos); pero podemos convertirla, transformarla en principio de amor para la vida. Ésa es nuestra tarea.

(2) La serpiente de Moisés en el desierto: es la medicina que cura en un nivel externo, por un tiempo; es la serpiente hecha de bronce, de poderes cósmicos. Ésta es la serpiente de las grandes religiones cósmicas, vitales , khtónicas (del fondo de la tierra). De un modo misterioso, al lado del trono vacío de Yahvé, en el templo de Jerusalén, los judíos colocaron la serpiente, como signo divino de los grandes poderes de la vida y de la muerte. Cuando miró a la altura y descubrió a su Dios, en la más impresionante de todas las visiones de la Biblia (Is 6), el profeta Isaías descubrió a las serpientes/voladoras de fuego (Serafines) volando en su entorno y cantando. ¡Santo, Santo, Santo! (hacia el año 740 a.C). Pero unos decenios más tarde, los mismos judíos un día la fundieron, trituraron y quemaron por inútil, contraria a su esperanza. Ciertamente, hay un tipo de serpiente que debe ser matada, para que así puede elevarse sobre el cielo de la luz la serpiente verdadera. 

(3) La serpiente de Jesús es el amor elevado ante todos, para todos, sobre la gran colina de la muerte, convertida en principio de fe y de salvación, es decir, de amor mutuo hecho principio de esperanza. En esa línea, la misma Cruz viene a presentarse como una serpiente enroscada sobre el travesaño del gran “palo” enhiesto de la Cruz, de la muerte convertida en principio de amor. El mejor paraíso lleva en sí el riesgo de la serpiente… Pero el amor convierte el veneno medicina.

 Por un lado, la muerte de Jesús ha sido la mayor catástrofe de la historia, el mayor pecado... Parecía que no había ya remedio a nuestros males, simplemente muerte. Dios había dejado a los hombres en manos de su propia libertad, y los hombres mataron al Dios hecho persona de amor entre los hombres.

— Pero Dios ha querido que la misma Cruz (el gran pecado) pueda ser y sea amor supremo, revelando de esa forma a Jesús como serpiente salvadora. Así podemos transformar el mal del mundo en principio de salvación, en amor a los demás, en vida compartida.
Muchos otros elementos tiene esta gran imagen de la serpiente que salva. Éstos son algunos de ellos, comentados a partir del evangelio de Juan, esto domingo, un prodigio de radicalidad y de esperanza.

Texto Juan 3,14-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.”


a) Eva y Adán, Serpiente venenosa (Gen 3)
Adán y Eva habitaban desnudos, (‘arumim) sobre el ancho paraíso, integrados en la inocencia cósmica de los deseos que se cumplen sin violencia. Pero en hebreo desnudo significa también astuto. Por eso el texto continúa diciendo, de manera natural, que allí, en el paraíso se hallaba la serpiente, que era la más desnuda/astuta (‘arum) de los animales que Dios había hecho (Gen 3,

«Entonces, la serpiente, que era la más astuta de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho, dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de ningún árbol del huerto? La mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer, pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis. Pero Dios sabe que el día que comáis de él se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal. Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió al igual que ella» (Gen 3, 1-6).

–- No es una serpiente material, un poder externo u objetivo que impone su fuerza sobre víctimas inermes, sino una serpiente humana, expresada en forma de sabiduría insinuante, pensamiento hecho deseo de tenerlo todo. Actúa en forma de símbolo animal; pero en el fondo ofrece unos rasgos intensamente humanos. La serpiente es la otra cara del paraíso: Dios permite que los hombres se realicen en libertad; por eso, su misma palabra abre un espacio de búsqueda y duda (ignorancia y sabiduría) donde anida la serpiente que se vuelve falsedad, engaño, muerte

– Es la serpiente de la desconfianza y de la envidia que penetra en las relaciones humanas, oponiéndose a la gracia creadora de Dios (que se expresa en forma de equilibrio ecológico). Es el deseo de una vida que quiero poderlo todo… dominarlo todo.

– Es la serpiente de las religiones sagradas de la tierra (y del subsuelo) que prometen seguridad y eternidad, pero que en el fono se extienden por medios de violencia y matan
– Esta serpiente es necesaria: sin serpiente, es decir, sin deseo y libertad, sin duda y su búsqueda de seguridad, no puede darse vida humana sobre el mundo. Pero es peligrosa: la libertad y el deseo y las luchas religiosas pueden convertirse en principio de destrucción. Esta serpiente del paraíso nos mata.

– Envidia. Avanzando en esa línea, podemos decir que la serpiente es el mismo pensamiento de la envidia. Ella nos hace suponer que Dios nos teme: nos prohíbe comer para tenernos sometidos. Ella dice en el fondo le dice a la mujer: «¿Por qué no te haces Dios? ¿Por qué no ocupas su lugar y encuentras que tú misma eres divina, sin necesidad de recibir vida de nadie, sin limitaciones?». Este es riesgo del Dios bíblico: ha creado alguien que pueda competir con él, al menos en un plano de deseos. El hombre lo tiene casi todo, sólo una cosa le falta: ser Dios, pero de un modo egoísta, dominando todo, luchando contra los demás… Por eso podemos que decir que al hombre le falta una cosa: no ser Dios como Dios es, en amor.

b) La serpiente de Moisés: Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto,
Nos sitúa en el campo de la curación… Del riesgo del veneno y de la medicina… Es un animal simbólico, vinculado a un tipo de religión misteriosa, que puede matar y salvar..

«El pueblo estaba extenuado por el camino y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y estamos cansados de este pan tan liviano (maná). Entonces Yahvé envió contra el pueblo unas serpientes venenosas que mordían al pueblo, y así murió mucha gente de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés y le dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Yahvé y contra ti; ruega a Yahvé para que aleje de nosotros estas serpientes. Moisés oró por el pueblo, Yahvé le respondió: Hazte una serpiente ardiente (venenosa) y ponla sobre un asta; cualquiera que sea mordido y la mire, vivirá. Hizo Moisés una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta. Y cuando alguna serpiente mordía a alguien, éste miraba a la serpiente de bronce y vivía» (Num 21, 4-9).

Las serpientes que Dios envía como castigo a los murmuradores son «serpientes serafines» (sheraphim: voladoras o venenosas, como dragones).

En contra de ellas construye Moisés otra serpiente sheraph (voladora), hecha de bronce (nejoshet), que tiene un veneno que cura otros venenos, es como un antídoto o vacuna sagrada, es la certeza de que, con la ayuda de Dios, podremos superar los malos venenos del mundo.
En el fondo de este bellísimo relato se encuentra la imaginación popular, que concibe el desierto como espacio poblado de dragones y alacranes, sequedad sin agua (cf. Dt 8, 15), lugar de serpientes voladoras, peligrosas para el hombre (cf. Is 14, 29; 30, 6).

En ese contexto encontramos también la experiencia sacral de la serpiente como signo divino, de carácter ambiguo (sabia y venenosa), que aparece en muchos ritos y cultos de los pueblos del entorno bíblico, que, de diversas maneras, veneran serpientes (como sucede incluso en los cultos griegos de Apolo).
Esta serpiente es un pharmakon (de famacia): el mismo “veneno” se vuelve medicina… En las farmacias aparece una serpiente, que no se emplea ya para matar con su veneno, sino para dar vida. Lo mismo que mata (veneno) se vuelve medicina.

En un momento dado, los “buenos” judíos seguían tributando un culto a la serpiente en el mismo tiempo… Adoraban al Dios-Serpiente, llamado Nejustán, el gran Bronce-Sagrado, como recuerda el libro de los Reyes cuando afirma que el rey Exequias (727-699 a. C.) trituró la serpiente de bronce que había construido Moisés, porque los israelitas seguían ofreciéndole todavía incienso; la llamaban Nejustán (2 Rey 14, 18).

Los mismos judíos supieron un día que la serpiente de Moisés no es suficiente para curar a los hombres de sus males. La farmacia es buena, cada vez hay mejores medicinas. Pero la pura serpiente de farmacia no logra curara todos los males.
c) Jesús serpiente: “veneno” que se vuelve medicina

La serpiente-veneno que cura es Jesús elevado por amor. así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

– Jesús es veneno, el veneno más fuerte. Si seguimos a Jesús parece que moriremos todos con él, nos van a matar… Vamos a morir siguiéndole a él. No tenemos salida, vamos a quedar en manos de la Gran Serpiente

– Pero veneno se vuelve medicina: ese veneno de Jesús nos va a curar… Allí donde parece que íbamos a morir podemos vivir…

– Jesús elevado, crucificado: Es la medicina, …Un hombre muerto por los demás viene a presentarse como suprema medicina… El mayor veneno es un crucificado. No es la solución, en la anti-solución… Pero así, crucificado por amor, viene a convertirse en fuente de salvación.

– ¿Quién eleva a Jesús, quién le crucifica? Por una parte los “soldados”… Pero, por otra parte, el mismo Dios que hace que Jesús pueda presentarse como supremo amor. Por medio de Jesús, Dios le quita en veneno a la muerte… Mirar a Jesús crucificado es creer en él. Creer en él es confiar en él
Jesús no hace nada, simplemente “se deja mirar”. No actúa de forma eficaz, haciendo cosas, realizando planos… Simplemente se deja amar y dejándose amar hace posible una respuesta de amor…

Así pasamos de la serpiente que mata a la serpiente que da vida eterna…
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Dios nos da en Jesús su propia medicina, su amor elevado, al servicio de todos… En Jesús pueden curarse y salvarse todos.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

En Jesús no hay juicio, hay puro amor… Pero un amor que no puede imponerse. Por eso, aquellos que no aceptan el amor se pueden destruir a sí mismos, quedando en manos de la serpiente de Adán-Eva, en manos de la serpiente inútil del desierto de Moisés

Conclusión
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.”