“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 25 de septiembre de 2016

¡No conviertas la tierra en infierno!


Domingo 26. Tiempo ordinario. Ciclo C.


Epulón y Lázaro se encuentran en los relatos de una nueva parábola de Jesús.

Epulón es rico. Lázaro es pobre. El pobre está fuera de la puerta, rodeado por los perros de la calle. El hombre rico se encuentra dentro de casa. 

Entre ellos no se produce ninguna forma de comunicación. Nunca.

Y luego se mueren. Los dos. Y sigue sin haber comunicación.

Es una parábola inquieta e inquietante, que nos sitúa de nuevo ante la exigencia del amor concreto y comprometido, como servicio al prójimo.

Más de una vez he pesando que es una parábola contraria al evangelio, pues al rico se le condena sólo por ser rico.
Más de una vez he pensado que es una parábola sin misericordia: ni Dios escucha el lamento del condenado que pide solamente unas gotas de agua.
Más de una vez he pensado que es una parábola no-cristiana, pues no hay resurrección sino seno de Abraham.
Pero después lo pienso, mejor, leo y siendo por dentro lo que dice y digo: aquí está Jesús como advertencia, aquí está Jesús que nos llama, diciendo: Epulón, tierra rica, no conviertas tu casa en infierno para los demás.


La conclusión que se deduce del relato no es que los necesitados del mundo deben mantenerse como están, ya que esperan la gloria futura tras la muerte. El relato no quiere que el pobre y el rico sigan viviendo simplemente en mundos que se encuentran herméticamente sellados, alejados uno de otro. Nada de eso: este relato nos abre hacia una dirección totalmente distinta. Para aclarar esto, quiero referirme al fuerte contraste que existe entre sus dos sub-divisiones: en la primera encontramos una simple puerta, en la segunda el gran abismo.
Durante el tiempo de su vida, el pobre mendigo y el rico “gourmet” no se relacionaban entre sí, pero podrían haberlo hecho, pues Lázaro yacía ante la misma puerta de la casa del rico: una puerta evoca la posibilidad de comunicación. Tras su fallecimiento, ambos se encuentran en el reino de los muertos. Tampoco ahora mantienen un contacto directo entre sí. Lázaro vive en una zona del “más allá” que es distinta de la zona donde se halla rico. Las cosas han cambiado y ahora es completamente imposible que uno vaya al lugar donde se encuentra el otro: entre las dos zonas se extiende un gran abismo.
De esta forma, en la segunda parte del relato, la situación resulta completamente distinta de la situación de la primera. Esta diferencia viene a presentarse de un modo particularmente instructivo:
En la primera mitad era aún posible superar la división social entre pobre y rico; el rico podría buscar el contacto con el pobre en la tierra.

En la segunda parte, esto resulta imposible: ya no se puede cruzar la frontera entre el rico y el pobre, después que ellos han muerto.

Aquellos lectores que suponen que la oposición entre pobres y ricos tiene ya un carácter definitivo sobre la tierra invierten y deforman totalmente el sentido de esta narración. De esa manera, ellos sustituyen la pequeña puerta de la casa de este mundo (que separa al rico del pobre) con un gran abismo. Al actuar así esto, ellos están convirtiendo la tierra en un Hades, esto es, en un reino de los muertos, donde las relaciones han quedado ya fosilizadas para siempre, mientras que en esta tierra debería estar completamente abierta la posibilidad de cruzar las fronteras.
El relato se opone a esa visión: las normas oscuras del reino de los muertos (donde nada se puede cambiar) no son aplicables sobre la tierra, durante el tiempo de nuestra vida. Nosotros vivimos todavía en un mundo donde las puertas pueden abrirse.

Epulón, sí, a ti te hablo, amigo lector, ¡No conviertas la tierra en infierno!. 
¡Abramos puertas!
¡Construyamos puentes!.

Fuente:  X.P.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Videoblog: "Sacerdotes fuera del clóset"

Hermanos: En este video les platico sobre los sacerdotes que apoyan a los gays. Son parte de nuestra Iglesia y están aquí para apoyarnos.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Videoblog: "Contra los matrimonios"

Hermanos:

Les comparto este video. Les pido que antes de opinar lo vean completo ya que me comentan puede causar un poco de confusión si solo se ve la primera parte. Lo acepto, mea maxima culpa, pero la entrada del vlog fue pensada de esa manera desde el principio. ¡Bendiciones!


domingo, 11 de septiembre de 2016

Para Dios nadie está perdido

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. 


“Solían acercarse a Jesús los publicanos y pecadores a escucharle.
Jesús les dijo esta parábola:
Si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa con cuidado, hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta” 
(Lc 15, 1-10)

¡Hoy somos invitados a la escucha!
El evangelio de este domingo nos pone dos ejemplos de escucha. La escucha de los publicanos y pecadores y la escucha de los fariseos y escribas.
La escucha de los fariseos y escribas.
Estos últimos son “mensajeros” de críticas, están al acecho de lo que Jesús hace y dice, tienen el corazón enfermo, amargado, no pueden escuchar, oyen y al oír desatan un parloteo interior, un desenfoque de la realidad.
La mente nos agita, engendra ambición, no deja perdonar, nos agarrota con ruidos que nos hacen personas duras, sin capacidad de acoger, de perdona; nos atiborra de ruidos, de orgullo; nos hace sentirnos “las mejores”.
La escucha de los publicanos y pecadores.
El otro ejemplo, el de los publicanos y pecadores que se acercan a Jesús para escucharle. Escuchar con la cabeza y con el corazón. Se acercan a Jesús para escucharle. Es un modo, un talante de ser y de vivir. Dicen los místicos que “el camino más largo de recorrer en la vida es un camino muy corto, el que va de la cabeza al corazón.
Cuando llegamos al corazón nos invita con suavidad a escuchar, “siéntate, corazón mío”. Y es una llamada a buscar lo que hemos perdido, la “moneda perdida” que es muchas veces la paz del corazón. Sentirnos vulnerables, es lo que somos, nos llama a escuchar al Maestro, al Señor Jesús.Quien se abre a la escucha de Jesús, se abre a la plenitud.
Quien con sencillez escucha, siente “cosquilleos” en el corazón, y como la mujer de la parábola, necesitamos comunicar lo que sentimos y decir a quienes nos rodean: ¡felicitadme! He encontrado lo que buscaba, el Espíritu de Dios, y él hará en mí como en María de Nazaret, “obras grandes”, y como Pablo en la 1ª carta a Timoteo 1,12 podremos decir: “doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió esta llamada… el Señor derrochó su gracia en mí”.
ORACIÓN:
Padre bueno,
que nos has enviado a Jesús:
nuestra gratitud.
Jesús, Tú nos hablas,
nos invitas a la escucha,
silencia nuestro corazón.
Santo Espíritu,
que nos iluminas y fortaleces.
Sólo podemos decir:
¡Hágase en mí tu voluntad!.Amén

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa